RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

jueves, 27 de junio de 2019

BANDERA EXTRAÑA


BANDERA EXTRAÑA.

 

Ya te han dicho que no eres esperma,

tu bandera es de nieve azul, pálida,

o cristalino robado, color asco,

ya te han dicho que eres responsable

de otro vientre,

de otra tarde,

de otros miserables que coleccionas

para entretenerte en malvivirles los sueños,

en atarles, en mentirles,

en comerles la razón

o destruirles con honra.

Y te habrán dicho

que aquí no cabes,

que este jardín es solo para poetas,

para mendigos y para locos,

la puerta de atrás sigue abierta,

lárgate

y creerán que no has existido, hombre.

 

 
Ramón Llanes

AÚN NO ES NAVIDAD


Aún no es navidad.

 

 

Aún no es navidad y ya tenemos en los sentimientos la lista de seres que forman parte de nuestro mejor universo del alma.

Posiblemente no seamos capaces de darles todo lo que deseamos que tengan,

Posiblemente no podamos tener  la magia necesaria para acercarles a eso que llaman felicidad,

Posiblemente les imaginemos con más alegría que nunca y les hagamos un hueco más grande en nuestra vida,

Posiblemente cantemos con ellos los cantos del amor,

Posiblemente disfrutemos por estar juntos,

Posiblemente no alcanzaremos las ilusiones pensadas para nuestros seres queridos,

Pero posiblemente se alegren si les dedicamos un minuto para pensarles, un minuto para darles un abrazo y un minuto para dedicarles la mejor sonrisa.

Ramón Llanes.

miércoles, 26 de junio de 2019

HUELVA, LA LUZ


HUELVA, LA LUZ

 

Un enclave de privilegio enmarca la totalidad de la provincia de Huelva, desde que aparece la primera duna hasta que se esconde el último risco o desde poniente a luz o desde amanecer a ocaso. El tono cegador de los claros del día, el reflejo, -que parece el tiempo en volandas-, la capacidad de generar esa música calma que trae la brisa con tantas sensaciones en el interior o la marea atlántica que acerca la mar hasta los ojos, son cornucopias perennes en el aire que respira la hacedora luz nunca ajena a la vida cotidiana de las callejas, las marismas, los bosques, las minas, las gentes.

Todo es esbelto desde esta promiscuidad de luces, todo es Sur y temple y ceremonia y solemnidad y gracia y acogimiento. El ser humano que vigila y habita estas tierras es igual de resplandeciente que un mediodía pleno, está honorablemente garantizado por el espacio donde converge con el claroscuro, como dieta indeleble impuesta por la naturaleza y afablemente asumida. Se contabilizaron el año anterior solo tres días alternos en que el sol no acudiera a la cita por estas laderas de mar y llanuras, solo tres días que hicieron casi crisis en la dinámica predisposición del ánimo, no es posible soportar aquí la falta de la necesaria luz porque esta luz no es un fragmento de la vida es un Todo indivisible. De ahí el resalte en la imaginación, la espontaneidad, el hedonismo y la sensibilidad que definen los principales rasgos del onubense.

 

Esta efigie que extiende brazos y anhelos en la bajamar, en las cornisas de las aprendices montañas de La Sierra, en los roquedos de El Andévalo, en la planicie de la campiña, en los viñedos de El Condado, en la soñolienta envergadura de las arenas que circundan y protegen su epidermis, en los esteros, en la ría, en los patios de todas las tardes de abril, en los sentimientos de todo cuanto ser se mueve en este lar de claridades, esta efigie no es una sorpresa, que es una constante.

Es Onuba tan esplendorosa como antigua, tan vital como fronteriza, tan abierta como libre. Con sus baños de luz se dispensa el medicamento para el bienestar, hoy y mañana y en todos los futuros que puedan acercarse a la tierra que nos ocupa la mayor de las veces algo más que las esperanzas. Fácil resulta adaptarse, más fácil es vivir. Decimos en refrán que en Huelva se entra llorando y de Huelva se sale llorando, en clara referencia, a la incertidumbre que supone arribar a tierra extraña, a un lugar casi perdido en el sur del sur y a esa fuerza de enganche que ejercen los valores hasta parecer imposible desarraigarse de ella. Una explicación sentimental pero real.

Huelva capital es la madre grande, la surtidora más amable del emblema que advierte el tiempo en la larga historia; a ella vienen los propósitos y las esperanzas, a quedarse, a atesorar los esfuerzos; a la madre grande se viene a la búsqueda del calor de lo institucional y a fundir abrazos inquietos en esa parsimonia pasional que es la vida en una ciudad de sur con el entusiasmo entrando por la ventana desesperadamente.

Luego la dinastía descubridora que a tanto rango llegara. Dentro, eternizado, Juan Ramón Jiménez, con su Moguer, su Platero y con todos nosotros admirándole. Advierten las minas un pasado industrial inigualable, el jamón acierta en cada boca, el marisco es referencia de exquisitez, los vinos en cosechas interminables, el horizonte aún sin cerrarse y el fandango en la sentencia y en melancolía. Están hechos los seres de aquí solo con luz, agua y tierra; es un lugar para ser y una consigna para diseñar la vida con el apego a tales elementos naturales  y fijarla definitivamente con los versos de Juan Ramón: “la luz con el tiempo dentro”. Es así la vida.

 

 

Ramón Llanes.

EL PATIO


 

         EL PATIO.

 

Es jueves en toda la ciudad que el tiempo no hace altos para celebraciones de terraza, rulos y rímel de droguería. Eso, jueves sin remedio, para Petra, Tomás, Lelo y Paca, jueves para todos, sin saber que la espera no tiene nombre de hembra ni es un vozarrón quien la anuncia. Al poco de las once se abre el patio a la fragancia de los vecinos, aún no hierve la olla, canta el jilguero harto de presidio, suena en la radio una canción de Peret, el gato invita a la destreza y los geranios, como si nada, secos. Pasta, toda; frescachona la Petra, dormilón el Lelo, tumbao Tomás y lenta la Paca, un cuadro, un cuadro más quieto que la lavadora, el último enjuague se fue por la cañería antes del invierno. Es mejor lavar a mano, dice Paca; a mano tranquila, de mes a mes una y por vergüenza, más que por ganas.

Los cuatro vecinos no tienen edad para vaguezas ni paro que les dure un siglo pero cualquier chapucillo alivia el puchero, no se necesita tanto para estar pendientes de la vida, a ellos les va que la vida les mime. A los treinta y tantos de cada uno -las mujeres aún conservan la dignidad suficiente como para quitarse alguno-, las metas están cumplidas y todo se resume al trajín del patio, elemento común que las dos parejas conservan como oro en paño, dentro de sus posibilidades (entiéndase ganas) para tenerlo como mesa, comedor, mentidero y, a veces, dormitorio (también común). A poco de las once le llega turno de patio al cincuenta por ciento de la población y entran en escena de bata Paca y Petra, cubo va fregona viene, pilistra, babuchas y conversación, a medio pulmón, que los reyes sueñan cosas mejores y practican el saludable don del descanso para no estrenar los músculos que aún permanecen intactos en el cuerpo, como también gran parte del cerebro, así, sin gastar, con gallardía y honra. Conversación en el patio con radio y pájaro amordazados; Petra, triste como las magnolias; Paca bostezando humo, otro cuadro. Por la puerta de atrás aparece Lelo, tiritando de hambre, no tiene fuerzas para tiritar de otra cosa, levantando las manos en señal de ayuda y abriendo la boca como los lobos; se restriega los ojos con parsimonia, hace como que se limpia las legañas, dice buenos días y cae sentado en el banco del patio, es un decir, porque parece que se desmaya; queda inconsciente treinta minutos, treinta minutos que le come terreno al sueño y se libera de maquinar para tener la obligación de engullir algo que sirva para engañar al hambre. Sentado de tal manera pide agua y un cafelito y le cae un “ve tú” que le tiembla el cogote, se amedrenta y corrige la petición haciéndose el dormido. A la escena Tomás, descalzo de pies y manos, tarareando “el probe Migué”; llega al cónclave como si trajera todas las soluciones en la memoria y los reúne con animación junto a las flores; todos acuden y en un santiamén de quince minutos la concurrencia presenta quorum suficiente como para oír y callar que es lo máximo que se pide. Tomás propone montar un cuadro flamenco entre los cuatro para chuparse el verano correteando ferias a poco más que lo necesario para viaje, merienda, cena y almuerzo, que a dormir ya ayuda el destino.

Se levanta la sesión -que no ellos- con consenso, acuerdan ensayar siempre por las tardes para no estropear las mañanas de sueño, alquilarán trajes de gitana con peineta y caireles, una guitarra, dos panderetas y un tambor de muchos rocíos. Cuatro sevillanas por aquí, dos rumbitas, y como palo fuerte el Lelo por fandangos, que los aprendió durante su estancia en Alemania en un tablao. Ahí queda eso, el cuadro, con telarañas y sin “alcayatas”, cuatro barandas que intentan perder la vida por esos andurriales de Dios, “jarguíos” y trapalones pero con una miaja de arte por esos cuerpos. Aquí, el cuadro flamenco, “El Patio”.  

 

 

 

 

 

 
                                  R. Llanes 

martes, 25 de junio de 2019

DEPENDIENTES


DEPENDIENTES

 

 

 

            La venganza está servida en mantel de riqueza, con el fondo siempre romántico de ciudades lindas y con las pulsaciones de los seres a flor de la piel más hermosa; la dulce fragancia de los perfumes insaciables y el culto de excelencia por la belleza, justifican la maravillosa docilidad al hedonismo más efervescente, mientras el miedo persigue la conformidad y no se mitiga el deber de la venganza. La guerra empieza a formar parte de la verdad y ya no son efímeros los bombardeos ni limitados los conflictos; aquí, los demás, confirman la dependencia a estos episodios donde cualquiera es vulnerable y cualquiera puede perecer sin apenas denunciarlo.

            La parte de nadie que pronostica el dolor, los dependientes del miedo, todos los deshabituados a las consecuencias de la contienda, que son tantos como casi el infinito, que son los obreros de la paz cotidiana, quienes la hacen posible en muchos sitios y quienes la custodian, todos los utópicos que la han cuidado en la insignificancia de una riña suelta y que no tuvieron acceso a los mercados de armas ni a las fábricas de destrucción activa, todos aquellos de las clases de ética en el pupitre de madera, de la lectura del Quijote en mañanas de frío sin calefacción, todos los inútiles que se durmieron soñando con un mundo mejor o al menos mejorable y que ahora se tiran de los pelos porque se irán en poco tiempo sin haberlo conseguido. Esto no se parece a lo soñado.

            Para qué tanto empeño y tanto disloque de revoluciones pacíficas y de manifestaciones en favor de la armonía y de la solución de las cosas, para qué todos los movimientos de lealtad y amor por esos mundos, viviendo debajo de estrellas y pensando en alcanzarlas o para qué la universidad, las lecciones de Filosofía, el estudio de los clásicos, el latín, el griego, Góngora, Lorca; para qué la guitarra al hombro distribuyendo canciones sentimentales por las noches de amistad. Todo, para acabar siendo un dependiente más de la vulgaridad del miedo y de la fatalidad de la guerra; de nada sirvió el espíritu, de nada el trabajo realizado con las pestañas sonrientes, ahora todo se resuelve desde la hipócrita destrucción de los seres con bombas en la conciencia. Otra vez nos equivocamos.

 

 

 
            Ramón Llanes

jueves, 20 de junio de 2019

ABUELOS

ABUELOS.
 
         Hace poco, en un arcén de una carretera cualquiera aparecía un viejo con cara de alegría esperando a una familia que nunca llegó. En un asilo de cercanía, honroso y noble hasta más no poder, dejaba su último suspiro el más anciano de la comunidad, cumplidos los ciento cuatro y leyendo sin gafas y utilizando la memoria como su mejor recurso, pero se tuvo que ir, por imperio de la ley natural. Ayer supe que Rita se estremecía en las soledades de su casa y quiso desaparecer de soslayo, como había sido su designio. Dicen que se le fue la cabeza, -enfermedad muy en uso-, a Lola la grande, señora de poco más de setenta que llevaba para adelante 8 hijos suyos, los nietos de rigor y los parásitos de siempre que buscaban el puchero y el cariño y que tenían con Lola la grande. Y resulta que también está en las últimas.
       Y luego dicen que solo se van los buenos y que los malos se meriendan aquí todos los calendarios. Y se oye que la justicia no otorga valor a la humildad y al amor y también se oye que la justicia no tiene que ver con todo esto. Pero los abuelos se rinden antes de tiempo en el primer hospital, en un asilo luminoso, en el geriátrico de moda, en el banco de enfrente de casa, en el casino o en ningún sitio; se rinden sencillamente porque las cosas no están para batallas o porque intuyen carencias.
       Y me llega que a los ochenta se le ocurrió a Lozano comprar unos libros en setiembre para matricularse en Historia y lo ha hecho con las agallas de un chaval y ahí está peleándose con los apuntes e intentando sacar pecho y memoria suficientes como para alcanzar su meta.
       Y me temo que miles de historias de este tipo son comentarios de día en día por estas laderas de nuestra sociedad, en donde la culpa de lo peor la tiene Dios y de lo mejor, nosotros. Y otros piensan que Dios no se mete en estas cosas.
 
 
                                                    Ramón Llanes

LA SOLEDAD SIEMPRE TIENE HUECOS LIBRES


LA SOLEDAD SIEMPRE TIENE HUECOS LIBRES
(Primer Premio de Certamen de Relatos Cortos para Personas Mayores
de Radio Nacional de España y Caixa. Recibido en Zaragoza
el día 19 de junio de 2019).
 

Sucedió como suceden las cosas que carecen de importancia: un día nacer, al otro día vivir y morir al cabo de un rato más con un poco de memoria, pensamientos en desuso, algunos deseos sin acabar y acaso sin saber presumir de haber vivido, exactamente como suceden las cosas que carecen de importancia.

Tuvimos la osadía de cumplir años, a destajo, apasionadamente, como si con ello pudiéramos alcanzar los horizontes o los sueños, pendientes de la luminosidad del sendero y de la exuberancia del amor; nadie nos avisó del peligro de llegar tan alto y todos nos imitaron en este impulsivo desliz donde nos parieron sorpresas amables, derrotas, culpas, entremeses y variantes que no habían sido llamadas ni vienen al caso.

En una reunión de taberna, una mañana limpia de abril se nos ocurrió entretenernos en parar el tiempo. Acordamos inutilizar todos los relojes que tuviéramos, como primera tarea para vencerlo; algunos aludieron que parando los relojes no se paraba el tiempo, que los relojes solo son medidores de tiempo. Queríamos demostrarnos la capacidad de rebeldía que nos quedaba. Ir a contracorriente -como nunca-, deshacer los métodos, aniquilar los sistemas y ofrecer un panorama más romántico, hecho de forma artesanal, a nuestro modo, con toda la versatilidad de nosotros mismos como seres inconformes.

Era una ficción alegórica, el tiempo debía dejar de tener referencia en nuestro sentido de vida, éramos nosotros quienes debíamos convencernos de la necesidad de una independencia de la temporalidad, no podía dominarnos el tiempo, ya habíamos cursado éxito en mil envites, solo nos quedaba el último peldaño. Todos lo hicimos, todos rompimos los relojes que nos marcaban las pautas, rompimos el reloj de la torre, el de la estación, el reloj del casino, los relojes digitales de los ordenadores fueron rotos de manera precisa por uno de nuestros nietos, el reloj del microondas, el de la mesilla de noche, rompimos todos los relojes que encontramos.

Al día siguiente no era día siguiente, no había transcurrido tiempo alguno pero volvimos a vernos en el mismo lugar desprovistos de horario, llevábamos la misma ropa, el mismo bastón, idéntica gorra y una condición inequívoca de auténtica complicidad reflejada en la sonrisa burlona de siete octogenarios que, con la pretensión de hacer desaparecer el tiempo, cumplían el deber de la travesura, como medio para llegar a ningún sitio, con la única excusa de la diversión.

 El tiempo se nos paró, dejamos de envejecer, perdimos nociones de la edad y seguimos jugando la partida sin tener conciencia exacta de las consecuencias; nunca más volvimos a mirar el reloj y jamás nos acordamos de la memoria, habíamos conseguido una libertad diseñada, libre de cánones, imposiciones, mítines y medicamentos. Aquello que un día llamamos tiempo se alió con nosotros y ahora forma parte de nuestra utilidad. Alguien antes nos estaba engañando.

Ya no existe el tiempo en nuestras vidas, suponemos que han pasado mil años y continuamos mirándonos con la parsimonia de la calma, somos la antítesis de la edad, jugamos a divertirnos, usamos el mismo bastón y cenamos todas las noches. Los otros -la familia-, se marcharon –creemos- y  nos dejaron con esta armonía de falta de tiempo en una etérea nebulosa del sueño.

Somos los mismos, siete ancianos casi sin nombre, nos reímos y gozamos, pero nunca tenemos prisa para disfrutar, cantar o enfurecernos, se nos acabaron las citas, perdimos los trenes, nos olvidamos de dormir; nos dejaron solos, sin abrazos, sin halagos, sin vejez. No fue buena idea, tendremos que inventar algo para dejar de ser esclavos  del destiempo.


Ramón Llanes.

lunes, 17 de junio de 2019

COMO UNA QUEJA


COMO UNA QUEJA

 

 

         Se ha ido. Me gustaría escuchar que un día cualquiera, siendo acaso amanecer o atardecida, el mundo se tumbara cuesta abajo por la ventana de atrás, a escondidas, desaparecer de la escena. Entonces tendríamos que dedicarnos a concebir, diseñar o imaginar otro mundo o un mundo de otra manera. Suponiendo que le llamáramos mundo, le quitaríamos público, suprimiríamos seres humanos, haríamos una colecta para montarlo sin miserias y le pondríamos una enorme zona azul para quienes quisieran vivir sin compromisos, una especial forma de anarquía consensuada. O no?. O que cada cual pusiera un material, cada cual un deseo, una idea, un proyecto, una emoción.

         Habría de ser distinto al actual pero ¿con qué molde lo haríamos?, ¿dónde está el mundo perfecto que estaríamos deseando construir?. El mundo que queremos inventar no está ni en la mente, no existe fórmula, no se compagina con una realidad como esta. Tendríamos que empezar a vivir de nuevo; nacer otra vez, comenzar a respirar, entender del aire, conocer el agua, respetar el fuego, amar la tierra; sería nacer de nuevo con la ética puesta y la limpieza de honestidad en los poros. O acaso no sería preciso volver a nacer.

         Pongamos que estamos de acuerdo, que hemos determinado un modelo útil, que nos servirá para desenvolvernos mejor unos con otros; si hemos sido capaces de “acordar” para nada será necesario volver a nacer o esperar otras generaciones, bastará con saber soportar el cambio, digo, en cada molécula de cada individuo, en cada letra del sistema, en cada milésima de cada pensamiento; ¡qué fácil¡, ¡ya lo tenemos!. La solución es cambiar cosas o cambiar todas las cosas, no destruirlas, solo cambiarlas, aprovechando lo bueno que tuvieran; ¡más fácil aún!, ¿por dónde empezamos?, ¿por cada uno de nosotros?, ¡genial!; Enrique, empieza tú. ¿por qué yo primero?. Y luego la farándula, el teatro, los actores, el telón que se cae, el público que desaparece y el mensaje, que se olvida.

         No me ha salido bien este invento, me pondré a protestar, escribiré con letras grandes y rojas “que me dejen vivir”; criticaré a quienes ejercen funciones de poder, dudaré mil veces más del asqueado sistema, me subiré a donde me vean gritar y me iré a casa cuando las horas de rebeldía me  limiten el tiempo; caeré dormido delante del plasma hasta que se me agoten los sueños imposibles y no me obliguen a renunciar al placer de vivir a mi modo.

         Ya no quedan hombres como yo, vean mis propuestas sin enredos y mi honroso equipaje; pónganse a buscar humanos de mi talla que sepan sentir las incapacidades de este grotesco mundo sin aquietarse siquiera un minuto con sus métodos y se reviente por sacar adelante sus propios privilegios. Lo dicho: no quedan hombres como yo.

 

 
         RAMÓN LLANES.

domingo, 16 de junio de 2019

AUSENCIA DE TRÁNSITO


AUSENCIA  DE  TRÁNSITO

 

TH 1

 

La voz eterna partida en susurros
al crespón del aire advierte
que no has llegado. Oh, diosa del temple,
allá donde quimera y amor esconden
primorosos deseos
y conversan dioses contigo.
No han adivinado dónde se me encuentra,
mi voz presente, mi clima, la nostalgia,
te llevarán a mí;
mientras se hunden los lodos
puedes hundirte conmigo en pan o hambre
en ligereza de la huída
en libertad del abrazo.
Te llamo con voz de presente
al nuestro muérdago de ondulados sitios,
con voz de presente que es de grito y deseo.
 
Ramón Llanes. de Memoria del pródigo

SONETO A VICTORIANO


SONETO A VICTORIANO

 

Con el consuelo de saber

que nunca será una despedida.

 

Nos acostumbramos a ti. La vida

te  trajo a esta Onuba acogedora,

por tí brindó con mar y sal. Ahora

por irte nos agobia tu partida.

 

Nos dejas la amistad más que dolida,

 tristes  los pensamientos y  las horas,

te vas porque los sueños te mejoran

la esperanza. Que sea bienvenida.

 

Recuerda, amigo, tuyo es el regreso

a la mar y al abrazo cuando quieras,

aquí estaremos en el mismo universo

 

que tanto te emociona y que te espera,

con la misma amistad y el mismo afecto,

con todo el corazón que merecieras.

 

                        Ramón Llanes.

Tus amigos de Gapyme. Huelva. Octubre/07.

sábado, 15 de junio de 2019

IMPOTENCIA


IMPOTENCIA.


Nuestras vidas están colapsadas de momentos de impotencia. La sentimos cuando necesitamos la lluvia y no se deja caer, cuando pedimos una cita médica que nos atrasan, cuando llevamos prisa y nos toca un atasco de tráfico, cuando alguien cercano contrae una enfermedad y no encontramos la respuesta de la curación, cuando nos ahogamos en un asunto económico que no tiene perspectivas de solucionarse, cuando se nos caen encima todos los mundos por la pérdida de un ser querido. 
Nos sentimos impotentes, pequeños, inútiles. Nos arrepentimos de no haber aprendido a ser más sabios, nos castigamos por esa impotencia, y quisiéramos ser dioses esporádicos para diseñar un milagro en cada instante. 
Nunca, en tales circunstancias, caemos en la cuenta de nuestra condición natural, de nuestras limitaciones y de nuestra escasa posibilidad de recursos extrasensoriales. Pero somos humanos que ya es bastante.



Ramón Llanes.

ROMPIENDO LAS ESQUINAS

ROMPIENDO LAS ESQUINAS

Definitivamente presento mi candidatura de disconformidad con la evolución que observo en la sociedad a la que pertenezco y he decidido marcharme a otro lugar, quizá a un lugar inseguro donde estén en quiebra los sistemas de pensiones, donde la sanidad se ponga en entredicho, donde el mundo esté partido en diecisiete trozos y se permita empujar cada cual para su lado, donde exista una corrupción organizada con leyes incapaces de dominarla y reprenderla, donde cada uno que se lleve la pasta no esté obligado a devolverla, donde predomine el mercadeo a la hora de elegir gobernantes e importe más la necesidad ideológica que el pueblo, donde los políticos perciban cifras astronómicas por su trabajo mientras se discuten los salarios de los obreros, donde haya muchos pobres y esté institucionalizada la pobreza como medio estadístico para destacar más a los ricos y hacerlos más ricos aún, donde no exista manera de devaluar el desempleo, donde se voten opciones de marcha atrás para recuperar lo peor de los sistemas superados, donde valga nada quitarle la vida a una mujer, donde se imposible encontrar un trabajo digno, donde la religión ordene las conciencias y el mundo, donde pueda ser un poco menos feliz.
Me iré y después de mil vueltas me encontraré en el mismo punto de partida sometido al placer de ser rebelde y pertenecer al club donde se rompen las esquinas y donde nadie levanta la voz más allá del silencio. Y será como quedarme.

Ramón Llanes. 15 junio 2019.

miércoles, 12 de junio de 2019

DESAFÍOS


 

            DESAFÍOS

 

 

Descubrir qué luz

combina el surco del agua

con la frontera,

qué soldados se duermen

en la playa

y descuidan el vil deber,

qué espuma desama metralla y olvidos,

qué color de piel no es rechazada

en la asamblea del mar;

sanar la herida del recuerdo,

activar la utopía del futuro,

alargar los huecos hospitalarios,

vencer las horas con otras horas más fuertes

y deslimitar las esferas y los cosmos

y los pueblos y el aire

y los placeres y la luz,

y cumplir los intereses humanos del alma.
 
Ramón Llanes. De Marinverso.

NOSOTROS


                                      39.- nosotros

 

Nosotros esculpimos en hielo la batalla de los versos,

nosotros, en silencio, nombramos las palabras,

nosotros no estamos encerrados en la tierra,

nosotros somos los soldados de la séptima nube

que hemos llegado a renovar los libros

que están escritos con tintas de mordaza

y máquinas de insidias y castigos;

hemos llegado a turbar la apatía

y soliviantar las conciencias hasta ofuscarlas.

Hemos venido los poetas, los músicos, los pintores

y los capitanes de las dunas

y los sucesores del crisol de las aguas

y los lectores del libro de los hombres.

Se ha llenado el tiempo de gozadas sin caries

para desmembrar los minutos, hundir la bravía rectitud

y salir con el mundo en las manos

corriendo hacia el aire, para librarlo del esperma

contagioso de la venganza. Corriendo hacia el aire

con los dedos poblados de utopías

y la cabeza puesta en los versos de música

que han escrito los pintores

en este primer escenario de la primavera.
 
Ramón Llanes. De Fábula del vacío.

FANDANGO


martes, 11 de junio de 2019

DE ARTESANOS


 

DE ARTESANOS

 

 

         Un documental enseñó las cualidades que tienen los artesanos, la doble forma de entender el desorden ordenado, la pulcritud expresiva en un taller de cerámica, la importancia del fuego en un herrero, las muecas imposibles para adornar una talla, todas las excelencias de virtuosos de los oficios que desfiguran lo imposible y convierten una nada en un mundo.

         Quien hiciera el reportaje fijó atención en el lutier y asomó su taller a la ventana, mostrando manos infectadas de ternura y gubias con encanto, banco de trabajo golpeado por el tesón y la prudencia, herramientas de molde y devociones en torno a los cultos del arte. Las guitarras formaban el resultado preferencial del lutier, las mandolinas, los laúdes, las bandurrias, todo componía un expositor de complicidades entre el artesano y sus elementos de tarea.

         El olor a madera cortada no traspasó la influencia de la cámara, fue necesario imaginarlo pero llegó con su fuerte apego a la voluntad del olfato; el ámbito sostenía una verdad de cuido y esmero, los sentidos inyectados en cada formón y la disposición del hombre para los estados de sosiego ocupando veintisiete días en crear un instrumento musical de cuerda y darle vida con la máxima emoción, resultaban obras grandes hechas con el más riguroso de los respetos.

         La luz se fue disimulando un goce, la estancia del artesano se hizo a la sombra dejando a cada personaje inerte a punto de ejercer de impulsor de sensaciones y los ya creados se cubrían tímidamente de su pequeña gloria ganada. Solo el aire se escapaba del tiempo y solo la virtud permanecía inquebrantable.

 

 
         Ramón Llanes.

AMOR CONTADO


AMOR  CONTADO

 

         Cualquier sentimiento de felicidad, alegría o emoción experimenta un salto cualitativo y aumenta si es contado o compartido con alguien, de igual manera que cualquier sentimiento de dolor o pena disminuye al ser también contado o compartido. Dedúzcase que a pesar del arraigo como seres individuales que somos, tenemos esa cuota impresa de solidaridad de la que unas veces hacemos gala y otras reprochamos.

         Cuando pienso en mí, me cuento cosas que me elevan mi nivel de autoestima y las menos de las veces, al pensar en mí, me vienen recuerdos o pensamientos que me derrumban. Estoy en esa línea irreal de la incomodidad unos momentos y en la otra de placer, otros momentos. Cuando pienso en tí, amada mía  o tierra mía o madre mía o sueños míos o patria mía, recupero mi estado más natural y acuno todas las formas de esperanzas, todos los proyectos, todas las palabras de buenas entrañas y lucho o escribo por agradarte; eso intento cuando pienso en tí.

         Cuando pienso en nosotros le pongo un subrayado en rojo cálido para que podamos prescindir de flecos que hielan el alma de todos y de sustos y soberbias que sacuden nuestro interno suburbio de paz. Y sé que nosotros somos el alimento germinal de este amanecer llamado vida.

         Este sedimento de amor o millones más que se están convirtiendo en felicidad ahora mismo en lo más honroso de los sentimientos míos o en los tuyos o tal vez en los nuestros, es mi cuento de ahora para conseguir que compartiéndolo, se exceda en aumento y eleve el sentido más puro de nuestra realidad. Hagamos constar nuestro desprecio por el hedor de la pena que nos subyuga o contémosla también para que se desmerezca a sí sola, disminuya y desaparezca de nuestro panorama de luchas.

         No sé si pensando en nosotros lograremos diseñar un zaguán más amplio, con mejores escaleras, mejores gentes y más amorosamente soleado que este viejo que  ahora tenemos; yo llevo años en este empeño.

          

 

 
         RAMÓN LLANES

lunes, 10 de junio de 2019

AL DOBLAR LA ESQUINA


AL DOBLAR LA ESQUINA

 

 

 

            La primera sensación de libertad surge de la inconsciencia, un primer acto reflejo que avisa de los pálpitos siguientes, la dormida permanece aún en un interior vago que precisa de un ruido o de un susto para despertar del todo y aterrizar en el mundo de los vivos; solo fue doblar la esquina, acaso sin mirar ni ver ni oír ni prestarle atención al murmullo o al silencio, solo doblar la esquina y sorprendernos la vida como si de ella saliera un relámpago que estuviera esperándonos para hacernos la idea de la existencia o para mordernos la lengua para adivinar o simplemente saber que aquello nuevo era la realidad, lo anterior formaba parte del sueño o de la fantasía.

            En efecto: la mugre organizada, el tenderete de los comerciantes, la parsimonia del aire, la prisa de los hombres, el cartel del candidato, el árbol moviéndose, la plaza vacía, el vendedor de cupones anunciando el premio del viernes, los bancos con sus alarmas y sus empleados con trajes, el mendigo que solicita una limosna nueva para un café distinto, los comercios iniciando la jornada de otra desesperanza, la música de la fuente...todo estaba en su sitio romo compaginando con la lealtad de los días precedentes, como si solo hubiera ocurrido el tiempo, como si la libertad de hoy fuera un calco de la de ayer y de la del miércoles pasado, una libertad igual de condicionada y tan exactamente idéntica a las realidades como opuesta a los sueños.

            Ganas dieron de volver a los espacios íntimos a reservar la imaginación para no gastarla en este transcurso debilitado por la rutina que traía más desolación que alegría. Las sorpresas también estaban en el ambiente lógico y en la figura del espacio había desaparecido el incordio de vulgaridad para dar paso a una emoción, ¡una emoción!, qué cosa más extraña por esta precaria sociedad tan poco dada a los sobresaltos estimulantes; se hizo una emoción aquella mañana de otoño cuando el empuje nos hizo entrar en la vida al doblar la esquina, unos jóvenes ataviados de jóvenes, con aspecto normal y sin datos que les identificaran con los locos del día, recitaban versos y regalaban octavillas con poemas a todos los viandantes que se agolparon para atenderles. Estaba la vida en un formato nuevo, en la misma ciudad de siempre, sólo por unos versos.

 

 

 
            Ramón Llanes