RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

jueves, 30 de mayo de 2019

HUELVA, LA LUZ


HUELVA, LA LUZ

 

Un enclave de privilegio enmarca la totalidad de la provincia de Huelva, desde que aparece la primera duna hasta que se esconde el último risco o desde poniente a luz o desde amanecer a ocaso. El tono cegador de los claros del día, el reflejo, -que parece el tiempo en volandas-, la capacidad de generar esa música calma que trae la brisa con tantas sensaciones en el interior o la marea atlántica que acerca la mar hasta los ojos, son cornucopias perennes en el aire que respira la hacedora luz nunca ajena a la vida cotidiana de las callejas, las marismas, los bosques, las minas, las gentes.

Todo es esbelto desde esta promiscuidad de luces, todo es Sur y temple y ceremonia y solemnidad y gracia y acogimiento. El ser humano que vigila y habita estas tierras es igual de resplandeciente que un mediodía pleno, está honorablemente garantizado por el espacio donde converge con el claroscuro, como dieta indeleble impuesta por la naturaleza y afablemente asumida. Se contabilizaron el año anterior solo tres días alternos en que el sol no acudiera a la cita por estas laderas de mar y llanuras, solo tres días que hicieron casi crisis en la dinámica predisposición del ánimo, no es posible soportar aquí la falta de la necesaria luz porque esta luz no es un fragmento de la vida es un Todo indivisible. De ahí el resalte en la imaginación, la espontaneidad, el hedonismo y la sensibilidad que definen los principales rasgos del onubense.

 

Esta efigie que extiende brazos y anhelos en la bajamar, en las cornisas de las aprendices montañas de La Sierra, en los roquedos de El Andévalo, en la planicie de la campiña, en los viñedos de El Condado, en la soñolienta envergadura de las arenas que circundan y protegen su epidermis, en los esteros, en la ría, en los patios de todas las tardes de abril, en los sentimientos de todo cuanto ser se mueve en este lar de claridades, esta efigie no es una sorpresa, que es una constante.

Es Onuba tan esplendorosa como antigua, tan vital como fronteriza, tan abierta como libre. Con sus baños de luz se dispensa el medicamento para el bienestar, hoy y mañana y en todos los futuros que puedan acercarse a la tierra que nos ocupa la mayor de las veces algo más que las esperanzas. Fácil resulta adaptarse, más fácil es vivir. Decimos en refrán que en Huelva se entra llorando y de Huelva se sale llorando, en clara referencia, a la incertidumbre que supone arribar a tierra extraña, a un lugar casi perdido en el sur del sur y a esa fuerza de enganche que ejercen los valores hasta parecer imposible desarraigarse de ella. Una explicación sentimental pero real.

Huelva capital es la madre grande, la surtidora más amable del emblema que advierte el tiempo en la larga historia; a ella vienen los propósitos y las esperanzas, a quedarse, a atesorar los esfuerzos; a la madre grande se viene a la búsqueda del calor de lo institucional y a fundir abrazos inquietos en esa parsimonia pasional que es la vida en una ciudad de sur con el entusiasmo entrando por la ventana desesperadamente.

Luego la dinastía descubridora que a tanto rango llegara. Dentro, eternizado, Juan Ramón Jiménez, con su Moguer, su Platero y con todos nosotros admirándole. Advierten las minas un pasado industrial inigualable, el jamón acierta en cada boca, el marisco es referencia de exquisitez, los vinos en cosechas interminables, el horizonte aún sin cerrarse y el fandango en la sentencia y en melancolía. Están hechos los seres de aquí solo con luz, agua y tierra; es un lugar para ser y una consigna para diseñar la vida con el apego a tales elementos naturales  y fijarla definitivamente con los versos de Juan Ramón: “la luz con el tiempo dentro”. Es así la vida.

 

 

Ramón Llanes.

martes, 28 de mayo de 2019

DEL AMOR Y OTRAS OSADÍAS


 

DEL AMOR Y OTRAS OSADÍAS

 

 

            Para no desviar la mirada que la insignificancia del destino deja en el sitio justo, para buscar esa extraña sensación que rompe los huesos. ¿Será original quien no ama?, la ruta del deseo está escrita en el primer cuaderno de la vida; dicen que las motivaciones se suceden en el entorno del camino; a quién amar, a quién entregarle un sentimiento nuevo, para que no sea entendido. La prenda no es la virginidad es el propio sentimiento, que se ha guardado con pulcritud de sagrario para cuando se hubiere de solear y se encontrare destinatario perfecto capaz de compartirlo; será más íntimo el sentimiento.

            Del amor hablamos en la trena y en el campo, del amor son la palabra y el verso y las muchas verdades y la soledad; del amor es la osadía de vivir con hambre amorosamente desnudo en el golpeo de la lluvia y del amor la locura, todo cuanto arranca la valentía del entendimiento para perseguir o estar con la persona amada. Del amor son las utopías y el alpinismo, el orgullo y la insensatez.  Qué haremos los gremios incivilizados si en el alimento del cotidiano vivir se desprecia el amor y las sopas son solo sopas que sorprenden en el primer calentón y después se enfrían por la incontinencia. A qué estarán predestinados los seres que han creado mil formas de amarse, en qué mundo cabrán los desechados de la orgía sensual que produce la emoción de vivir en apareamiento.

            A estos perplejos consignatarios de placeres les minará de inconsciencia el predictor de amores y acabarán por huir calle abajo del mundo con la sola intención de desaparecer de algo tan inútil como su casualidad de saberse inocuo para amar, para ser exageradamente amado. No será posible, mientras la pasión tenga protagonismo en este teatro fugaz, llamado vida, no será posible que los humanos renuncien a tal sublimidad, cuando pende tanto bienestar sin  más osadía que la entrega, sin otra joya que una mirada.

 

 
            Ramón Llanes.

lunes, 27 de mayo de 2019

DESPUÉS DE MAÑANA


 

DESPUÉS DE MAÑANA.

 

 

Has olvidado tu horquilla en mi zapato, las gafas de leer, la pulsera y los besos, en la mesa de noche; el libro de poemas abierto por la página 27, los recuerdos que no existen más que en el recuerdo y la mitad del precio de soñar, has dejado; y una bruma de espacios sordos que turban y divierten mi emoción, cuando no es ajena a nosotros. El vacío es una estampa en el cuarto, solo la percha guarda tu olor a desnudo y medio pendiente, en el suelo de aquel olvido. Habías gritado libertad sin querer despertarme y lo hiciste con ternura despeinada de amor.

Aún me agobia el eco de ayer, me retumba en las manos la indolencia que no se hizo cómplice cuando se cerraban las luces del espejo y te mirabas la sonrisa que te salía del alma sin haberla llamado, eres así de excepcional, tal como te conocí. Te hacías alegre y estabas triste, antes y después del último cumpleaños. Luego cayó un reloj que avisaba la hora del equipaje y te llevaste otro libro y tus medias y todo se transmutó en melancolía.

Pudimos hacerle todos los guiños al dolor pero ya era mañana al advertirlo. Es que sonaste a ocaso, allí detrás de la puerta, sobre el rincón derecho. Y, de pronto, ya no estabas, ni estaba el eco ni el dolor, ni la habitación ni la ciudad, ni el olvido. No estaba el futuro llamándonos ni estaban las caricias en la sombra, ni siquiera quedó la armonía del mensaje. Solos tú y yo, en la culpa, en el placer. Te quiero hablar, otra vez, cuando te tenga.

¿Quisiste volver para decirme: “después de mañana seguiremos amándonos”?.

 

 

 

 
                                                                       Ramón Llanes.

sábado, 25 de mayo de 2019

EL CARÁCTER


EL CARÁCTER.


 

A ver, nuestra posición ahora no es privilegiada. Cuentan las estadísticas que ha subido el sufrimiento y ha bajado la felicidad, que ha descendido la cuota de alegría que teníamos asignada, quizá por culpa del Euribor del estado de bienestar. Nos sometemos, un día sí y otro y otro también, a la inclemencia de esta venganza de maltrechos poderes que nos llegan de las alturas y nos calan el miedo.


A ver, me propongo animaros para sacar el carácter. Basta de parsimonia, siempre fuimos los inventores de la furia, de la fortaleza. Sobrevivir no puede costar más que vivir. El carácter, fortalecer el carácter para ahora que es momento oportuno, para ahora que se nos cae la techumbre de casa, nos cuelan intereses ilegales, nos cobran por hablar y nos echa de menos el miedo.


Menos mal que siempre nos queda una sonrisa para compartirla y somos capaces de olvidar todo lo olvidable, y, aunque lo parezca, este adverso de palabras no pretende invitar a la tristeza. A ver sin el carácter nos da vida.


 

 

Ramón Llanes.

AHORA VENGO YO


AHORA VENGO YO

 

 

            He venido a cambiar el último subrayado en rojo del horizonte que ayer puso la tarde en las puertas de la noche, no me gusta el rojo, tiene demasiada fuerza para anunciar la oscuridad; vengo a ponerle al amor el  nombre de las cosas que se mueven sin ser vistas, no le llamarás a partir de mañana “amor” a la manera de expresarnos el sentimiento del afecto y más allá, detecto las líneas pálidas de los labios besados en la trayectoria del preámbulo del beso; cambiaré el concepto que tienen las flores en la belleza para inculcarles algo de suciedad, las consonantes nunca deben presidir palabras hermosas, se hará la fealdad si esta responde al código que me gusta. No te llamaré amigo, que desde ahora serás la controversia de mi pulso, el anonimato de mi secuela de hombre, no me gusta la palabra amigo, acaba en vocal que a su vez es nihilista, se confunde con un cero. Y acaso sepas que para cambiarlo he venido yo -todopoderoso incauto- a desculturizar la vida porque en el pupitre donde habito no están bien vistas las palabras que acaban en “da”, gustan más aquellas que finalizan en “mi”. Lo siento, acostúmbrate, debes obedecerme aunque yo no entienda de esto.

 

 
            Ramón Llanes.

viernes, 24 de mayo de 2019

MITOLOGÍA DEL ESPACIO


LA MITOLOGÍA DEL ESPACIO

 

A la imagen fiel
que de Calañas tiene mi memoria.
A los hombres que la hicieron
y la respetan cada día.
A la devoción cuidada
por la Coronada Madre

 
 

Me anima la nostalgia
a fijar en la niñez el espacio contado
por quien tanto me amara.
Me hablaría setenta veces siete
de su tierra mi padre sastre en mimos
y recuerdos.
En sus relatos estaban siempre
hermano Gregorio y prima Juanita,
permanecían también los amigos
que la envoltura del alma
guardara en el mejor bolsillo,
y me llevó a su memoria
traspasando la distancia, para contarme vida
de Pedro Palacios, de Cristóbal “el de Las Machas”,
de Pepe Bigote, de Carmelo Casto y de quienes
eran sus compañeros en el tiempo.
Su espacio se fue haciendo mito
en la libertad de mi pequeño pensamiento,
luego calculé miradas, abrazos y querencias
hasta henchirme con pasión
de la estirpe nombrada
porque me hicieran los descendientes
de aquella egregia dinastía
el mismo hueco cálido
que los nuestros se reservaran
para el venturoso sentido de la amistad.
Con la vista eterna en Coronada
que levantara a mi padre en todos sus momentos,
rindo el homenaje que los hombres-dioses
merecen tener en vida,
para  testimoniar la estancia continuada
de sus efigies humanas en este espacio único
de la tierra, su Calañas querida tan infinitamente.

 

 

            Ramón Llanes.

martes, 21 de mayo de 2019

LA LETRA PEQUEÑA DEL MAR


LA LETRA PEQUEÑA DEL MAR

 

 

            Los últimos sucesos implican al mar por el descuido que ha mostrado respecto a las travesías necesarias de seres humanos en su lucha por sobrevivir, dejándole entrever una somera culpabilidad y cierta fusta de “insolidario” para con los problemas actuales que asolan la vida en sus orillas. El mar tiene su letra pequeña y sus códigos de conducta, no admite se le intente hacer corresponsable del mal de la tierra y de los desatinos de esa humanidad cercana ni presta conformidad a las formas y modos que se emplean. No está, en definitiva, en sintonía con el conflicto, el mar tiene sus propias agonías, sus recelos y sus contrapuntos y en ello le va la vida. Tampoco está sometido a que se le achaque insolidaridad, hace aquello que le es genético: nunca se queda con lo que no es suyo y devuelve a la tierra sus pertenencias.

            Hablábamos del mar en consonancia con la peste que inunda esta parte más concreta del mundo para la cual habíamos diseñado un sistema de comunidad que respondía a las expectativas de orden que buscábamos para conseguir cuotas de bienestar de mayor grado en cualidad y cantidad. Después de un largo trecho insuflando el sistema, apostando por él y ya con todos sus esquemas escritos en reglamentos y leyes, con su buen elenco de personas al servicio de esta comunidad llamada Europa, después de todo esto observamos que ha sido un grave fiasco de imposible o difícil restitución. Dicen las estadísticas que somos más de cien millones de pobres, que el espíritu primigenio está incumplido sin pudor, que se ha llenado la vida de una tecnocracia innecesaria y de una burocracia torpe y que  todo ello impide su correcto desarrollo.

            Para colmo de nuestra insatisfacción, esta gremial comunidad de derechos sostiene una teoría inhumana y esquiva cuando se le somete a cuestiones de alto calado solidario. Los movimientos migratorios, los éxodos, las huidas de tantos seres de una a otra nación en continua búsqueda de un mundo mejor no son asuntos que parezcan afectar a esta parte de nuestra humanidad provocando con ello los consiguientes sofocos al sentirnos cómplices colaterales de estas tropelías. De modo que con imaginación hacemos como que nos inventamos a diario nuestra propia realidad, quizá perdiendo hojas de identidad y sin duda siendo conscientes de la inconformidad y del desorden. Es evidente que el sistema nos llevó a sitios desconocidos donde no estaba la tierra prometida.

 

 

 
            Ramón Llanes.

LA CALLE


LA CALLE

 

 

            Una melodía especial tiene la calle, el sonido huele, el olor es música, el color se extiende a los pasos que damos, nos persigue, nos ilustra, nos embelesa; la calle posee ese encanto de libertad que no conceden las paredes ni las ventanas, la calle conduce a todos los caminos, está envuelta en tránsitos y calmas, se hace cada mañana, se respira sola, se amedrenta de los que la requieren sin respeto y se fuga del ámbito como una mariposa se esconde en su nada efímero. Consumir la calle es crecer en sensualidades, es aprender a estar despiertos el trecho largo de la convivencia, es pasear por los ojos de las gentes y entretenerse en la jerarquía de una ansiedad dispuesta al impulso o la espontaneidad; se fraguan en la calle los avisperos del negocio de entenderse y se enfunda cada cual su delirio por haberla pertenecido y haberla obtenido plena de sustancia en tan solo un reguero de andares por la placidez de estos ígneos columpios de estancia que son por extensión la grandeza de la calle.

            Acaso pueda ser el soplo necesario para constituir la inspiración o la armonía que se estaba buscando para no se sabe cuántos plenos de aciertos; a veces absorta, a veces pendiente, el vestido de la calle aparece como la sombra del paseante y está en la prisa y en la conversación, se desacelera o se hace bulla hasta obtener esa escondida verdad que quizá se deslice por los zapatos o las prendas y  advierta a todos del vicio de teatralidad que la define.

            Puestos a considerar el legado de tan versátil escenario, interesa pulirse en soportales, adoquines y losetas para acostumbrase a no disimular el desconocimiento de la calle como un parvulario que por primera vez la saborea. La calle tiene también sus códigos éticos creados en su aire, escritos en su compleja identidad y que a la vez sirven de soporte a la idiosincrasia de su ciudad o pueblo. La calle hace que los vocablos, los gestos, las formas e incluso los sentimientos de un núcleo concreto sean parecidos en gran parte de su contexto. Los seres que habitan la frecuencia de la calle se parecen en el habla y en las ilusiones, se corresponden en el trato y se estimulan por moldes similares. Acaso la calle sea exclusivamente la vida.

 

 
            Ramón Llanes.

lunes, 20 de mayo de 2019

UN EXTRAÑO EN CASA


 

UN EXTRAÑO, EN CASA.

 

         Nunca diré que Alberto se destaque por su irresponsabilidad o incoherencia, lo trato desde siempre y me gustan sus maneras, su educación y su estilo. Eso sí vive enfrascado en un mundo tan real que a veces asusta, vive tan acomodado al consumismo, tan pegado al televisor que logra hacer de sus cuatro hijos unos verdaderos expertos en trivialidades y monsergas de esas que abundan y que hacen y componen una existencia cada vez más inútil.

         El mayor de los hijos sabe de memoria todas las canciones de Navajita Plateá conoce los más íntimos secretos del grupo, sabe de las fechas de sus conciertos, del color del pelo de las novias de todos, el signo del Zodíaco y un sinfín de datos más como para rellenar una enciclopedia o una antología del disparate. Es verdad, cosas insospechadas, como el color de la ropa interior, las comidas que no les gustan etc. Y más sorprendente es su hija Marta que domina la prensa del corazón con especial maravilla. Mar Flores parece que forma parte de la familia, Carolina de Mónaco es   diosa dentro de casa, Alejandro Sanz (ahora llamado el traidor por su reciente boda), preside todos los rincones de habitaciones, escaleras, cocina y hasta despensa; y Marta sabe muchas cosas que él mismo ignora, se jacta de ello y con enorme razón.

         El hogar huele a templo de fama porque la esposa de Alberto a sus 54 añoss, rubia y recién enlutada, se bebe los humos y lo que sea por Lola Flores, Pantoja, Jurado o cualquier folclórica al uso que se ponga por medio. Es curioso verla delante de la pantalla, se permite piropearlas, gritarles y hasta besarlas, sin vergüenza ni decoro. Imita, -la esposa-, las coplas de las susodichas, domina las vidas ajenas, opina e incluso les escribe dándoles consejos sobre la boda, la separación, el traje fucsia que no le pega o la última canción que le hizo llorar. Un dechado de perfección, una mujer de esas de bata de guatiné, zapatillas, rulos y olor a sudor viejo que no es ideal para Alberto que es más fino que mandado a hacer.

         El resto de la familia, con suegra y gato, por el estilo, sin merecer que nos paremos en detalles, que ya están ellas para cotillearlos. Son buenos todos, pero quizá sepan demasiado, o quizá presten demasiada atención a lo ajeno que a ellos les parece lo más natural y lo más lícito.

         Cosas en fin de la convivencia diaria que hacen de la vida un motivo más para vivir, entretenerse, discutir, conocer, saber, o simplemente perderse en necedades que solo conducen al descuido, a juzgar por la familia de Alberto que lo ignora hasta el punto de desconocer, por ejemplo, que, desde hace ocho años es homosexual y convive con su pareja, cuando se le permite, y conforman una convivencia de auténtico lujo. Paradojas de la propia vida cuando se es un extraño en casa.

 

 

 

 
                                                Ramón Llanes.

EL LOCO DEL TEJADO


 

 

EL LOCO DEL TEJADO

 

 

         Era como triste, insinuaba dejadez, cantaba por las tardes, se dormía en el tejado. Parecía hombre entre las luces que le sombreaban la cara, ya no está en el verdín de la parte norte, su propia historia se le cayó como una grúa en un terremoto, solo una armónica vieja ha dejado en el recuerdo de quienes nunca le amaron.

         La pared de enfrente le oía dialogar y aguantaba a sal y pimienta las rutinas del loco, retahílas y sermones, cuando no encíclicas, homilías y lo que tocara de pregón o de protesta. Pero antes que a él cayeron el tejado, esa fue la peor miseria de este relato de un proscrito que jamás tuvo nombre para ser llamado, el loco del tejado y poco más era su identidad. O su identidad fuera su grito, su canto desesperado pero sin desesperanza, su clase de declamación.

         Allí no, refieren las crónicas que no allí en el tejado de sus desvaríos sino en la sucursal del banco de la esquina, dejó un saldo apetecible para sobrinos inéditos y monjas desconocidas y al loco le brindan con champán y le hacen misas de ocho y le ríen y rezan para que haya alcanzado la vida eterna; y la pared de enfrente se mofa de los ritos que después de muerto se otorgan al loco. Y nada siquiera para quien se le hiciera cómplice en la queja, cuando vio que le cayeran encima su tejado y enlutara con una lágrima sin pestaña el sol de la pared de enfrente.

 

 
Ramón Llanes. 

QUÉ HARÉ


QUÉ HARÉ

 

 

¿Qué haré cuando las campanas me adviertan

que he cumplido esta jornada?,

¿qué haré con tanto tiempo por delante?.

Me quedaré en Huelva, lo he pensado bien.

Andaré los espacios libres o los rincones poblados de la Sierra

con sus colores de castaños,

su olor a setas, su embriaguez de belleza,

sus sorprendentes paisajes.

O andaré la playa quieta de la Costa

viendo cómo se niega el sol a marcharse

por la cercana lejanía del Algarve.

O estaré curioseando los lagares que preparan el vino

en las bodegas altas y silenciosas del Condado.

O tal vez recorra a pié de cámara ese Andévalo

de rizos y minas, de tranquilidad y reposo,

de ermitas y caballos.

O por la Campiña,

comprender las tradiciones de sus pueblos,

acercarme a sus dólmenes, degustar sus placeres.

Iré y vendré en viaje imaginario

por todos los lugares que me afectan.

Empezaré y acabaré en esta Huelva sencilla y cálida,

paseando la mañana con el sol de frente,

la ría constante

y por la tarde esperar que la luna llena

me refleje la cara romántica de toda mi tierra.

 

 

Ramón Llanes.

UNA SONRISA

UNA SONRISA
Un minuto antes de un acabado
se pueden entender los propósitos;
ahora es ese minuto,
ahora es el tiempo de pronunciar una sonrisa.
Una sonrisa para quienes han sufrido a la incomprensión de otros,
otra sonrisa para quienes pasarán estos en un hospital,
otra sonrisa para los niños
que estrenan juegos y amigos por primera vez,
otra sonrisa para los médicos acosados
que siguen sufriendo el infierno de los impresentables.
Un ramo de sonrisas para poder confiar en nosotros,
para limitar nuestras libertades
sin invadir las libertades de los demás,
seguir confiando activamente en el porvenir
que hacemos todos juntos día a día
y encender sonrisas de agrado a los seres humanos
que nos acompañan y nos hacen la existencia más llevadera,
más preciosa.
Ahora es el minuto de la sonrisa.
Ramón Llanes.