RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 18 de noviembre de 2012

DIARIO DE EMOCIONES.


Recuerdos de ida y vuelta


Al llegar los días de asueto que la semana nos regala, la mirilla y el sentimiento ponen rumbo al norte, cincuenta kilómetros al norte por más señas, allá a los campos solícitos del Andévalo, que siempre espera. Ha sido así estos días; el viernes el camino de ida, el domingo, hoy, la misión de la vuelta. El trecho no es largo y el paisaje ayuda al pensamiento y somete a una conversación muy sabida y más deseada; hablamos del ferrocarril que vamos dejando a la izquierda, del río Odiel que cruzamos en Gibraleón, hablamos de San Bartolomé a medida que se nos acerca, el niño, (nuestro nieto Daniel de solo tres años) nos pregunta si vamos llegando; luego Alosno con su historia de fandangos y al poco la Sierra Ensillada, donde se empina La Divisa y, detrás de las curvas, Tharsis, enigmático porque siempre tiene algo para darnos y fiel porque nunca nos abandona. La puerta grande está, de par en par, abierta y el viernes es fiesta emocional en el alma de nuestra tierra tan sagrada.
Despertar allí, oyendo llover o viendo las solanas con los primeros resplandores, es casi orgásmico, casi divino. La sutileza del paisaje fuerte, rojizo hasta doler, los páramos en un orden de colores, las contraminas, el silencio perdido, la ensoñación de pertenecer a este mundo sin etiqueta de caducidad, el aire, que parece tan esquivo y es tan parco; despertar allí no es oír el tiempo es oír hasta la luz, hasta las entrañas que las galerías conservan; se pone tan cerca, allí, la vida, que el recuerdo tira hacia delante y no hacia atrás.
No queda ni un segundo libre, sin placer; el mismo compás toca su tambor de espiritualidades como si fuera el primero en la historia, las nubes pasan envidiando la profundidad y nosotros rastreamos piedras que tienen fibras de existencia.
El domingo se hace más rápido, como si la prisa tuviera prisa; las aceitunas nuevas, ya majadas y endulzadas, se prueban con la impaciencia del agrado y la creencia por la mina se acrecienta con el deseo. Pronto será, otra vez, sueño cumplido. Así pensamos desde que el retrovisor nos va ocultando las últimas jaras hasta que el olor de esteros se nos mete en la encima del primer deleite porque oteamos la Onuba nuestra que también nos amamanta.




Ramón Llanes.
18.11.2012

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