RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 14 de abril de 2013

EL DENTISTA



EL DENTISTA.
Ramón Llanes

Simulaba leer la revista del corazón de la mesilla de la sala de espera pero permanecía atento a cualquier desvío del personal y controlaba las maniobras, por otro lado naturales, que se sucedían en la consulta. Dos semanas antes se jugó la vida en un sangriento safari en África trayéndose como recuerdo un “rasguño” de leona y no pocas heridas en manos y cuerpo, previo pago de una cantidad suculenta como precio de su puesto en la citada cacería. Sus trofeos siempre se contaban en prensa por la importancia del personaje, jefe del departamento equis, del ministerio equis, en contacto directo con el equis ministro de turno. Pero él gozaba de su ganada fama de valiente con una pasmosa vanidad. Solo bastaba una simple pregunta por la cicatriz del pómulo para soltar una rienda de historias con fusil y machete que dejaban sin aliento a la concurrencia. Larga y detallada, hasta el más mínimo matiz recobraba una grandiosidad en sus palabras.
Aquel día, bien acompañado, doctor eminente, cita para las seis, puntual y miedoso asomó su curiosidad a los devaneos amorosos de la Obregón para distraerse del suplicio que le esperaba y ni eso le pudo saciar las ansias de dolor que trajo a las seis menos veinte a la consulta del dentista. Repasaría también su dilatada vida de fornido en el frente de Gandesa, sus misiones secretísimas en combate, su escondida amante desde los treinta y dos años, su imperturbable carácter en sus negociaciones con los sindicalistas. Un hombre hecho al valor, criado en las adversidades y proclive al rechazo de toda amargura. Eso mismo le había llevado a ocupar el cargo.
Ahora era distinto, no tenía razón para demostrar valías ni para ganarse merecimientos ante sus superiores. Eran solo él y un dentista bajito con bigote y cara de buena persona.La enfermera le invitó amablemente a entrar y con la misma parsimonia de un condenado a muerte ocupó el sillón del martirio no sin antes atraer la atención del doctor fijándose en una lámina que en la pared representaba un acoso de perros a jabalíes en plena furia de ambos, quizá para dar a entender su aprecio a la violencia y su indiferencia ante el ritual que se estaba preparando. Se sentó y lo demás queda en un olvido de archivo.
Su próxima aventura africana, cuatro días después del incidente del dentista, se desarrolló en las mismas condiciones de codicia y agresividad altamente conocidas en estos menesteres y volvieron a casa los trofeos conseguidos para poblar más aún las chimeneas del palacete pero la muela dichosa ocupaba su lugar en la delicada dentadura doliendo constantemente a placer hasta que al señor equis del ministerio se le ocurriera perder los miedos frente al dentista.


Ramón Llanes 

No hay comentarios:

Publicar un comentario