DE
CORBATA
Ahora
nace la televisión sin corbata, -lo he leído, bajo sospecha, con
incredulidad, premeditando el prejuicio-, como fórmula comercial
para volcarse en busca del espectador rebelde, atender una audiencia
perdida. Es imprevisible el resultado, irá dirigido a desaliñados,
a pasotas, a bohemios, a desenfadados o a frescos, sin obedecer quizá
a un estereotipo concebido, poner un lugar nuevo para una clase
nueva, una tele distinta para gente distinta; si acaso luego se
convierte en muermo al uso mereceremos crítica los espectadores, que
ellos son mensajeros y no tienen el impuro don de equivocarse.
Por
alegar algo a favor de la gente de corbata, diré, que los hay
desenfadados, frescos, serios, infelices, cómodos, hiperactivos o
gorrones; que se juegan la libertad y los garbanzos a base de
patearse la vida, al igual que los despechados o los sin corbata. Que
éstos tienen credibilidad, ofrecen confianza y suelen ser tímidos,
perfil resolutivo que también corresponde a los anteriores. Se
marcan ambos horizontes con más o menos grandeza, pertenecen al club
del vicio de “desear”, se pierden y se encuentran en los lugares
conocidos y van de un festín a un desencanto con asiduidad.
Casi
nada les distingue. Esa tele nueva será más vista por los adictos a
ella, tengan corbata o batín y tendrá las alabanzas de mirones o
estudiosos dependiendo del nivel que alcance el programa, sin fijar
el interés en el hábito.
Ramón
Llanes.
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