…Y
VOLVER.
Al honor de Calañas.
Al devocionario de Coronada.
Con
pisadas de tristeza se andará la vuelta, sabiendo que el dolor no ha
podido con las ganas, pudiendo más, a veces, que lo imaginado. Un
devenir indeleble desde el cansancio hasta las vísceras mismas de la
gloria, en dos jornadas que se multiplican por idas y venidas de
ermita-Madre a tierra-pueblo, como repartir en trozos por igual un
corazón que a nadie pertenece y a todo ha de acudir; incluso en un
desafío de gallardías y guapuras. Allá o aquí Calañas para
siempre, como tesoro de los antepasados y germen de cada célula; y
allá o aquí Coronada, como trapecio de tránsito hacia el cielo
que cada cual se proponga alcanzar. Y siempre de una a otra llegar y
llegar, estar en el patio seco, con las ramas altas; y volver, con
vista al infinito, perdiendo lo vivido, por guardado para el siempre
de la eternidad.
Galán
el atrevido de costal y sueño, galana la moza en traje y espíritu,
lozanos los equinos, galanes parabienes por tropezar un año más con
Ella y ser capaz de traerla calle la fuente arriba o de llevarla sin
prisa, y ufanos en la propuesta del volver, volver hasta que la
sangre tenga cuajos para aguantar o se mustien los rosarios de
médulas de hombre que nunca se gastan.
Reina
el rumor acalorado de la vuelta cuando los ojos se han ido a los
espacios del pensamiento y el cántico se reanima a golpe de lloros y
el tractor avanza como esquivo. En la soberbia, el tiempo desdeña la
facultad de los mayores que han soportado años en aquella ingesta de
penas, volver puede valer una ida más o quizá un adiós de nunca,
pero vale más la mirada.
A
volver vinieron las aguas de siempre, las primaveras nuevas, el
chamariz, la tórtola, la paz y nosotros, porque de Coronada, ya se
sabe, es la constancia.
Ramón
Llanes
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