Nada comparable con la rutina de los días, la impaciencia de los niños por salir del colegio y las madres luciendo la entrega en cuidado y mimo, la subida y la bajada de la marea en su ciclo menos adverso, la luz de la normalidad, el saludo ligero a los ligeros amigos que caminan de pronto, el encuentro habitual con el mendigo a quien se le toma más que cariño y se le ayuda, la llegada de un compañero de complicidades que trae como abrazo que me deja en la trabilla del alma, una llamada para ir cerrando proyectos, la tensión ajustada a la copa de vino, el cuido por la salud del cuerpo con la tos asomando, lo adorable del hogar, el calmo tiempo de diciembre con su migaja de frío, la probanza de un exquisito queso y la conversación con colegas de fotos y poesías; las cosas sin rango que pasan una sola vez y se mastican en un martes sin postureo ni ambición y sin embargo todo junto completa el calendario con holganza de agrado; nada comparable con la rutina.
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