DERECHOS INNEGOCIABLES
Ordeno los derechos con la jerarquía de su grandeza, les asigno el etiquetado de importancia y les pronuncio el respeto con todas las mayúsculas; a nadie es permitido destruir o desbrozar los derechos innegociables que son el eje central de las causas y el bienestar del ser humano. El derecho a la vida, a la seguridad a la vida que cada cual tiene inscrito, en todos los términos de despliegue de dispositivos que incidan en su garantía, en todos los conceptos que sean adecuados para conseguirlo, es un indeleble deber imposible de eludir en democracia para quienes ostentan el deber de su protección.
El cuidado de la vida desde su inicio, a todos los ciudadanos, en todos los momentos, tiene que constituir un principio inalienable para que su dedicación desprenda objetivos cumplidos de mejora de la calidad de la vida física de cada individuo. El derecho a la vida no entra en estas escalas a los efectos de competir, es el derecho por excelencia.
Esta opción ha dejado de entenderse en los últimos tiempos y emanan desde los poderes públicos actitudes de conspiración contra quienes ejercen el servicio al cuidado de la vida y contra los elementos materiales que les son complementarios e imprescindibles para tal servicio, con sobredosis de deslealtad y vulneración a los principios constitucionalmente consagrados. No puedo dar mi consentimiento a discordias que acaben con la vida de alguien en guerras políticas deshumanizadas.
Rllanes
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