RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 1 de enero de 2013

DIARIO DE NAVEGANTE


DOS MIL TRECE DESEOS





Es sabido que el exceso de parabienes y la reiteración de los buenos deseos no mejoran el bienestar ni colaboran siquiera a establecer unos parámetros más idóneos en la calidad de vida de nosotros los humanos pero al tratarse de una norma de cortesía y educación, bien arraigada, se ha extendido su uso hasta el punto de constituir uno de los centros de atención y costumbre en momentos importantes de nuestros acontecimientos y razones. Se prodigan en Navidad las felicitaciones, los deseos de felicidad, el positivismo con la delicadeza del próximo futuro, las apertura de las esperanzas y todo cuanto huela a concordia y armonía. Hemos creado una fórmula, quizá con título de semidios, para creer que podemos ser capaces de cambiar en algo nuestro más cercano entorno.

Para no salirme por la tangente, me apunto a este desparpajo y describo un listín de aprecios que vería con buenos ojos se convirtieran en realidad. Pero mi referencia a los deseos, sin ser mediocre, no deja de parecer genérica, abstracta, imposible y vieja; se me hace nudo en el pensamiento porque caeré en el desaire de volver a desear lo del año anterior y lo del otro y aquello que deseé diez años atrás, caeré en la burda posición de haberme quedado inmovilista, incluso de pensar que mis viejos deseos, al ser los mismos, están caducos. Porque si pido paz estaré repitiendo mi deseo del ochenta y dos; porque si digo libertad creerán que me refiero al sesenta y ocho y los más reaccionarios me tildarán de repetitivo al sobreentender que la libertad ya la tenemos; si deseo felicidad en tono mayor, para todos, habré vuelto a las cavernas; si me refiero a los deseos de trabajo, vivienda, familia, discriminación, justicia, etc, me tacharán de loco; y si se me ocurre reivindicar a modo de deseo un cambio general, de cabo a rabo, de esta cómica sociedad, no me oirán y seré desde ahora mismo causa de más olvido.

He cerrado mi listín de memorias afables para traerte este final de año cumplido sin glorias y he abierto mi rabia, otra vez, para desear, para los dos, para tí y para mí, dos mil trece deseos fuertes para tener la enorme capacidad de obrar hasta conseguir que no sean los ajenos a mi vida (aquí se pueden poner todos los nombres de banqueros, políticos y otros elementos de mal vivir) quienes influyan en mis niveles de felicidad porque, definitivamente, ese espacio esté reservado a los seres que amo y me aman. Y así hasta dos mil trece veces, dos mil trece.





Ramón Llanes. 31.12.2012.



Publicado el 31.12.2102 en Digital Extremadura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario