RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 31 de agosto de 2015

EL PUCHERO


EL PUCHERO


El puchero de madre tiene todos los sabores agradables de los alimentos y repara las cicatrices que deja la noche en la estampa del cuerpo y en el suburbio del alma, así que sin ser una pócima mágica solo alcanzable por seres de élites, llena de contenido una ansiedad perecedera y avisa de las calamidades existentes en el alrededor; es el placer que la naturaleza y madre ponen en las bocas agnósticas a tanto diseñado arte culinario y concede la fuerza digestiva para hacer frente a las mil caras que presenta la tarde en días de calor y en tiempo de truenos.
Cuentan las leyendas más severas de su poder salvador en épocas de hambruna y de sus facultades para sobrevivir a las circunstancias adversas de las modas y las evoluciones en esto de la gastronomía, permanece el puchero en la ternura caldosa de su impronta casera, acaso la luz semiabierta de la cocina pendiente del deleite, la mirada siempre insinuante del gato, la consejería eterna de madre en la silla de al lado, el humo de padre sofisticando el ambiente, los hermanos inquietos y los ingredientes de vida haciendo de un cuerpo débil, adormilado y pusilánime, un hombre de altura creyendo en metas y sueños mientras es devorado el último hálito de elixir que el espejo del plato vislumbra en la postrera faz del fondo vacío.
Amar la costumbre orgánica que los antepasados emitieron como un talón al portador de longitud infinita, arte de cocina y tiempo, amar hasta dedicarle el monumento más útil y hacerle un hueco en la asignación como patrimonio de la más humilde humanidad por haber contribuido a la felicidad de los pobres en todos los tiempos y haberle ganado el envite a tanta dificultad. El puchero es la hacienda de madre, la herencia de madre, el calor de madre para resolver las insignificantes dudas de la imaginación alimenticia. En su honor se explican las cosas pequeñas con la grandeza de las palabras.


Ramón Llanes 29 agosto 2015
DIARIODEHUELVA.ES

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