Escoceses
Se nos ha puesto de moda Escocia en la memoria al hilo de sus últimos
impulsos por vindicar una nueva posición para sus ciudadanos al entenderse
lícitas ciertas aspiraciones de mejoría. No todos se consensuaron en tal idea
y, sin aparentes frustraciones, se eligió civilizadamente una determinada
opción. La democracia ha quedado limpia, sin heridas y la población no ha
sufrido más allá de los obvios picores en el desencanto de muchos por el
amargor de una derrota; son daños que el propio sistema asume, justifica y
alivia.
Nuestra referencia es obligada en preámbulo para intentar una reflexión
más, lejana a asuntos políticos y cercana a cuestiones humanas. Escoceses
convivieron esta tierra cuando las minas estaban en una producción singular
y fueron ellos los dirigentes y acompañantes en el difícil arte de sacarle
rendimiento a la tierra. Los recuerdos son sucesiones constantes de una feroz
disciplina impuesta desde siempre, una prohibición arcaica de mezclas
amorosas con los habitantes de la zona y una especial atención a la enseñan-
za y a la cultura.
Aquellos Makencie, Rudelford, Rentout, Gray, Crossman y otros
muchos, formaron vida en estos terruños y marcaban las pautas de convivencia y constituían el poder casi único a distinguir y a obedecer; Glasgow
era la capital de estas minas, desde donde hasta los lápices, la tinta y los
métodos llegaron a las escuelas durante muchos lustros. La experiencia,
vista desde esta distancia, no ha quedado como negativa en la memoria,
quizá fueran más los beneficios que los perjuicios. Y quizá venga ahora a
restregarnos que nunca se deban los escoceses al olvido por estos afables
lares, con independencia de éxitos o fracasos en asuntos de estado.
Ramón Llanes. (EL CAJÓN DEL SASTRE)
24 Septiembre 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario