DE GUSTOS Y DISGUSTOS
Toca
darle un repaso a la memoria a fin de acercar aquello que en el último tramo de
este amado tiempo tuviera viso de gusto o disgusto, quizá por acicalar la
esfera del ámbito, quizá por curiosear más en el libre albedrío de las mentes o
quizá por enfermedad profesional o vicio adquirido; cierto que cada día es un
engaño o un encanto si se mantiene el ojo pendiente de avistamientos y
aconteceres. De gustos también vive el hombre y de disgustos desvive, que ambas
funciones allanan o limitan el pulso o la esperanza.
Los
días se fueron haciendo limpios y serios, a gusto del deseo, las tardes de
poesía, los libros copando la cornucopia de Onuba en todas las extensiones, el
arte prestando belleza a los foros y a las gentes, la singularidad del otoño,
la esbeltez de la palabra en la calle, la amistad a flor de acera, la
sensualidad que esgrimen los poetas. Casi todo en el orden de los placeres.
Luego aparece Trueba y rompe el tiesto,
se le ocurre decir que ni cinco minutos de su vida se ha sentido español, sin
aclarar por qué, sin dar pistas ni aceptar que él mismo se ha constituido como
un miembro creador de compromisos y comprometido con su estatus como ciudadano
y como adepto al arte de contar historias en la idea doble de sobrevivir y
emitir mensajes para mejorar su jungla. Trueba no admite que tiene una gran
responsabilidad en haber colaborado en fabricar una sociedad que no le gusta.
Si acaso no le gustan La Alhambra, el Alcázar de Segovia, el Museo del Prado o
el Valle del Jerte, entendemos que puede estar refiriéndose a los paisajes,
monumentos u obras de nuestro vasto patrimonio, pero no refiere que le
disguste; de su trama se deduce que no le gustan el sistema de vida o las
gentes, quizá sea que no le gustan las gentes y tampoco cae en la cuenta de
advertir que él es gente y que él responde al perfil medio -salvo el reniego
último- de personaje de este país. Acaso, pienso, será que no se ha gustado él
ni cinco minutos de su vida.
Para
llenar el saco de los disgustos me cansa cómo se escantilla la prosaica
Cataluña a pesar de haber quedado advertida por diestro y siniestro de su
inculta utopía. Por aquí abajo no entendemos de separatismos ni estamos al loro
de la falta de libertades que proclaman pero nos ocasiona disgusto que se haya
olvidado respetar a quienes no comparten las ideas concebidas solo desde el
orbe político. A pesar de todo ello produce cierta desazón porque somos humanos
y les habíamos tomado afecto.
Acaba
la semana con una refriega más de gustos y disgustos que en esta ocasión ganan
los positivos por goleada y a ello dedicaremos tiempo y valor para diseñar el
tramo siguiente, siempre con la vista puesta en las estribaciones tan golosas
del preciado otoño.
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