RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 20 de febrero de 2022

EL DESAFÍO

 EL  DESAFÍO.

 

 

Sucede cuando el cuerpo te pide guerra. Otero aprendió todos los síntomas del bienestar, fue un bienestar por sí solo. Bonachón, tranquilo, aparentemente inconformista, muy dado a los debates pero siempre rehuyendo las metas, las inquietudes y las ilusiones; ahora goza de esa preciosa edad que son los treinta años y ha pasado sin pena ni gloria incluso por su propia casa en donde lo conocen por el tanto tiempo que ocupa la habitación. Le dio por las pesas y se compró la gama completa del gimnasio, luego por el tenis, más tarde por el inglés, los coches, los libros sobre ecología…todo al mismo trastero, al olvido.

Ese tipo de hombre que empiezan todo con entusiasmo y con el  mismo entusiasmo lo dejan al tercer día, así es Otero, un holgazán de pueblo pendiente de vivir, dormir, comer y cagar, sin más pretensiones que éstas. Es una pieza humana en desuso o un animal en peligro de extinción, lo cierto es que alardea de señorito y bien que se ejemplariza. Jugaba al fútbol y lo dejó por evitar esfuerzos, no fue capaz de obtener el carnet de conducir por falta de ganas, por no esforzarse. Los padres le atienden y miman como si fuera el rey, él consiente el trato porque le va mucho mejor de tal manera.

Algo curioso puede haberle sucedido a juzgar por pequeños detalles que se le han observado en los últimos días, parece que prepara una sorpresa y tiene a muchos pendientes de sus actos. Se le ve con algún libro. Ayer mismo sonrió al personal de la otra banda (los trabajadores) y se permitió llamarles colegas; tan sorprendidos quedaron que se miraron sin decir palabra y sin gesticular continuando su labor como si el saludo no fuera con ellos. Otero les requirió nuevamente al socaire de aquel bufón sol de mediodía y les llamó otra vez “colegas”. Nadie sabía por donde venían los tiros, Otero no podía ser colega de tal estirpe de albañiles que ocupaban en la mezcla la gran parte de su tiempo, precisamente al contrario que el “jaragán” de Otero que no conocía profesión ni oficio.

De aquella conversación trivial nadie sacó otras consecuencias que las propias de una broma de Otero, (por cierto poco dado a ellas) pero el susodicho, en efecto, acertaba al llamarles “colegas” a los pobres albañiles que se secaban en el patio subiendo y bajando ladrillos sin parar, porque de golpe y porrazo Otero montó una empresa constructora con mucho bombo para realizar principalmente obras del Estado a raiz del cargo otorgado a un primo suyo en una de esas delegaciones de la Junta tan abundantes en la actualidad.

Y un cuatro de junio empezaba su andadura empresarial construyendo un centro de salud en el pueblo con un presupuesto de más de treinta millones, suponiendo para el inútil de Otero el gran desafío de su vida.

Las obras se desarrollaban en los límites normales de calidad y tiempo merced a un encargado borrachín pero listo y con experiencia que las dirigía. En los primeros días Otero estaba antes que los obreros en el tajo pero en un abrir y cerrar de ojos fue perdiendo intensidad positiva y ganando en comodidad hasta perderse de vista semanas enteras, como corresponde a un jefe de tal calibre.

Otero hizo dinero como pocos del pueblo. No tenía el vicio de hacer inversiones porque las consideraba mucho riesgo pero vivió con suficiente holgura el resto de su tiempo aunque sin perder la costumbre de levantarse antes de las doce y de mandarle jamones de vez en cuando a su primo el de la Junta.

 

 

 

 

                                       Ramón Llanes

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