RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 30 de enero de 2019

CUÁNDO


 

          CUÁNDO

 

 

Cuándo vendrás con nosotros

a la estiba de los sueños,

a cribar las pesadillas del mundo,

cuándo estarás listo, mar, para invadir

las crecidas insanas del discurso necio

o cuándo tú pensarás que es el límite.

Pareces la copa llena

del verso incapaz,

huyes del prestigio, alimentas de alimañas

el sobrante de los poderosos.

Te esperamos, tierra arriba, para enloquecer

conciencias y separarnos contigo

del miedo al agua, mar in verso.

 

 

 

Ramón Llanes. MAR IN VERSO.

A TI MUJER


A TI, MUJER

 

Tú eres mujer y yo soy hombre.
Los dos somos seres humanos adscritos
a esta doctrina de vivir.
Los dos somos alternativa y complemento.
Los dos navegamos a la par,
hacemos la misma singladura,
andamos por la mar y los caminos,
nos bañamos en el sol que nos alumbra,
vamos con la cara de paz por las tierras que nos nacen,
tenemos el prestigio de saber amarnos.
Ya no somos tú o yo, ya somos tú y yo;
seres dispuestos a no carecer de esperanzas.
Mujer, amiga, compañer
a, amante, esposa,
inspiradora,
para que desde tu tesis sea yo el hombre que amas,
el que esperas, quien te inspira, el compañero,
el amante, para que siempre seas tú
la mujer que amo, la caricia que espero
y nunca seas de mí la dueña ni yo dueño de tu alma.
Así, los dos, con la garantía de comprendernos
que nos da nuestro mutuo respeto
 

 

Ramón Llanes.

ALGO DE AMOR PENDIENTE


ALGO DE AMOR PENDIENTE.

 

 

Todas las fechas clavadas en la memoria,
cada beso, cada palabra,
cada respiración;
todas las fechas aprendidas.
Largas orillas de recuerdos
entrelazados por ti,
todo el calendario-mar
de mi febril pensamiento.
Y retinas en las manos,
dedos en los ojos,
boca en los pies,
esperando jugar contigo
a las nostalgias
y sabiéndome entregado
hasta no entender
qué más puedo amarte.

 

Ramón Llanes.

martes, 29 de enero de 2019

SOPA DE LETRAS


SOPA DE LETRAS

 

 

 

Gemir, cantar, amar, llorar, perder,
sentir, volar, nadar, saber, vivir,
callar, hacer, comer, estar, parir,
soñar, ansiar, ganar, mirar, volver.
 

Tiempo, alba, amor, nube, mujer,
copla, corazón, sueño, calcetín,
mesa, espuela, libro, serpentín,
caldo, calma, soltero, veintitrés.
 

Prisa, son, soledad y alferecía,
olvido y dolor del pensamiento,
la luz no tiene hambre todavía,
 

se escriben emociones con acento,
se adormece  la paz sin alegría,
 la sopa es la letra de este cuento.
 
 
Ramón Llanes.

DIÁLOGOS SOBRE LA TIERRA


DIÁLOGOS SOBRE LA TIERRA

 

 

         No empezaremos por el principio. Cuando aparecimos en este descampado estaba todo a medio hacer, ni semáforos ni cortinas ni costumbres, una imitación burda de una realidad buscada; los hombres crecieron en proporción al lugar de nacimiento y trajeron el color de los continentes, los pájaros eran libres, el agua estaba suelta y los árboles inundaban casi todos los territorios sin límites a su poder; incluso los volcanes rugían y soltaban lavas ardientes a capricho, ocupando espacios y destruyendo ambientes. No era esto el paraíso.

         Con la voz de mando de los hombres, se colgaron los rieles, se hicieron los caminos y se promulgaron leyes acordes con las órdenes necesarias para dominar la tierra. No preguntaron el tiempo que llevaban los árboles ni la edad de los mares, construyeron mares y cortaron árboles, sembraron flores y aniquilaron especies, no era correcto dejarse invadir por razones malignas que perjudicaran la faz que se había conquistado.

         La tierra tiene ese aire moderno y dúctil que la hace más bella, ha ascendido en prestigio en el sistema planetario y es respetada en las constelaciones. Ninguna más altiva y mejor cuidada que ella, la tierra goza de todas las excelencias y de todo el glamour de los hombres. En poco, con unos retoques en los ojos, un vestido para ocasiones de lujo y una luz que le ilumine el contorno, estará acabada para la felicidad de sus creadores. La mano y la inteligencia del hombre han moldeado una figura artística en la tierra, un lugar perfecto para vivir, a cambio de nada. Cuando el universo pida explicaciones consentirá otra catástrofe o acaso la llevará al otro extremo para librarla de experimentos humanos.

 

 
         Ramón Llanes.

domingo, 27 de enero de 2019

EL POZO DE LA FALSA


EL POZO DE LA FALSA.

 

 

Carmen recibía compaña y amor en aquella soledad de las minas, soñaba su romance no hallado, carecía de relación sentimental a la manera clásica y se valía de la noche para regar sus emociones con lances furtivos; un hombre le agigantaba su pasión estremecida porque los tiempos no consentían el adulterio cuando el adulterio se convertía en el más necesario de los pecados. Las noches taponaban los ruídos y se hacían silencios los besos y las palabras, únicos cómplices de un delirio humano imperceptible para los demás y gozado por ella con la intensidad de los enamorados.

Carmen tuvo en sus manos un destino impropio y fugaz, le concedieron la otra paz que no deseara, renunció a los medios y a la moralidad ofrecida, a sangre y valor apañó su anonimato con entregas, su timidez con valentía y su fuerza se forjó de una intensidad inigualable para seguir rozando los labios amados en esas oscuridades a donde la luz no alcanza.

Pedro se le acercaba a cada atardecer, dejando atrás compromisos de esposo en otro hogar, y vivían juntos, con misión de recelo, las horas que los sueños otorgaban tranquilidad a los vecinos, para inventarse justificaciones o perpetuar el amor.

El tiempo se hizo con ellos testigo y compañero. Conspiraba desde el ocaso al amanecer osando otorgarles prudencia y ánimos, que solo el tiempo sabe conceder tales bienes.

Mucho después oyeron el llanto abierto y libre de un niño que nacía envuelto en pañales de asombro. No tuvieron el pulso justo para solicitar del tiempo más complicidad y quedaron rotos de miedo, en un cuartucho de soledad, en una tormenta de culpas que predecían. No cabía otro desenlace que la nada.

Y ya en la noche devolvieron el niño a su sueño de agua dejándole menos libre, hasta que el pozo le tragó el llanto extenuado y el recuerdo quedó en un fugaz pensamiento dolido por Carmen.

No existe la memoria en los vecinos después de la condena para ambos pero se le llama aún el pozo de la falsa sin apenas creerse si todo fuera verdad o leyenda.

 

 

 

 

 

 

                                                                     Ramón Llanes. 15.12.02

FANDANGO. CAMBIA TU MUNDO POETA


viernes, 25 de enero de 2019

EN ESTA HORA


EN ESTA HORA.

 

 

Las horas de mirarte se me acaban
y quisiera que las horas de mirarte
esta tarde de sosiego me empezaran
y se fueran al desdén de los desechos
todo el lastre de las horas sin mirada,
todo el limo de los párpados caídos
por la ausencia, en mi alma  solitaria.
 

Las horas de tenerte se me cansan
en un reloj temblón, sin minutero
que ha dejado de sonarse la campana
de los sueños que a nosotros nos traía
y a nosotros dulcemente nos tocaba,
para sonar ahora con tristeza
a eso que en amor se la llaman circunstancias.

Ramón Llanes.

EN ABRIL CONMIGO


 

EN ABRIL CONMIGO

 

Muérete en abril, conmigo,
tiempo, ensoñación, mujer, quebranto,
alféizar, caldo, hembra, efe,
sordera, afasia, disloque, anemia,
cántara, amor, causa, lisonja, espejo,
muérete en abril, conmigo,
catarsis, solo para entender
a qué juegan los dioses
cuando nos olvidan,
para iniciar antes todos los abriles
que le sobran al tiempo,
para recitar sin náuseas a la oscuridad,
recitar mirándonos vivir. 
Muérete en abril conmigo, vida.
 
Ramón Llanes.

jueves, 24 de enero de 2019

SIN OLVIDARTE

SIN OLVIDARTE

(A mi padre).

Este aire mañanero
las cosas se mueven desde un escaparate
que corre desapercibido, ¿oyes?;
no eres consciente del recuerdo,
pasa por aquí la vida sin olvidarte.
Son graznidos de la emulsión mundana
o socorros solicitados al vacío,
el terremoto del hambre
asola los miedos porque nadie supera el envite;
aumenta demasiado la pobreza
y se confirma el desaliento,
la pared aguanta lo justo, no más;
un cataclismo de soberbia se entrena a diario
en la liturgia del poder
mientras pasa por aquí la vida sin olvidarte.
Nieva incomprensión, suena la tormenta,
rompen los fríos esta conformidad,
tiembla el pulso del cirujano,
se invierte la carga de la prueba
y condenan al inocente,
pierde un menor la inocencia
por la culpa de un mayor malvado,
mientras pasa por aquí la vida sin olvidarte.
Ya no queda tiempo para rezos ni pasión para otra aventura,
los sueños tienen un límite en la almohada
y se rompen las siglas del sentimiento
por la canción constante de la distancia;
queda humo en la atmósfera,
no se curan las ovejas,
no madura la lealtad y es otoño en cualquier alma
mientras pasa por mí la vida sin olvidarte.


Ramón Llanes

martes, 22 de enero de 2019

QUIZÁ


 

QUIZÁ

 

Quizá estuviera la vida esperándonos
para nacernos
a la sombra de un tiempo deseable
con los ojos puestos en el sur,
quizá sabía la vida nuestro destino
antes de mover el fuego de la estrella,
quizá sea de la vida
el privilegio por habernos encontrado
o quizá todo sea producto
de la delicadeza.
Con sabiduría ocupamos un espacio nuestro,
y fuimos creados desde una pócima de paz
y somnolencia, la culminación de la estirpe,
el premio a los antepasados.
Es cierta la constitución del germen
que hizo de la vida
un ser soñado, no hecho, no parido,
soñado con pasión.



Ramón Llanes.

lunes, 21 de enero de 2019

QUÉ SUEÑAN LOS POETAS ANDALUCES DE AHORA


QUÉ SUEÑAN LOS POETAS ANDALUCES DE AHORA

 

            En digna evocación e invocación a Neruda por un cumplimiento más del tiempo que nos falta, ha primado la consigna de indagar los pasos de los poetas andaluces para verles los espasmos, las pasiones y los merecimientos que se les vuelcan en sueños de almirez de tardes de nimbos y noches escondidas. Y no digáis que agotado su tesoro de asuntos falta enmudeció la lira, que podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía ni digáis que el falso plenilunio enmascaró los versos de la plebe lírica que golpeara antaño emociones y conciencias ni acaso digáis que las rimas sobran en la debacle de los sistemas, para decir que los poetas andaluces sueñan palabras de armiño, se columpian en lisonjas de befos y viven; para decir que sueñan los poetas andaluces de ahora con la crecida de la lágrima en el dogal de algunos miedos y para decir que es tiempo aliado de odas y respetado de estrellas.

            El Sur, decid, es el martillo que despierta las soledades con palabras y decid poemas sin enredos en los burdeles y en las fábricas de anhelos, que los poetas siguen inventando usos de sonrisas, que los poetas niegan las existencias de los imposibles y se divierten con pájaros inconcebidos y renglones en blanco. Que todo este orbe está cubierto de nombrados y anónimos poetas, de poetisas que piensan y sienten con la lírica en la piel, de recuerdos de quienes dejaron páginas repletas de ardores y de luces que encendieron predecesores en la metáfora. Decid que no falta un calcetín, una barca, un liquen, una esfera, un cieno, una lluvia, una utopía en los versos que escriben y sueñan los poetas andaluces de ahora; decid atardecer y mirada y estaréis sumando rimas; o decid tiempo y sosiego y estaréis leyendo la constante mensajería escrita de los escribidores del Sur que ponen instantes de enigmas en cada canto.

            No agotó la lira su tesoro ni la voz poética de los hombres y mujeres que anegan de fantasía las laderas sinuosas de esta supuesta realidad, quebró el suspiro; no pudo el silencio con la palabra ni la debilidad con el sustento. Ahí sueñan a tiempo suelto, entre farras de imágenes y lindezas de arrullos los poetas andaluces de ahora que, sin moldes, versifican los poemarios infinitos que descuelgan las horas para sobrellevar con causa la vida.

 
            Ramón Llanes

domingo, 20 de enero de 2019

FANDANGO DE HUELVA


DICEN DE HUELVA


DICEN DE HUELVA

 

 

         En el relato que descifra la idiosincrasia del onubense destaca siempre un adjetivo tan avergonzante como irreal. La apatía -dicen- define al onubense, y ha conspirado este vocablo con nuestra identidad desde tiempos ya olvidados quedando como rémora un “premio” inmerecido cuyos sinónimos no son halagadores y precisan de un repunte ensayístico que lo destroce, a cuyo fin me apresto sin certeza  de poder lograrlo.

         Y digo que tras haber conseguido llevar a cabo la gesta más gloriosa de las historias, arribando a mundos desconocidos, no pueden esconderse seres apáticos. Y no es con apatía como se crea y conserva el mito del patrimonial fandango como elemento cultural expresivo y de identidad de nuestra tierra. Y para poner en competencia mundial un Puerto de gran importancia en todos los órdenes no se han requerido -digo- muchas dosis de apatía, si no más bien de todo lo contrario. Y aunque sea don natural, pecarán de osados si tachan de apáticos a quienes tienen el privilegio de poseer y conservar uno de los litorales marinos más bellos de la tierra. Y de incultos a quienes nombren nuestra apatía al hablar de Doñana.  No ha de entenderse que los ciudadanos de una provincia que crearon y mantienen en perfecta armonía el jamón como mejor manjar del mundo, es una provincia llena de apáticos. E igual ejemplo digo sobre el otro manjar que extraemos de nuestro más cercano mar, nuestra gamba, que tanto sinsabores nos quita. Y reitero que una provincia donde se comenzó la moderna industrialización con el empuje de las minas, llegando a tener notoriedad a nivel mundial, no es la apatía su adjetivo de identidad. Y también para desterrar los tópicos de esta lacra tan creada que hasta nosotros mismos nos creemos, nombremos a Vázquez Díaz, a la Rábida, a El Rocío como manifestación etnográfica de interés único, nombremos las romerías de El Andévalo, contemos que en Huelva se jugó por primera vez al fútbol en España y que su equipo es el decano en este universo; nombremos las excelencias paisajísticas de la Sierra y del Condado, el Dolmen de Soto, Niebla, Almonaster, la Gruta de las Maravillas y esos mil patrimonios más que sería exagerado nombrar y que dejamos en su memoria. Sin embargo quiero restregar con más fuerza a quienes nos llaman apáticos que en esta soberana tierra nació Juan Ramón Jiménez uno de los más ilustres poetas que ha dado la humanidad.

         A partir de ahora no se permita que desconocidos incultos y ajenos a nuestra historia y a nuestro arsenal de encantos, digan que Huelva es una provincia caracterizada por la apatía, porque estarán faltando a la verdad y dañando nuestra identidad. Un respeto.

 
         Ramón Llanes

CRÓNICAS DE LA VEGA LARGA


CRÓNICAS DE LA VEGA LARGA

 

       En la paralela del río, en su bajada del norte, cuando llegara a esteros que parecieran dibujados en el agua, se hacía presente en su izquierda natural la esbeltez de la Vega Larga que hasta la misma entraña céntrica de la ciudad Onuba se asomara, con su recuerdo desbrozado y sus germinados soles en cabestrillo de la dinámica de la cuenca que marcara la consigna de continuar hasta las ubres de la mar, allá donde los dos río –Odiel y Tinto- son un abrazo.

       Luego, que la Vega Larga ha seguido respirando la vida húmeda de su puerto, del olor a marisma y de los condumios de labranza, legumbres y hortalizas, que dieran otro alimento a la marinería en sus vueltas a tierra. De la bulla inquieta de las mañanas de mercado y vocerío de pescas y subastas; de la recogida de quienes se quitaran los sueños en la omnipresencia del tugurio donde se componían amistades entre copas; de aquel carro que frenara, de aquella bocina que llamara a brega y de los “monturios” de sal, al frente, como un avispero blanco, observando con placer y templanza las jugarretas del tiempo.

       Desde antes del otero, desde mucho antes de la margen que cuida la insolencia del río, existe una conspiración egregia y no escrita entre la fuerza de las aguas que bajan y la prestancia de los cabezos que la dejan pasar. Complicidad de gigantes, de médanos, de garcillas, de espátulas, de juncos y jaguarzos que sellan un esplendor de paisaje para embelesar.

       Parecería un rumor durmiente de Vega Larga y sus crisoles, que traerlos sonara a nostalgia y guardarlos fuera olvido pero a nada de ello es llamada la palabra más que a enriquecer el sonido inequívoco de una ciudad que se entretiene en vivir, con estos adorables perejiles.

 
       RAMÓN LLANES

ONUBA


 

ONUBA.

 

 

 

         Navegábamos desde mar abierto hasta las estribaciones que la tierra ofrece, guiados por la luz blanca de un faro lejano; antes de la última singladura se nos abrió la margen izquierda y la mar nos descubrió el estuario buscado, donde desembocaban dos ríos que llenaban de esteros los lados, con islas y recodos de agua. El capitán nos alertó de aquel descubrimiento insólito, nos asomamos desde proa al entorno húmedo, solo el rumor del poco viento, el bullir de las gaviotas y la ilusión de la llegada nos despertó del inquieto sueño.

         Quién, abriendo escotillas pudo decidir de aquel paraíso o quién estuviera antes que nosotros habitando tales médanos, será remontarse irreparablemente a los sitios de la historia, ponerle sobrenombre y hálito para desentumecer tal vez aquellas emociones.

         Habíamos arribado a la tierra de tartessos y la pisamos con el máximo respeto, buscando huellas y memorias que de tantas casi no supimos elegir. El lugar tenía el nombre escrito en el recuerdo, las aguas acariciaban mansas las orillas, las miradas acosaban el paisaje. Alguien gritó ¡Onuba¡ desde el mástil y todo comenzó a hacerse, hasta que decidimos quedarnos al abrigo de la belleza y de la ría.

 

 

 

 

 

 
                                               Ramón Llanes

sábado, 19 de enero de 2019

VELADA CENTENARIA


                             VELADA CENTENARIA

 

Corrían tiempos de bonanza en los inicios mineros, cuando los hombres trabajaban de sol a sol para llevarse pan a bocas tristes por la especial hambruna que asolaba la vida. Aluviones de aventureros en la búsqueda de otra comodidad se acercaban al reflujo de la mina. Era andancio constante en el Andévalo, comenzar en una vocación nueva restituida en la contemporaneidad y abrazadora para los entonces habitantes de todos los mundo cercanos. Comenzaba otra vez el esplendor que los fenicios le dieron y Tharsis se resolvía en futuros esperanzadores. A Ernesto Deligny se debe el hallazgo.

De allí a los carros transportadores con mulos y a la petición de un descanso merecido en medio de una sofocante labor cotidiana de minerales. Por agosto se concedió el premio y los muchos habitantes celebraron con gozo en 1898 el primer regocijo que sería embrión para restaurar la Velada en Tharsis. Empieza la historia con esa cara de fiesta, el trabajo se aparcó por poco rato.

Con la mina se venció la tristeza de la miseria, significó horizonte sin medidas y logros a corto plazo que alimentaron las bocas desacostumbradas al diario menester. Acaso también la incipiente Velada que se hizo mujer entre zafreos y escoriales puso cota de felicidad a los suyos. A los mineros, entonces de galerías, luego de estrellas, les valió media docena de placeres conseguidos por una reivindicación laboral a tono con la disciplina austera de los tiempos.

Ahora se fundamenta un recuerdo nítido a los progenitores de la idea porque de dos copas y cuatro cantecillos de taberna fraguaron, sin querer, un reino que duraría al menos cien años, hasta aquí; con la fuerza que se le avecina porque los filones no están en agonías y las malas rachas también se superan. Es Velada Centenaria que no es poco y suenan voces de aclamación por los restos de tartessos y las salomónicas identidades que le dieran empaque bíblico.

Ya con cien años cualquiera es viejo pero a los pueblos un siglo les rejuvenece. El caso es que se comienza a celebrar con la grandeza con que se descubren las cosas pequeñas para los ciudadanos humildes. Ya sonó el primer clamor en Tharsis con eco de reto, ya se apuesta por lo

más grande y entre todos se deshilachan de tiempo para arrimarse a los umbrales de bienestar; se quieren solemnes en la consagración del acto aunque tímidos en los gestos, se anuncian traje nuevo, camisa blanca, corbata y sosiego, a compás del sentir. Compaginando en el almacén del alma el trajín de todos los días con un hueco ritual para los bailes, imprescindibles en la armonía de la razón de la fiesta.

Es la hora de Tharsis, otra vez, sin pesares, con calmas y prisas, acercamiento a los roces con la vecindad, a los que vienen de cerca y de lejos, a los que llegan para conocer y a quienes desean seguir trabajando mientras los demás se divierten.Es hora de Tharsis con la novedad única de una Velada Centenaria.

 

 

 

 

                                           Ramón Llanes. 1-7-98.

 

LA CALLE


LA CALLE

 

 

            Una melodía especial tiene la calle, el sonido huele, el olor es música, el color se extiende a los pasos que damos, nos persigue, nos ilustra, nos embelesa; la calle posee ese encanto de libertad que no conceden las paredes ni las ventanas, la calle conduce a todos los caminos, está envuelta en tránsitos y calmas, se hace cada mañana, se respira sola, se amedrenta de los que la requieren sin respeto y se fuga del ámbito como una mariposa se esconde en su nada efímero. Consumir la calle es crecer en sensualidades, es aprender a estar despiertos el trecho largo de la convivencia, es pasear por los ojos de las gentes y entretenerse en la jerarquía de una ansiedad dispuesta al impulso o la espontaneidad; se fraguan en la calle los avisperos del negocio de entenderse y se enfunda cada cual su delirio por haberla pertenecido y haberla obtenido plena de sustancia en tan solo un reguero de andares por la placidez de estos ígneos columpios de estancia que son por extensión la grandeza de la calle.

            Acaso pueda ser el soplo necesario para constituir la inspiración o la armonía que se estaba buscando para no se sabe cuántos plenos de aciertos; a veces absorta, a veces pendiente, el vestido de la calle aparece como la sombra del paseante y está en la prisa y en la conversación, se desacelera o se hace bulla hasta obtener esa escondida verdad que quizá se deslice por los zapatos o las prendas y  advierta a todos del vicio de teatralidad que la define.

            Puestos a considerar el legado de tan versátil escenario, interesa pulirse en soportales, adoquines y losetas para acostumbrase a no disimular el desconocimiento de la calle como un parvulario que por primera vez la saborea. La calle tiene también sus códigos éticos creados en su aire, escritos en su compleja identidad y que a la vez sirven de soporte a la idiosincrasia de su ciudad o pueblo. La calle hace que los vocablos, los gestos, las formas e incluso los sentimientos de un núcleo concreto sean parecidos en gran parte de su contexto. Los seres que habitan la frecuencia de la calle se parecen en el habla y en las ilusiones, se corresponden en el trato y se estimulan por moldes similares. Acaso la calle sea exclusivamente la vida.

 

 
            Ramón Llanes.

viernes, 18 de enero de 2019

CONSUMIDORES DE SUEÑOS


CONSUMIDORES DE SUEÑOS

 

                Aún a estas alturas de la vida, con la longitud extrema, la altitud infinita, la medida larga y los recuerdos acumulados, existen razonables dudas sobre la exacta determinación de dos conceptos que persiguen los gráciles eventos del gremio humano; no aparecen definidos los parámetros que identifican con nitidez realidad y fantasía. Los ensayos sobre estos dos conceptos aportan innumerables conclusiones que no vienen al caso porque de cierto el mundo se mueve apaciblemente entre ambos sin desmerecer al primero ni acoger al segundo o viceversa.

                Por este lateral de enero, con frío al trapo y abrigo al uso, se cuelan los cuentos con sus cargas ruidosas de fantasía, se preservan sueños ingenuos, miradas únicas, abrazos íntimos y emociones vestidas de ropaje mágico para solventar  acaso que es invierno o quizá que la historia inmortalizara modos de realzar la vida. De ahí la proliferación de invenciones amables que inyectan ese mínimo de estrés optimizado que produce favores de sonrisas, otorga animosidad para continuar la senda y enseña una expectativa que confirma la complicidad en el reparto de las actitudes benignas. Es así: realidad y fantasía hechas desde la conspiración de los deseos formando ese consumismo de sueños que tan celosamente conservan los tiempos sin apenas defecto y con la virtuosidad de la sorpresa.

                De hecho vinieron seres a poner prendas en la ilusión y regalos en el alma y de hecho el giro del globo olvidó magia en otros lugares; el capricho de la extravagancia en la distribución de los sueños suele traer olvidanzas y descuidos. Y de aquellos que duermen en la loa de una realidad desahogada dependen los contratos solidarios para aquellos otros que la sueñan. Se echa en falta aún mucha realidad para extender la fantasía o acaso a la viceversa.

 
                Ramón Llanes.

EL ESPEJO


EL ESPEJO

 

 

         Lo hacía a diario, todas las mañanas. Una luz del este se le colaba transparente por el hueco largo del ventanuco y le iluminaba el espejo para poder mirarse a placer, con una coquetería única solo en los momentos de intimidad; el espejo y ella, los dos, quietos, mirándose en un denso tiempo de complacencia, gustándose y sonriéndose en la loca complicidad, ambos, altivos, sobrados de halagos, quietos, aguantando la escena, amarrándola a la luz, los dos, en un deseo de integrarse, en una seducción comprometida.

         El diario fue obsesión, para los dos, para ella como imagen, para el espejo como observador. Luego, todos los días muchas veces, todas las veces, el espejo esperaba la imagen, ella esperaba ser observada. No se veía, no se miraba, el pensamiento era una obsesión por ser observada en la mínima distancia que separa la realidad de lo imposible. Todos los días, a todas las horas, los dos, en la creencia placentera de la luz, los dos, quedaban absortos, sin miedo a defraudarse. En los comienzos, ella sonreía, luego, sin decisión previa, se necesitaba en el espejo; su encanto diario se iniciaba en el ritual de su mirada.

         El tres de enero no entró la luz del este por la ventana, la niebla le pudo; ella se miró veces y veces hasta no encontrarse, el espejo no consentía imagen alguna, el espejo dejó de observar, parecía una cita a ciegas, así muchas veces, todo el día de aquel tres de enero, frío, intratable. No se echó a la calle, no consiguió su cura de orgullo y prefirió dormirse de nuevo en su columpio de inseguridades. Y cada poco tiempo se asomaba desconfiada a la luz del espejo, sin éxito; éste, recubierto de niebla, no le reflejaba en su dominio. Y lloraba, con impotencia, con rabia.

         Los días siguientes el espejo permaneció inmune al desconsuelo hasta diez mañanas más. En el undécimo trago, ella compareció ante el espejo con talla de humildad, limpió de un trazo manual la niebla y el espejo le inyectó en su imagen la imagen de un gato. Todo el día estuvo el gato en el interior del espejo, en el interior de ella, soportando pensamientos, imaginando ideas, maldiciendo. Al día siguiente el espejo le enseñó la cara de una vieja mujer llena de tristeza, con una sonrisa; aquella mirada fija de la mujer le desorientó y no fue capaz de descifrar el enigma. El espejo quería decirle algo que ella no comprendía y se mordió los ojos de desencanto.

         En el amanecer tardío de otra jornada, al mirarse, el espejo era un trozo negro de carmín extendido hasta sus rincones. De nuevo se sumió en un llanto temblón con somnolencia. Estuvo días y días perdida en depresión de sesión continua, desasistiéndose de vivir, con un miedo febril hasta en los sobacos. Así permaneció casi treinta días, en su descolor del tiempo, olvidada del ambiente de coquetería y estímulos. Pasado febrero volvió a descubrirse en cuerpo y alma ante la majestuosidad de su espejo, como una niña buscara su primero beso; la efigie del espejo colgado estaba torcida, uno de los cáncamos había caído al suelo y en el espejo estaba dibujado el esquema blanco del lavabo, con detalles de limpieza. Decidió olvidarse de ella en su espejo, decidió ser quien fuera antes de descubrirse en la imagen y buscó alegrías, sofocos, alientos, buscó un mundo crecido en otras siluetas.

         Con el otoño le llegaron ansias, se descolgó de la insidia, del desconcierto, se descolgó definitivamente del espejo y se enamoró, decididamente, se enamoró hasta la inconsciencia. Y fue feliz un tiempo largo y útil.

         Su mismo hogar le acogió la nueva etapa de vida. Y al cabo de meses olvidada de mirarse y de ser observada, ya, quizá, no resentida en dolor y curada del agobio de su espejo, se acercó con sana curiosidad al sitio donde lo dejó colgado y el espejo había desaparecido sin dejar huellas de rotura ni cáncamos; desapareció, como la luz en aquellas mañanas de niebla.

 

 
         Ramón Llanes

EL DENTISTA


 EL  DENTISTA.

 

 

         Simulaba leer la revista del corazón de la mesilla de la sala de espera pero permanecía atento a cualquier desvelo del personal y controlaba las maniobras, -por otro lado naturales-, que se suceden en la consulta. Dos semanas antes se jugaba la vida en un sangriento safari en África trayéndose como recuerdo un rasguño de leona y no pocas heridas en manos y cuerpo, previo pago de una cantidad suculenta como precio de su puesto en la citada cacerí. Sus trofeos siempre se contaban en prensa por la importancia del personaje, jefe del departamento equis, del ministerio equis, en contacto directo con el equis ministro de turno. Y gozaba de su ganada fama de valiente con una pasmosa vanidad. Solo bastaba una simple pregunta por la cicatriz  del pómulo para soltar una rienda de historias con fusil y machete que dejaban sin aliento a la concurrencia. Larga y detallada, hasta el más mínimo matiz recobraba una grandiosidad en sus palabras.

         Aquel día, bien acompañado, doctor eminente, cita para las seis, puntual y miedoso asomó curiosidad a los devaneos amorosos de la Obregón para distraerse del suplicio que le esperaba y ni eso le pudo saciar las ansias de dolor que trajo a las seis menos veinte a la consulta del dentista. Repasar también su dilatada vida de fornido militar en el frente de Gandesa, sus misiones secretísimas en combate, su escondida amante desde los treinta y dos años, su imperturbable carácter en sus negociaciones con los sindicalistas. Un hombre hecho al valor, criado en las adversidades y proclive al rechazo de toda  amargura. Eso mismo le había llevado a ocupar el cargo.

         Ahora era distinto, no tenía razones para demostrar valores ni para ganarse merecimientos ante sus superiores. Eran solo él y un dentista bajito con bigote y cara de buena persona. La enfermera le invita amablemente a entrar y con la misma parsimonia de un condenado a muerte ocupa el sillón del martirio no sin antes atraer la atención del doctor fijándose en una lámina que en la pared representaba un acoso de perros a un jabalí en plena furia de ambos, quizá para dar a entender su aprecio a la violencia y su indiferencia ante el ritual que se estaba preparando. Se sentó y lo demás queda en un olvido de archivo.

         Su próxima aventura africana, cuatro días después del incidente del dentista, se desarrolló en las mismas condiciones de codicia y agresividad altamente conocidas en estos menesteres y volvieron a casa los trofeos conseguidos para poblar más las chimeneas del palacete, pero la muela dichosa ocupaba su lugar en la delicada dentadura doliendo constantemente hasta que al señor equis del ministerio equis se le ocurriera perder los tantos miedos frente al dentista.

 

 
                                            Ramón Llanes