RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 21 de enero de 2014

EL PREMIO

 
EL    PREMIO.
 
 
          Se ha rumoreado que a fulano le ha venido Dios a ver por una cuestión de premio en uno de esos muchos sistemas de juegos de azar que en actualidad pueblan desordenadamente el mundanal ruido de esta vida hecha al trajín y a la inconsistencia. A mengano no le parece serio que Dios baje para cosas de este calibre; están los pueblos en el tránsito del hambre, otros en la guerra, algunos en mafia inmersos y ¿va a venir el Supremo para otorgar un premio a un pobretón anónimo?, no puede haber tiempo en las alturas para perderlo en semejantes menesteres.

          Pero a fulano se le ve alegre, se le nota distinto aunque no alardea de vanidad ni ostentaciones, es, como quien dice, otro hombre. Y la familia también se sustenta en un clima de afabilidad y calma impropias tiempos atrás, algo debe haber ocurrido en el ámbito de fulano para que las cosas hayan cambiado tan de pronto de manera tan radical; la alegría no es patrimonio de algunos y puede el bueno de fulano estar disfrutando a su gusto de no se sabe qué razón productora del citado placer. Él ni suelta prenda ni equivoca, se limita a sonreír con franqueza aduciendo que son cosas del destino. Y a más no llegan los rumores.

          Supone una comidilla constante en todos los ambientes del barrio y no digamos en su propia calle. Unos se atarean en averiguar la causa de la felicidad de fulano, otros preguntan en apuestas y bingos para conocer la respuesta, los más osados conocen la cifra exacta del premio y la publican sin tener siquiera un dato constatado, pero vale para ganarse el respeto de cotilla y sabihondo; que si ha comprado una finca, que si un yate, que si tiene el dinero en Suiza, que las joyas, que si el banco le ha regalado un mercedes, que si...etc,etc, manías de especulaciones abiertas a cualquier palabra, a todo comentario, porque el aire aguanta todo lo que le llega y nunca escupe lo banal. En tal resorte se mueve ese barrio que carece de acontecimientos relevantes y que el premio de fulano, aunque sea mentira o se trate de una insignificante cifra, está sirviendo de animación en el círculo general hasta el punto de esperarse que fulano y familia compren el paso de plata para la patrona valorado en cinco millones de nada.

          Sumido, fulano, en este insidioso lema de cavilaciones, murmuraciones, falacias y demás yerbas, decide reunir una tarde de agosto a los más adelantados del lugar, invitarles, eso sí, a un vaso de vino peleón, también del lugar, pedirles que sean prudentes en los inventos, que pregunten antes de hablar, que no levanten castillos y darles la razón con respecto a eso de la felicidad suya por un premio ganado. Era cierto, es cierto que a fulano le ha correspondido un valioso premio y que le supone a él y a toda la familia estar atravesando momentos dulces. Su hijo el mayor, veintiocho años, con dos carreras en los bolsillos, responsable y buen muchacho acaba de encontrar uno de esos trabajos para toda la vida como profesor en la Universidad. Lo ha ganado con un esfuerzo propio de los humildes y ha llevado un poco de felicidad a casa de fulano, su padre.
 
Rllanes

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