RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 28 de noviembre de 2022

ME GUSTA MÁS MI MUNDO

 ME GUSTA MÁS MI MUNDO

 

 

         Observo sin demasiada preocupación la conversación entre dos niños, ella de nueve años, él de cinco. La niña, Laya, ha venido a despedirse del niño Daniel y se sonríen con el agrado usual de los niños después de haber compartido tardes de sol y piscina, de música y juegos hasta el límite que otorga la edad. Hoy es la última tarde y Laya dice adiós con tal sensibilidad de timidez que olvida enseñar sus preciosos dientes blancos, mientras Daniel inicia el ritual  exacto que solo los niños conocen.

         La niña le insinúa: “te gustaría venirte conmigo?” y al niño le asalta una respuesta tierna y rápida: “me gusta más mi mundo”, le dice, y ella no se turba de desencanto ni rompe a llorar, lo asume con la misma ingenuidad que si de una negativa a un salto se hubiera referido. Los pocos mayores que presenciamos la escena,  abrimos con sorpresa todas las bocas.

         Con cinco años no es posible acercar tanta inteligencia, tanta sabiduría, tanta verdad y tanta razón a una respuesta. Parece que con cinco años los niños disimulan que saben, que nos entienden a la perfección pero se dejan llevar por sus caprichos para la obtención de premios mejores y no ejercen con vanidad su conocimiento por mor de no sabemos qué extraño fin.

         Cuando los mayores comentamos los detalles de una conversación tan pequeña y con tanta magia de profundidad nos pusimos a temer lo mejor. Pudimos saborear la dulzura en un estado natural, sin estridencias ni avisos publicitarios y nos vinimos arriba a sabiendas de la seguridad en un futuro acaso más humanizado y valiente que el nuestro.

         Y Laya se fue de la tarde dejando con muchas sonrisas a Daniel en su mundo. Y los mayores volvimos a reflexionar en una intención por hacer algo más por el nuestro.

 

 

         Ramón Llanes

viernes, 25 de noviembre de 2022

BANDERA EXTRAÑA

 
BANDERA EXTRAÑA.
 
Ya te han dicho que no eres esperma,
tu bandera es de nieve azul, pálida,
o cristalino robado, color asco,
ya te han dicho que eres responsable
de otro vientre,
de otra tarde,
de otros miserables que coleccionas
para entretenerte en malvivirles los sueños,
en atarles, en mentirles,
en comerles la razón
o destruirles con honra.
Y te habrán dicho
que aquí no cabes,
que este jardín es solo para poetas,
para todas las mujeres,
para mendigos y para locos,
la puerta de atrás sigue abierta,
lárgate
y creerán que no has existido, hombre.
 
 
Ramón Llanes. 

jueves, 24 de noviembre de 2022

UN LEVE TOQUE DE RESPETO

 UN LEVE TOQUE DE RESPETO.

 

            Nunca llegaron a entender el absurdo enamoramiento de ella; en casa hicieron vista larga por no practicar artes funestas e insidiosas, los padres tosían con pudor cuando fuera posible detectar otra presencia. Ella, compuesta y equilibrada, diplomas en el bolsillo por docenas, sentido estricto de la dignidad, generosa y ordenada, ganó su amor a costa de su hermosura y con la mujer que le entrara al fondo del espíritu con las máximas garantías . Empezaron vida privada y luego social, comparecían, (comparecen) al escenario de la calle haciendo valer su condición sin ocultaciones ni aspavientos, se creen lícitas merecedoras de disfrutar de la sociedad con el mismo derecho que el resto del personal, lo saben y lo ejercen.

            Anoche el restaurante presentó cierta concurrencia y a los postres se permitieron, ellas, ofrecerse un discreto beso entre la conspiración de sus armonías sentimentales y la fuerza del deseo aguantado. Aún subía el humo del primer cigarro cuando el maitre les invitó abandonar la sala donde consumían su trance; algún cliente presentó quejas por la deshonrosa actitud de las chicas y otros apoyaron la inmediata expulsión sin posibilidad de defensa.

            En situación así conviene hacer el más exagerado mutis no por la vergüenza sino porque a este tipo de establecimientos no se les puede otorgar ni siquiera los beneficios de la duda. Es normal, incluso que el propio señor que iniciara la propuesta cenaba en claro estado de adulterio con amiga de todas sus intimidades.

            Castigaba quizá el uso de pantalones, la ausencia de carmín, el pelo corto, el beso amoroso, las protusiones varoniles o apenas el color del zapato; todo aquello castigaba la moral de los esquemas sociales tan fundamentados en las razones de lo bueno y lo malo. La otra relación, hombre-mujer, aún en calidad de furtivos, suponía para los presentes el valor enorme de la conquista en machihembradas costumbres imposibles de destruir. No había tiempo para más, saltar el umbral, cerrar la puerta con un golpe seco y besarse nuevamente antes de salir , esta vez con alevosía y descaro. Y lo hicieron en señal de una reivindicación sensata y honesta pero no había tiempo para más.

            La cena, a bien decir, fue poco sabrosa; el ambiente careció de personalidad y la decoración (paredes de azul mediocre, columnas imitando decadencias griegas, cortinas blancas con flecos chillantes) recordaba el sueño de un encantador de horteradas venido a más después de su modosa tienda de vender comidas banales.

             Por otoño oscurece antes y la calle chispeaba lluvia, ellas volvieron sin remilgos y esta vez con carmín muy rojo sanaron su osadía con una réplica en la pared ante el asombro de los comensales, “Un leve toque de respeto”, escribieron con letras enormes en las cortinas blancas del salón principal del restaurante.

 

 

 

 

                                    Ramón Llanes. 

VERSOS PARA UN MALVADO

 
 
VERSOS PARA UN MALVADO
 
No, machote, nosotros no estamos contigo,
no somos tu envidia cuando la metes
ni tu aplauso cuando la matas,
más que eso queremos ser tu conciencia
o retarte a observar juntos
la puesta de sol
de unos ojos inmensamente grandes
y bellos como la vida,
los ojos de ella, a quien odias,
a quien demuestras tu poderío de puño y hacha
porque no tienes valor para un envite
que te iguale en fuerza.
Anda, machote, acércate, hazlo conmigo,
midamos los cerebros en gramos de bondad
y antes de venir comprueba si has orinado bien
en tus propios huesos,
comprueba si sigues oliendo a violencia,
si tienes unas manos fuertes que puedan
hundirme tu razón en mi carne
que si no es así te prometo el mayor desprecio
que te haya podido ofrecer la valentía
antes de ponerte de rodillas en la tierra
que nunca has merecido
para que ella misma te castigue.
Lárgate, machote, este no es tu mundo.


Ramón Llanes.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

UN MITIN EN EL SALÓN DE CASA

 UN MÍTIN EN EL SALÓN DE CASA

 

 

 

         Observando las ruedas de prensa y los actos que organizan a diario los partidos políticos con la sola idea de invadir el espacio y las conciencias de los sufridores ciudadanos que a esa hora no tienen otra cosa peor que hacer, es fácil  pensar que la presión mediática les obliga a cultivar el negocio hasta niveles insospechados. Estos engendros de actos superan la ridiculez. Los pocos periodistas en un lado, -casi sin interesarse por la temática-, al otro lado, -normalmente con actitud engolada-, los devocionarios del partido con sonrisas anchas, y detrás del atril el político abyecto que viene a decirle “a los suyos” lo cojos, malvados, mindunguis, necios, inútiles, mercachifles, corruptos -y mil adjetivos descalificadores más-, que son los otros. No de proyectos hablan, solo del otro como enemigo.

         Un mitin con estas características, dado a los del propio equipo y con el infundido ánimo de conseguir dominar los medios al tiempo que  inyectar dosis de rechazo y odio al “enemigo”, se entiende como el padre que reúne a los hijos, nietos, primos, cuñados y demás miembros de la estirpe, en casa, para elevar la moral de la familia y glosar en tono negativo, -lo más negativo posible-, las conductas de los vecinos de al lado, procurando que en cada frase surja la mofa y esta provoque la consiguiente carcajada de burla. Visto así, aunque se transmita en directo por la televisión local, ha de entenderse como un acto de burda demagogia solo utilizable por burdos demagogos.

         Nuestro espacio íntimo se ha hecho vulgar con estas necedades. Su abundancia conforma ya un enraizamiento en la mente capaz de consentirle y atenderle; su predominio es un importante obstáculo para lograr un nivel de educación ajeno a su influencia. Queda observado también, para corroborarlo, que los nuevos retoños de tales burdos ejemplares vienen hollados desde la cuna en principios aprendidos en estos adoctrinados actos que tan larga reata dejan en la vida. Y nosotros, buscando como lelos esta sombra.

 

 

         RAMÓN LLANES 

UN HOMBRE CORRIENDO

 UN HOMBRE CORRIENDO

 

 

         Cruzaba con desorden las grecas del asfalto sorteando espacios y palomas, miraba recelosamente hacia atrás con apariencias de miedo, no se escondía de la atención de los curiosos, se paraba dos segundos y seguía su huída destrozando sin querer la paz de la plaza. Todos le pusieron cara de sorpresa, el hombre desnaturalizaba el lugar de juego de los niños y el paseo de los abuelos en una tarde de miércoles. Hasta que desapareció por la avenida con la misma intensidad que había llegado.

         Tal vez nadie pensara el motivo del hombre para correr de tal manera y menos aún pensara alguien en el motivo de su miedo. Al verlo intenté adivinar su causa de desasosiego y se me vinieron multitud de ellas, todas las que caben en el pequeño tiempo que se usa para atravesar una plaza corriendo como un perseguido. Me pareció imposible que corriera por miedo a alguien o que hubiera robado en una de las tiendas del centro; tampoco que corriera por acudir a una cita o que hubiera olvidado algo en otro lugar. Daba la sensación que corría con despecho y supuse que lo hacía por no faltarse a sí mismo o por demostrarse que era capaz de superar las exigencias físicas de su estado pero no llevaba calzón ni chandal ni zapatillas ni actitud deportiva. Este hombre había surgido desde un rincón de un espacio lleno de personas que en nada le importaban.

         A la tarde siguiente, mismo lugar, misma hora, ambiente idéntico, más o menos similitud en el bullicio y en el espacio, el hombre apareció taciturno, con las dos manos en los bolsillos, con mirada fija en un abstracto infinito, vestido a su edad; atravesó pausadamente la plaza sin ser atendido en extrañeza o miradas por quienes ayer se asustaran, se sentó en uno de los bancos, sacó un libro y se puso a leer, sin preocuparse por la terapia de los abuelos en las tardes de la ciudad ni ofrecer el más mínimo desatino o desorden en sus gestos. Era un hombre en calma en un jueves de otoño que apenas aparentaba tristeza, solo  pasión por la lectura. Y nadie le miró y a nadie le destrozó su curiosidad.

 

 

         Ramón Llanes

martes, 22 de noviembre de 2022

COMO UNA QUEJA

 COMO UNA QUEJA

 

 

         Se ha ido. Me gustaría escuchar que un día cualquiera, siendo acaso amanecer o atardecida, el mundo se tumbara cuesta abajo por la ventana de atrás, a escondidas, desaparecer de la escena. Entonces tendríamos que dedicarnos a concebir, diseñar o imaginar otro mundo o un mundo de otra manera. Suponiendo que le llamáramos mundo, le quitaríamos público, suprimiríamos seres humanos, haríamos una colecta para montarlo sin miserias y le pondríamos una enorme zona azul para quienes quisieran vivir sin compromisos, una especial forma de anarquía consensuada. O no?. O que cada cual pusiera un material, cada cual un deseo, una idea, un proyecto, una emoción.

         Habría de ser distinto al actual pero ¿con qué molde lo haríamos?, ¿dónde está el mundo perfecto que estaríamos deseando construir?. El mundo que queremos inventar no está ni en la mente, no existe fórmula, no se compagina con una realidad como esta. Tendríamos que empezar a vivir de nuevo; nacer otra vez, comenzar a respirar, entender del aire, conocer el agua, respetar el fuego, amar la tierra; sería nacer de nuevo con la ética puesta y la limpieza de honestidad en los poros. O acaso no sería preciso volver a nacer.

         Pongamos que estamos de acuerdo, que hemos determinado un modelo útil, que nos servirá para desenvolvernos mejor unos con otros; si hemos sido capaces de “acordar” para nada será necesario volver a nacer o esperar otras generaciones, bastará con saber soportar el cambio, digo, en cada molécula de cada individuo, en cada letra del sistema, en cada milésima de cada pensamiento; ¡qué fácil¡, ¡ya lo tenemos!. La solución es cambiar cosas o cambiar todas las cosas, no destruirlas, solo cambiarlas, aprovechando lo bueno que tuvieran; ¡más fácil aún!, ¿por dónde empezamos?, ¿por cada uno de nosotros?, ¡genial!; Enrique, empieza tú. ¿por qué yo primero?. Y luego la farándula, el teatro, los actores, el telón que se cae, el público que desaparece y el mensaje, que se olvida.

         No me ha salido bien este invento, me pondré a protestar, escribiré con letras grandes y rojas “que me dejen vivir”; criticaré a quienes ejercen funciones de poder, dudaré mil veces más del asqueado sistema, me subiré a donde me vean gritar y me iré a casa cuando las horas de rebeldía me  limiten el tiempo; caeré dormido delante del plasma hasta que se me agoten los sueños imposibles y no me obliguen a renunciar al placer de vivir a mi modo.

         Ya no quedan hombres como yo, vean mis propuestas sin enredos y mi honroso equipaje; pónganse a buscar humanos de mi talla que sepan sentir las incapacidades de este grotesco mundo sin aquietarse siquiera un minuto con sus métodos y se reviente por sacar adelante sus propios privilegios. Lo dicho: no quedan hombres como yo.

 

 

         RAMÓN LLANES

lunes, 21 de noviembre de 2022

UN CUENTO

 UN CUENTO.

En un cuento la noche tiene su parte de luminosidad, el día su tinte de tiniebla, el arco iris presenta más de siete colores, los huesos pueden ser de madera y las flores de plastilina. También en un cuento aparecen príncipes donde no existen los príncipes y brujas con escobas de volar.
Esta realidad nuestra, vista con detalle y ojos abiertos, sin colocón ni anestesia, más se parece a un cuento; surge de cualquier rincón una tormenta, alguien pulsa botones de maremotos, las brujas se prodigan, a veces todo es blanco y las hadas tienen largo protagonismo mediático en un hueco que descalifica a la fealdad.
Nadie puede atreverse a asegurar que se trata de una curva de desnivel en el equilibrado mundo de los seres inteligentes, más se parece a un cuento. Nos subiremos mañana al trapecio a buscar el trébol de cuatro hojas, regalaremos flores traídas de las montañas mágicas, montaremos un circo de gigantes. Mejor que seamos de cuento.
Este tiempo no trae moraleja.

Ramón Llanes

HOY ES LUNES CASI DE VERANO

 
HOY ES LUNES CASI DE VERANO
 
 
También hoy me apetece
acercarme de puntillas,
bajar por la chimenea,
como si quisiera ser un “reymago” cualquiera,
y sorprenderte en la cocina
mientras preparas el fuego.
Y allí, compensarnos de la ausencia
que nos señala la espalda
y nos detiene la boca al completo.
Hoy es lunes casi de verano
y los pronósticos son extraños y baldíos,
secos y tristes;
no hay tiempo que nos apoye
ni estación que nos acoja
con merecimiento.
 
Ramón Llanes.

DE PRONTO

 DE PRONTO.

         Es aún muy de mañana cuando se me abre el apetito de salir al mundo, después de los pasos de noche y madrugada, aún con la mancha de los estigmas del sueño encallada en el inconsciente. Me encuentro con la calle, con las esquinas salientes, con el asfalto negro; me encuentro con el silencio de las personas que caminan sin remedio, con la prisa de algunos; me encuentro, de pronto, con niños despiertos sin compasión que insinúan frescura y futuro.

         De pronto llego al  final del trayecto, también tiene calles, esquinas, vida mañanera. ¿No existen bohemios voluntarios que la habiten?-me pregunto-; solo el suelo mojado me indica que algo estuvo insomne mientras yo dormía. Me arrimo a la encimera alta de esta misión de hoy a donde me traen a diario las obligaciones de supervivencia y de pronto no me parece que haya tocado la vida ni la meta, me parece solo que he conseguido rebasar un obstáculo y apuntarle horas a mi calendario en fase positiva.

         De pronto calculo las incidencias que me esperan y calculo cuánto de sorprendente puede restregarme el día, sin acaso desearlo. Y le pongo un botón de muestra emitiendo la primera sonrisa a quien me esperaba.

 

 

Ramón Llanes

domingo, 20 de noviembre de 2022

LA LEALTAD DE LOS OBJETOS

 LA LEALTAD DE LOS OBJETOS

 

                El voluminoso tiempo ha refrendado que no es otra la misión de vacar que cumplir con el trajín, el desasosiego, el ajetreo y la menestería. En la tarde del domingo todo volvió a su origen; quedaba atrás la semana consumida con la desmemoria de lo dejado y el pensamiento en las estelas de un futuro crecido en proyectos. No se recordaba, en la vuelta, el tizne de soledad, la ocupación anterior o los zapatos de diario, todo se resumía en una prisa inculta que quería custodiar el mensaje de distensión y la rancia diatriba del debate, en todas partes, a todas horas, sin remilgos ni causas. La semana fue perfecta en olvidos.

                Al abrir la puerta primera de la casa, después de un permitido período de ausencia en ella, hasta los ojos descuidaron la atención a los objetos que habían permanecido allí, solos, inmutables y en silencio, hasta que se oyera de nuevo el crujir de la cerradura que para ellos suponía la ansiada prueba del afecto. ¡Han llegado!,-pensarían- y algo ignoto les pudo punzar la inacción quizá para volverlos a la realidad, quizá para acreditarles que su utilidad confirmaba su existencia activa. Todos los muebles, los libros, los vasos, las sillas, todos los objetos de la casa, que estuvo cerrada en son de ocasional despedida, estaban en su sitio, ocupando su lugar sin una alteración sin un movimiento. Habían sido leales y nobles, sin exigir la recompensa por la guardia ni el pago por la quietud.

                Cuando las horas fueron poniendo orden en los sentidos y cuando se ocupó el sillón, se precisó la cuchara, se buscó el libro y todo estaba justo cumpliendo su tarea, el pensamiento cayó en la cuenta de la lealtad de los objetos y sugirió una mueca de agradecimiento o acaso una minúscula lágrima que como tales supone un reconocimiento humano a todo aquello tan útil que, aunque material, tiene su alma abierta al agrado y proporciona una paz no reconocida, tan sencilla como necesaria. ¡Han llegado! –repetirían- y volvieron a sentirse, al menos, acompañados.

 

                Ramón Llanes 

EL DESPERTADOR

 EL DESPERTADOR

 

 

         Observar con ternura el despertador puede ser una cursilería o un desvelo porque su materia induce al rechazo y su canto al dolor. Antes de él se extiende un manto oscuro que queda plasmado en plácidas dormidas, con susurros y silencios donde la noche inventa miles de sensaciones que los sonidos intrépidos de la máquina exacta de relojería vienen a romper de un golpe seco e infame que a su vez divide el placer en dos mitades, la una enternecedora, la otra tóxica. El día comienza sin alterar su ritmo, las campanas obscenas del despertador mandan en el único sentimiento vivo del ser en ese instante y le ordena se prepare para la batalla.

         Afuera espera un pronóstico de inseguridades, una gresca con la vanidad o una nueva ilusión surgida desde los sueños, -mucho antes del empuje a la vida-, y apenas el esfuerzo tiene rango y a poco que un descuido se inyecte en el somnífero, la almohada se presta al sosiego y atiende esa inconfundible gana de volver y los ojos sin deshincharse simulan una parsimonia de cansancio, hasta que la insistencia del inquieto despertador -que siempre llama dos veces o tres o veinticuatro- obliga a tomar conciencia de una impuesta y no aceptada realidad.

         La alcoba será luego un desierto de normas y las cuerdas darán paso a las horas sin avisos ni consejos, la inercia del tiempo pondrá el rigor mientras dejará su mundo de sonidos el aparato molestoso que adorna la mesilla con su vulgar tono de insolencia.

         En el despertar del sábado los tiempos juegan de otra manera, no existe premura que corresponda atender, las ventanas cerraron su luz a la estancia, los proyectos se fueron durmiendo en el calor perezoso de la noche, las bridas de la puerta están forradas con acanto pero en tan sabroso dormir, -por las razones que nadie sabe-, el despertador vuelve a sonar con la misma voluntad, a la misma hora y se inventa el mismo canto de siempre para organizar el día, sin conocer que el sábado se cambian las costumbres y advirtiendo que alguien se olvidó de ponerle mordaza a la campanilla del despertador.

 

Ramón Llanes. 

IMPOTENCIA

  

 

IMPOTENCIA.

 

 

         Nuestras vidas están colapsadas de momentos de impotencia. La sentimos cuando necesitamos la lluvia y no se deja caer, cuando pedimos una cita médica que nos atrasan, cuando llevamos prisa y nos toca un atasco de tráfico, cuando alguien cercano contrae una enfermedad y no encontramos la respuesta de la curación, cuando nos ahogamos en un asunto económico que no tiene perspectivas de solucionarse, cuando se nos caen encima todos los mundos por la pérdida de un ser querido.

         Nos sentimos impotentes, pequeños, inútiles. Nos arrepentimos de no haber aprendido a ser más sabios, nos castigamos por esa impotencia, y quisiéramos ser dioses esporádicos para diseñar un milagro en cada instante. 

         Nunca, en tales circunstancias, caemos en la cuenta de nuestra condición natural, de nuestras limitaciones  y de nuestra escasa posibilidad de recursos extrasensoriales. Pero somos humanos que ya es bastante.

 

 

 

                                                          

                                                                       Ramón Llanes

sábado, 19 de noviembre de 2022

HAGAMOS LA GUERRA

 HAGAMOS LA GUERRA

  

            No son buenos tiempos para la paz, hagamos la guerra; pongamos grilletes en las esquinas, despropósitos en el afecto, veneno en los besos, insolencia en el trato, estupidez en las relaciones; pongamos aguarrás en el vino, intolerancia en los modos, bronca en las tertulias, gritos en los silencios, maldad en las miradas; pongamos odio en el aire, pongamos ineficacia en las tareas, pongamos sombras malditas en la luz, pongamos engaños en el negocio, pongamos tristeza en el amor. Pongamos envidias y sustos y bullas y zancadillas y desprecios, pongamos, en este mundo nuestro, todo aquello que conduzca a tributar honor a la guerra o pongamos políticos que estén enmarcados en el belicismo y démosles poder, más poder, mucho poder, para que puedan, a su antojo, declarar la guerra a los pobres, a los homosexuales, a los artistas, a los inmigrantes, a los enfermos, a los macarras, a los universitarios, a los cultos, a los filósofos; prestemos nuestra conciencia para que con ella fortifiquen los saldos, custodien los tanques, compren bombas y acechen de manera continua a otros seres, aunque no sean enemigos, aunque nunca fueran enemigos; vendámosles la libertad para que inventen naufragios, desapariciones y muertes; hagamos que sean exactamente  nuestra pasión y entreguémosles nuestra verdad para que limpien el mundo de seres contrarios a sus pensamientos y para que nos consigan un cielo azul eterno para nosotros y una tierra espléndida, falaz y suntuosa para ellos. Hagamos la guerra que les interesa y miremos nosotros a todos los lados distintos de donde se deslizan las bombas; dejemos que lloren quienes no son de nuestra cuerda y que se destrocen de miseria y se mueran despiadados por esta civilización sensata donde no tienen cabida los sueños ni las utopías ni la paz.

            Sigamos sin desmenuzar la lealtad aprendida y sin prestarles la palabra para que la usen y aspiren a estar en perfecta complicidad y consonancia con los seres que componemos esta linda huerta de frescas ideas de concordia donde no se crían ni crecen las venganzas ni los verdugos ni los odios ni los fusiles. Sigamos jugando a soldaditos entrando en sus campos de batalla y en sus aviones de combate, sigamos aplaudiendo los telediarios que anuncian embestidas, sigamos votando discordias y armas hasta que quede el suelo en un imperecedero dolor, sigamos ignorando las consecuencias pretendidas de la paz y estaremos haciendo la guerra.

 

 

            Ramón Llanes. 

DONDE HABITA EL OLVIDO

 DONDE HABITA EL OLVIDO

 

         Se ha hecho la olvidanza humana aliada de un tiempo devastador y prepotente, acá por estas tierras con solanas rojas y paredes auríferas, hasta enterrarlas en la conmiseración de la desidia y la dejadez, hasta decrecerla de orden, -mas nunca de belleza-, hasta volverla aprensiva o inútil y hasta caerla a la ingravidez de lo inservible.

         Así, todas las tierras nuestras, aquellas de minas que dieran crema de esplendor y progreso, aquella tierra de gloriosa magnitud y riqueza, aquella misma, aparece ahora desnutrida y herida por el tremendo aguijón del olvido. Las estaciones de los ferrocarriles aparentan más que una soledad de inoperancia; los talleres son vagos recuerdos de un pasado imposible de adivinar a través de los residuos; las locomotoras apenas unas pocas se han salvado del descuido; las cortas están ahogadas por el agua grao que el tiempo ha ido llenando; todo el paisaje enseña un hálito de desolación incomprensible que hace caer al alma un polvo de dolor que nadie cura.

         Pero aquí, -donde habita el olvido-, las piedras tienen nombres, las paredes tienen su historia, los raíles rotos su gloria tienen, las minas inundadas llevan su vida dentro. El recuerdo es más pretencioso y más solvente que el olvido y quienes se nublaran de nostalgia y quienes perdieran por allí todos los sudores, andan avezados a los barruntos que transmiten las entrañas y ni se pierden un olor, una voz, un suspiro o  acaso un miedo pequeño que desde abajo anuncie tiempo de impulsos. En eso andan los viejos sabios de los sitios de minas, a pesar de todo.

 

         Ramón Llanes. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

YO NO QUIERO

 YO NO QUIERO

Yo no quiero la paz del mediodía
que llega mal vestida
por culpa del dolor.
Yo no quiero batallas y porfías
que en el tren de la vida
se suban con rencor.
Yo no quiero sobeos ni manías
en almohadas frías
de alcobas sin rincón.
Yo no quiero comprar melancolías
a mujeres perdidas
en calles sin neón.
Yo no quiero pistolas encendidas
ni muertes de oficinas
ni guerras por honor.
Lo que yo quiero son pizcas de alegría
con verdades servidas
en suertes del amor.
Lo que yo quiero, enamorada mía,
es comerme tus días
con sobrada pasión.

Ramón Llanes

miércoles, 16 de noviembre de 2022

ABUELOS

 ABUELOS.

 

         Hace poco, en un arcén de una carretera cualquiera, aparecía un viejo con cara de alegría esperando a una familia que nunca llegó. En un asilo de cercanía, honroso y noble hasta más no poder, dejaba su último suspiro el más anciano de la comunidad, cumplidos los ciento cuatro y leyendo sin gafas y utilizando la memoria como su mejor recurso, pero se tuvo que ir, por imperio de la ley natural. Ayer supe que Rita se estremecía en las soledades de su casa y quiso desaparecer de soslayo, como había sido su designio. Dicen que se le fue la cabeza, enfermedad muy en uso, a Lola la grande, señora de poco más de setenta que llevaba para adelante 8 hijos suyos, los nietos de rigor y los parásitos de siempre que buscaban el puchero y el cariño y que siempre tenían con Lola la grande. Y resulta que también está en las últimas.

         Y luego dicen que solo se van los buenos y que los malos se meriendan aquí todos los calendarios. Y se oye que la justicia no otorga valor a la humildad y al amor y también se oye que la justicia no tiene que ver con todo esto. Pero los abuelos se rinden antes de tiempo en el primer hospital, en un asilo luminoso, en el geriátrico de moda, en el banco de enfrente de casa, en el casino o en ningún sitio; se rinden sencillamente porque las cosas no están para batallas o porque intuyen carencias.

         Y me llega que a los ochenta se le ocurrió a Lozano comprar unos libros en setiembre para matricularse en Historia y lo ha hecho con las agallas de un chaval y ahí está peleándose con los apuntes e intentando sacar pecho y memoria suficientes como para alcanzar su meta.

         Y me temo que miles de historias de este tipo son comentarios de día en día por estas laderas de nuestra sociedad, en donde la culpa de lo peor la tiene Dios y de lo mejor, nosotros. Y otros piensan que Dios no se mete en estos berengenales.

 

 

                                                    Ramón Llanes 

lunes, 14 de noviembre de 2022

HISTORIAS DEL VENTORRO

 

HISTORIAS DEL VENTORRO

 

Había una gaita colgada, siempre lo recuerdo, una gaita encima de una foto antigua de la virgen, quizá de finales de cualquier siglo; Alonso lo conservaba todo como lo dejara su padre y antes su abuelo, el ventorro no tenía nombre, solo un eucalipto grande en la puerta, un pozo con brocal de laja, un cubo de zinc, unas “estreores” y un banco de madera de encina, todo eso en una especie de jardíncillo o patio con horno al lado, luego la entrada, un saloncete misericordioso, unas mesas con astillas crónicas, poco más de cuatro sillas de enea, un suelo de tierra y una imagen grande de la Peña con dos velas en una hornacina al fondo a la derecha; acá, a la izquierda, el mostrador y acaso encima dos gaseosas y una botella de vino además del aguardiente; eso era el ventorro, pura efigie del Andévalo profundo, a media legua de la ermita en dirección al sur, hacia los campos bartolinos ya de menos jaral y de terreno más arenoso.

Por allí era obligado el paso de los peregrinos y necesaria la parada, nunca faltaría un gallo para las menudencias del hambre si se terciara echarle humo a la anafe y tueros a la chimenea; Alonso y Sampedro eran justos los propios para remendar el cansancio con sustancias de buen agrado y mucha “alicantina” en la mejoranza de la conversación, para eso estaban allí día y noche, dulcificando la vida y calmando al tiempo, entretenidos en resolver las emociones que se fueran produciendo, como dos ermitaños más a medio camino entre El Cerro del Águila y todo lo demás del horizonte.

Y allí me contó Sampedro que conoció a Alonso un martes de Peña después de haber cumplido sus ritos devocionales con la Madre y dirigirse hacia sus lejanías; allí sentó una noche su disposición, se hizo a la silla y durmió sin dormirse atenta a los cantes de gente de los alrededores que cubrían de tal manera un caminar que a oración también pudiera parecerse. Y fue cómo Sampedro se fijó en la ternura de Alonso, en sus modales y en sus sosiegos y se quiso enamorar de pronto como si lo hubiera estado buscando en todos los sitios; y hubo de encontrarlo en el ventorro una noche aun con olores a súplicas y a mayordomos nuevos, a poco más de media legua del sagrado lugar y que por mor del destino y del amor se quedó con él en la soledad del suelo de tierra y se hizo a la costumbre de alegrar peregrinos y vivir en la plena satisfacción de sentirse otra. Y así llevan como cincuenta o más años, que ni ellos lo saben.

Pasó mucho tiempo y ahora mismo dudo, mi memoria es deficitaria en algunos recuerdos pero lo de la imagen de la Peña en la hornacina no me permito olvidarlo.

 

 

        Ramón Llanes. (Para La Balsita 2022)

domingo, 13 de noviembre de 2022

COMO SI TAL COSA

 

 

COMO SI TAL COSA

 

Con la botijilla verde al hombro, el vino de la Virgen, las galanas, el sol oliendo a pueblo, la razón más profunda en la ansiedad, la conspiración amable con la liturgia, como si el tiempo se hubiera escondido en la Ermita de los Mártires y estuviera esperando el primer canto y la insinuada bulla, todo como una oración nueva; como si aún vivieran los de la quinta del 20 y los seises fueran ancianos hechos niños para la ocasión, como si el relente confiara en el día para producir las apasionadas calenturas por la cuesta abajo, como si todo tuviese una armonía endiosada de humanos y no hiciesen falta los calendarios o como si el paraíso se hubiera trasladado hace siglos al espacio tan amado de Sotiel y no quedara otra gloria más sana y beneficiosa que la devoción. Como bienaventurados escogidos para el privilegio de la Traída, la Procesión y la Llevada, como adeptos al esplendor de las campanillas, figurantes en el paso, protagonistas del trajín del abrazo, como si volvieran los mismos vencejos de antaño y como si no hubiera muerto Román y rezara enseñándonos acordes, susurrando su melodía al misterio de Coronada; como si no hubiera tenido recortes la vida.

Como si el todo solo fuera una boca gritando esperanzas, como un renglón seguido sin puntos ni márgenes, como la superación del miedo por la fortaleza de la identidad del linaje, como si nadie hubiera vuelto a respirar desde entonces hasta ahora y en una explosión de admiración se recondujeran los ritos de Calañas al mismo instante en que fueron ocultados y exista una respiración colectiva aguantada y orgullosa para inventar la plegaria infinita en honor a la historia.

Nada se ha perdido, mirad las cosas, acariciad las jaras, contemplad en las facciones de los niños los mismos gestos de los abuelos, recordad el rezo, tocad la guitarra, amaneced donde la luz tenga a bien poner su sombra, subid  y bajad, estad atentos a las campanas y olvidad el tiempo, que en esta profusión de conductas amables la vida produce un genio único sin necesidad que los ciclos anuncien el amor a la Madre; sigan soñando las esquinas, pensando los hombres y galaneando grandeza las mujeres, como si tal cosa.

 

            Ramón Llanes. (Coronada 2022)

 

ASOMOS DEL MIEDO. UNO.

 
Uno.-
 
¡Qué extraños los lances
que no se agrietan
en las venganzas,
renuevan los odios y
aplauden
como golfos
ideas de sumisión!,
¡qué extrañas las formas
de dios
para dominar
los sentimientos!,
¡qué extraños quienes
se anuncian
para ser inútiles
en cualquier verdad!,
¡qué extraños los perros
que saben más
de lo que cuentan!,
¡qué extraño el efímero goteo
de amabilidad
que inventa el mundo
para ocultar
ingratas insolencias!,
¡qué extraño el amor sin tí!.
 
Ramón Llanes. (De ASOMOS DEL MIEDO)

 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

LA ESPERA

 LA  ESPERA.

 

 

         Parece un paraíso pequeño, con sol a muchas horas, arboleda abundante, brisa cálida, lluvia dulce, vida y luces color azucena; lo más parecido a un paraíso. El viento es una música grave cuando entra por los montes y aguda cuando se deja silbar por los llanos; la paz es un don continuo sin necesidad de trabajarla, sobran excelencias y no se conoce la mediocridad.

         Los ciudadanos conocen la generosidad de la tierra, a la que adoran, no saben de miseria y el reloj es un compañero de estancia que camina al tiempo de todos. Al pequeño paraíso lo circundan dos bellos y caudalosos ríos que ofrecen agua y sosiego.

         En este lugar tan parecido a un paraíso alguien sufre por un amor imposible y la larga espera le ha cancerado el alma viviendo en una indeterminada melancolía como si fuera un héroe desterrado. Y en esta noche de luna llena se bebe a solas su ración de veneno y se duerme en la hoja de un poema que anunciaba su dolor.

 

 

 

                                               Ramón Llanes. 

CURIOSAMENTE

 

 

CURIOSAMENTE.

 

         Son las tres menos mucho, no llueve, no amanece ni falta que le hace, el solar cárdeno huele a marisma, el agua huele- curiosamente- a luz. Se refleja en la balsa y alisa el tiempo de la bocana. Gusta la mar en temple al observador; es la recompensa a tanto forzar los ojos, primero en la charca, en el oleaje luego, recompensa sin enredos.

         Al otro lado, acá, -digo-, corrige el último examen la profesora de veinticuatro años que nunca supo de espumas y mareas; el tema refiere literatura en ciernes, niños aprendiendo acentos -curiosamente- sobre la mar tan cercana. Para ella es nuevo el lugar, vino a sorprenderse de enseñar, vino a soltar cuadernos y buscar novio o a soltar novio y buscar cuaderno, que a la postre son la misma cosa, mientras fisgoneaba en sus ratos de ocio los edificios viejos de la ciudad. No encontró centro antiguo, ni monumentos importantes, ni patrimonios de renombre, solo era una ciudad pequeña con un baño de mar en las espaldas desde que se conocen los tiempos.

         Los niños le describieron la mar, aquella tarde a las tres menos mucho, en metáforas y con gracejo de marinería, en luto y en bullicio; los niños sabían de los colores de la mar y de su grandeza y de su misterio, nadie alertó aversión ni prisa, la mar estaba fuera y en casa todos los días del año y todas las noches.

         Cuando se fue aquella tarde sucedieron miles más, por ejemplo, hasta que los niños fueron tan profesores como la chica de los veinticuatro y se sentaron en su lugar. En una clase sobre la mar, de la misma ciudad húmeda sin centro ni patrimonio, el niño de la tarima-ahora profesor- quiso distinguir su entorno y pidió descripciones de oleajes y arenas y marismas.

         Curiosamente se cumplió la paradoja más triste, los niños estaban, jugaban, tenían hambre o ganas de correr, mordían la paz con los dientes ingenuos, se saciaban de todo, presumían de libertad, enciclopedias sin abrir, horror por nada, manías por la calle pero se turbaron por la osadía del profesor al pretender descifrar conocimientos infantiles sobre la mar cercana. La mar era un espejismo que solo servía para gozarla en verano y poco más.

         Pudo sucumbir el tiempo pero ella se movía con pasos de agua y precedía los aconteceres tanto como a las tormentas. Curiosamente no se marchó el reloj ni el vicio de las olas, la profesora corregía a las tres menos mucho los exámenes mientras decidió entretener sus pensamientos en la danza marina del atardecer, aquí en la ciudad hallada a la que vino por pereza y sin inquietudes. Y la mar se le enganchó tiernamente en la piel y de allí a los adentros y vaya usted a saber si la profesora volvió a preguntar por edificios antiguos, casco viejo o patrimonio.

 

 

 

 

                                            Ramón Llanes

martes, 8 de noviembre de 2022

SIN OLVIDARTE

 SIN OLVIDARTE

Nieva incomprensión aún en otoño,
suena la tormenta,
rompen los fríos esta conformidad,
tiembla el pulso del cirujano,
se invierte la carga de la prueba
y condenan al inocente, aún no es verano,
pierde un menor la inocencia
por la culpa de un mayor malvado,
mientras pasa por aquí la vida sin olvidarte.
Ya no queda tiempo para rezos ni pasión para otra aventura,
los sueños tienen un límite en la almohada
y se rompen las siglas del sentimiento
por la canción constante de la distancia;
queda humo en la atmósfera,
no se curan las ovejas,
no madura la lealtad y es otoño en cualquier alma,
mientras pasa por mí la vida sin olvidarte.

Ramón Llanes

LA CALLE

 LA CALLE

 

 

            Una melodía especial tiene la calle, el sonido huele, el olor es música, el color se extiende a los pasos que damos, nos persigue, nos ilustra, nos embelesa; la calle posee ese encanto de libertad que no conceden las paredes ni las ventanas, la calle conduce a todos los caminos, está envuelta en tránsitos y calmas, se hace cada mañana, se respira sola, se amedrenta de los que la requieren sin respeto y se fuga del ámbito como una mariposa que se esconde en su nada efímero. Consumir la calle es crecer en sensualidades, es aprender a estar despiertos el trecho largo de la convivencia, es pasear por los ojos de las gentes y entretenerse en la jerarquía de una ansiedad dispuesta al impulso o la espontaneidad; se fraguan en la calle los avisperos del negocio de entenderse y se enfunda cada cual su delirio por haberla pertenecido y haberla obtenido plena de sustancia en tan solo un reguero de andares por la placidez de estos ígneos columpios de estancia que son por extensión la grandeza de la calle.

            Acaso pueda ser el soplo necesario para constituir la inspiración o la armonía que se estaba buscando para no se sabe cuántos plenos de aciertos; a veces absorta, a veces pendiente, el vestido de la calle aparece como la sombra del paseante y está en la prisa y en la conversación, se desacelera o se hace bulla hasta obtener esa escondida verdad que quizá se deslice por los zapatos o las prendas y  advierta a todos del vicio de teatralidad que la define.

            Puestos a considerar el legado de tan versátil escenario, interesa pulirse en soportales, adoquines y losetas para acostumbrase a no disimular el desconocimiento de la calle como un parvulario que por primera vez la saborea. La calle tiene también sus códigos éticos creados en su aire, escritos en su compleja identidad y que a la vez sirven de soporte a la idiosincrasia de su ciudad o pueblo. La calle hace que los vocablos, los gestos, las formas e incluso los sentimientos de un núcleo concreto sean parecidos en gran parte de su contexto. Los seres que habitan la frecuencia de la calle se parecen en el habla y en las ilusiones, se corresponden en el trato y se estimulan por moldes similares. Acaso la calle sea exclusivamente la vida.

 

 

            Ramón Llanes. 

lunes, 7 de noviembre de 2022

MÚSICA DE IZQUIERDA

 MÚSICA DE IZQUIERDA

 

                Tiene la historia escrito en sus más conservados recuerdos esa especie de aversión por la música de los partidos conservadores o de derecha, dado que a partir de los años sesenta la música, en casi todas sus expresiones, se configuró como un signo de rebeldía y protesta contra las sociedades acomodadas y contra los sistemas que alentaban desigualdades, oligarquías, dictaduras o procesos dinásticos alejados de las democracias. El mayo francés del sesenta y ocho consideró la posibilidad de la creación del bienestar con bases distintas a las conocidas hasta entonces, los artistas en general y los músicos en particular se unieron a esos principios y formaron grupos de opinión dejándose oír y fomentando causas de libertad que fueron seguidas por una juventud ávida de cambios.

                La derecha nunca perdonará esas actitudes que propusieron reformas y repulsa a sus privilegios, la derecha siempre graznó cuando los ídolos cantantes, pintores, actores o escritores tuvieron aprecio y seguimiento en las sociedades. Siempre fueron despectivamente elementos de la farándula que se alejaban de las normas y preconizaban el mal vivir y peor obedecer y supusieron una molestia orgánica que impedía el imperio de las clases; los grandes de nuestra gran historia fueron objeto de ese rechazo de los conservadores y muchos tuvieron que huir a mantener la vida en otros lugares menos codiciosos de artistas. La derecha siempre  arremetió contra ellos, eran los enemigos de sus caudales y de sus avaricias, nunca la derecha perdonó a la música ni siquiera al arte.

                En estos días toda esa “vil farándula”, como algunos mandones la llamaron, hizo música de silencio para, de nuevo, mostrar su inconformismo contra el alto porcentaje que el gobierno actual asigna al impuesto del valor añadido, muy por encima de la media de otros países y claramente perjudicial para el consumo de productos de cultura como cines, teatros, música, etc. Es un castigo, no es una necesidad de estado. Estos dirigentes estarán siempre atentos a utilizar sus armas para aniquilar previsiones y esperanzas que entren por la izquierda, definitivamente y a pesar de los signos de evolución a la derecha no le gusta la música ni apostará por la cultura. Sin paradoja.

 

                Ramón Llanes

LA INSOLENCIA DEL OLVIDO+

 LA INSOLENCIA DEL OLVIDO

Habíamos olvidado las formas de escribir y los acentos;
los números primos
y la costumbre de lavarnos las manos
antes de comer se olvidaron al poco de aprenderlos;
la melancolía de una tarde de lluvia
ha dejado de tener vigencia en la memoria.
Recordemos, sí, los nombres de los miserables
que insertan discordia en la mediación de vivir
o recordemos el pacto de agresión
de quienes les sacan partido al odio
o recordemos que la muerte en África es un hábito;
recordemos todo eso
que es ignominia y fracaso,
que recordar no duele ni enriquece.

Ramón Llanes.

INVENTARIO

 INVENTARIO

El gusto por el orden lleva a un recuento habitual por el cuarto de consignas, un repaso a lo guardado, a lo banal o a lo perdido, una ligera curva después de tanta recta, quizá para encontrar algo o no extraviar del todo lo menos usado. El inventario de las cosas precede con frecuencia a una sorpresa y la sorpresa es un encanto que genera un halo espontáneo de alegría. Poca mengua de agrado pone tal acción en nuestro más íntimo entorno.
Luego de curiosear las líneas alargadas de las manos y comprobar el trazado actual del horizonte, el sentido egregio que cada hombre transporta exige una evolución positiva del quehacer y para tal tarea ha creado el subconsciente este medio actuarial llamado inventario, al que cualquier carácter puede apuntarse sin cuota módica ni insolación, solo bastando una afirmación tácita que desemboque en la acera de la curiosidad un poco y en la del restablecimiento de los poderes patrimoniales otro poco.
El dogal de la decadencia o aquel de la desidia ponen patas arriba el suelo del espíritu y al entrar, -después de tanto descuido-, se encuentran mecedoras en la cocina, hojas en el aire, miedo en la alcoba y tristeza en la puerta. De ahí su conveniencia.
Ramón Llanes.

domingo, 6 de noviembre de 2022

OTRA VEZ LOS MALVADOS

 OTRA VEZ LOS MALVADOS

Que no vuelvan los días
a cerrar sus ojos de crepúsculos
con lágrimas por una nueva víctima,
que no sea más tiempo, tiempo de mártires;
que se pudran el hacha, el fusil y la sinrazón;
que los días venideros quemen
la malvada voluntad de los malvados;
que vuelvan a ser días de esplendores todos los amaneceres.
No haya hombre que coarte,
apunte, hiera o condene a mujer alguna,
no haya quien apoye insidias ni intolerancias.
Acaben en el desecho los gérmenes
de seres capaces de cercenar los futuros
y que sea para estos, como peor castigo, la culpa del olvido.
Y vuelva a ser siempre día de fervor
y pleitesía plena a la mujer,
como ayer,
como para todos los tiempos que han de llegar
con las consignas de la concordia
en sus estigmas de verdad.
Ramón Llanes

CALCETINES

 CALCETINES


A la izquierda del cajón de la mesilla
hay un oscuro placer de rebuscos silenciosos,
todo parece muerto o perdido
en una nada destructible;
pasan minutos y días y años
y la soledad no se inmuta ni el miedo le inquieta,
el trajín está en otros lados de la casa
y en otras partes de la alcoba.
Cuando la mano solícita
toma cuidadosamente la ración de calcetines para la jornada,
el ambiente se muestra alegre,
pierde su opacidad, se despereza;
los bultos toman formas de luz
y pierden el color a sombra sostenida.
Los calcetines vuelven a la vida,
a una vida de abajo,
a restregarse por la piel despierta,
a calentar las manos de los pies
y a preservar de insolencias
la humanidad más oportuna del amo.

Ramón Llanes.

AMOR CONTADO

 AMOR  CONTADO

 

         Cualquier sentimiento de felicidad, alegría o emoción experimenta un salto cualitativo y aumenta si es contado o compartido con alguien, de igual manera que cualquier sentimiento de dolor o pena disminuye al ser también contado o compartido. Dedúzcase que a pesar del arraigo como seres individuales que somos, tenemos esa cuota impresa de solidaridad de la que unas veces hacemos gala y otras reprochamos.

         Cuando pienso en mí, me cuento cosas que me elevan mi nivel de autoestima y las menos de las veces, al pensar en mí, me vienen recuerdos o pensamientos que me derrumban. Estoy en esa línea irreal de la incomodidad unos momentos y en la otra de placer, otros momentos. Cuando pienso en tí, amada mía  o tierra mía o madre mía o sueños míos o patria mía, recupero mi estado más natural y acuno todas las formas de esperanzas, todos los proyectos, todas las palabras de buenas entrañas y lucho o escribo por agradarte; eso intento cuando pienso en tí.

         Cuando pienso en nosotros le pongo un subrayado en rojo cálido para que podamos prescindir de flecos que hielan el alma de todos y de sustos y soberbias que sacuden nuestro interno suburbio de paz. Y sé que nosotros somos el alimento germinal de este amanecer llamado vida.

         Este sedimento de amor o millones más que se están convirtiendo en felicidad ahora mismo en lo más honroso de los sentimientos míos o en los tuyos o tal vez en los nuestros, es mi cuento de ahora para conseguir que compartiéndolo, se exceda en aumento y eleve el sentido más puro de nuestra realidad. Hagamos constar nuestro desprecio por el hedor de la pena que nos subyuga o contémosla también para que se desmerezca a sí sola, disminuya y desaparezca de nuestro panorama de luchas.

         No sé si pensando en nosotros lograremos diseñar un zaguán más amplio, con mejores escaleras, mejores gentes y más amorosamente soleado que este viejo que  ahora tenemos; yo llevo años en este empeño.

          

 

 

         RAMÓN LLANES