RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 5 de febrero de 2017

EL LOCO DEL TEJADO

 


EL LOCO DEL TEJADO


Era como triste, insinuaba dejadez, cantaba por las tardes, se dormía en el tejado. Parecía hombre entre las luces que le sombreaban la cara, ya no está en el verdín de la parte norte, su propia historia se le cayó como una grúa en un terremoto, solo una armónica vieja ha dejado en el recuerdo de quienes nunca le amaron.
La pared de enfrente le oía dialogar y aguantaba a sal y pimienta las rutinas del loco, retahílas y sermones, cuando no encíclicas, homilías y lo que tocara de pregón o de protesta. Pero antes que a él cayeron el tejado, esa fue la peor miseria de este relato de un proscrito que jamás tuvo nombre para ser llamado, el loco del tejado y poco más era su identidad. O su identidad fuera su grito, su canto desesperado pero sin desesperanza, su clase de declamación.
Allí no, refieren las crónicas que no allí en el tejado de sus desvaríos sino en la sucursal del banco de la esquina, dejó un saldo apetecible para sobrinos inéditos y monjas desconocidas y al loco le brindan con champán y le hacen misas de ocho y le ríen y rezan para que haya alcanzado la vida eterna; y la pared de enfrente se mofa de los ritos que después de muerto se otorgan al loco. Y nada siquiera para quien se le hiciera cómplice en la queja, cuando vio que le cayeran encima su tejado y enlutara con una lágrima sin pestaña el sol de la pared de enfrente.


Ramón Llanes.

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