RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 30 de octubre de 2011

QUIJOTE

QUIJOTE.


Es año señalado por el tiempo para ocuparnos de la celebridad que ha supuesto la lectura del Quijote en toda esta historia más grande o más menuda de nuestra patria común. Me enseñaron en la escuela los ingleses a leerlo y no pude entenderlo del todo, casi llegó a aburrirme tanto libro cervantino, tanta importancia y tanto Sancho con cara de botarate. Estos dos personajes nos trajeron a las manos un mundo ficticio, imposible de remendar a nuestra costumbre. Estábamos ensimismados, ya digo, en la lujuria y el boato de los ingleses, mientras ellos obligaban en esta y otras literaturas. Aquello se convirtió para niños de mi edad en un trajín de fútbol, ingleses y Quijote. Algo de todo se nos quedaría, ahora que lo pienso, o quizá todo o del todo la parte más ingenua.
Se me viene a la memoria la incomprensión de la lectura hasta que se me metían los relatos por las inseguridades y a Sancho recurría para limitar el sofoco o la cordura. Allá, por la mina, el personal dedicaba su tiempo a trabajar mucho y aprender lo preciso, viviendo de Sancho más de las veces y de Quijote los más idos. Me quedé con la copla de las preferencias de la gente o de la simulación que algún otro practicara en su escondite para no ser Quijote, estaba mal visto. También ahora; ¿dónde están los quijotillos de esta era?. No los encuentro, no encuentro quien no sepa de hipotecas, mapas, rentas, alquileres y vicios. No están, se quedaron en la lumbre del tiempo, en la melancolía. Y nos hacen la falta que los dioses, que los alimentos, que la vida; más que el subsidio del paro y que la subida de los intereses, y tanta falta que las flores.

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