LA IMPORTANCIA DE SER
ASESINO
No me pasa raudo el
tiempo capaz de olvidar nombres insípidos, seres que han demostrado
conspiración y odio constantes. A cada día me alertan la memoria
los medios a donde acudo a ser informado de paces y sosiegos y se
abusan entre ellos y para conmigo trayéndome partes cotidianos de
los kilos perdidos, de la huelga de hambre, del recurso, de la
absolución…de alguien de quien solo me interesa que desaparezca de
mi ámbito y a ser posible de mi estado. Calibro entonces la
importancia de ser asesino para tener el don de la ubicuidad, el
consenso mediático y el fervor de los pacientes, para creerme que
deliro o que habito en país a medio camino aún del puro estado de
bienestar.
Luego de leer, oir y
ver los protocolos de cultura a los que se nos permite acceder, y que
son muchos, entiendo el desánimo de los obreros de la ciencia que
trabajan ocultos, sin privilegios de megafonías; el malestar de los
sabios, escondidos en utopías o conjeturas siempre vulnerables; el
desencanto del escritor que no consiguió hacer de su libro un premio
porque no alcanzó valía publicitaria. Entiendo la desazón general
de un núcleo social que jamás grita, ni conspira, ni insulta, ni
delinque, ni mancha, ni vomita, ni vende su escoba a cambio de dejar
las agallas de su ética por los médanos de este silencio tan a modo
de garantía. Entiendo a la gente de bien.
Rllanes
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