RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

viernes, 13 de julio de 2012

DIARIO DE PEREGRINO. ROCÍO




LAS LUCES DE LA MARISMA.

Constantes las claras sombras de los juncos, cohetes del agua, dispusieron criptas y coronas de velas, enredaderas de brazos, anoche para rociar de rocío ojos lánguidos, ojos inocentes, ojos incrédulos, devolverles una esperanza, quizá ni una esperanza solo un gesto aprendiz de esperanza, o quizá ni eso; constantes las reliquias de oraciones que se perdieron sin temor en campos de arenas, venidas de otros equinocios al valle de la paz; constantes los rumores de Ella.
En una credencial de luces de marisma, estampas antiguas, con bueyes sobre ríos, caballos negros, hermandades. En la misma credencial, presencias nuevas, avisadas por entes y espíritus buenos, confabulados con la dinastía del plasma envolvente del Rocío. Han venido, lo sé, se tornan peinecillos y guitarras, pero sueñan marismas milagrosas y trotan del cuerpo al aire como jinetes con alas. Han venido a sentir, qué se siente, a comparecer y meter dedos y razón en las llagas de la verdad y cayeron, sin remedio.
Anoche era cielo la marisma. Cielo con ángeles de corto, vírgenes de mantilla, misericordias de campana, cálices de rebujillo y preces por fandango. Un cielo sin metáforas, capaz de empujar cuerpos a la gloria.
Anoche se quedaron bizcas las convencionales estrellas, brilló una luz cegadora anunciada por el mismo grito. Y Rocío se hizo a la mar del pueblo a dejarse mecer.
Otra vez, si se acobardan las luces en noches de marisma, no será que el cielo se aleja de la tierra, más bien que se besan. Y otra vez, si como anoche, los hombres lloran mojando la arena, será que son posibles los milagros. Y será que el precio del cielo baja hasta las manos de los más necesitados y será que los afligidos y también los potentados y los enérgicos y los mediocres podrán concederse las dichas rocieras y sumarse a los puntos de una salvación de aquí, tan cercana como el propio agua o la propia tierra.
Albricias de honor y loa para la constancia de paz, mientras duermen en el Rocío los últimos potros y los caminos se hormiguean de peregrinos con la tristeza de la vuelta.




Ramón Llanes 

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