RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 31 de octubre de 2021

BRINDIS LITERARIO EN MOGUER

 
BRINDIS LITERARIO
(Burros Verdes. Moguer 30 octubre 2021).
 
Buenas noches. Sea húmeda la palabra, útil el pensamiento, libre la voluntad y sean los poetas del mundo los salvadores de las distancias y los amaneceres. Sean los libros parte del equipaje o el equipaje completo y sean hoy Verdes los solsticios que en Moguer pongan arenilla en los ojos y alfileres de seda en las páginas de la vida.
 
Dicen los niños que los libros
son sombras de dioses y se duermen
pensándolas, que las madres son libros abiertos,
que los libros saben amar,
dicen los niños que se han perdido
en la oculta emoción de un libro.
 
Y antes de que los niños y los libros sigan soñando habrá que ponerles al tanto de nuestras celebraciones, que sepan que respiramos y que nos movemos para evitar la desidia, ellos deben conocer el por qué de nuestras cosas, de que a pesar del cambio climático, de las voces altaneras, de los murmullos y del cambio de hora, los verdes del pueblo continuamos llorando y riendo en la búsqueda de los libros de ética, de poesía y de aventuras, que lo sepan ellos, que nos buscan para abrazarnos y nos desean lo mejor.
Y antes del inicio del curso han de saber las mujeres del mercado que existen en los versos y son versos que se meten en los canastos, que las mujeres son versos inquietos que libran ternuras y que muchos hombres brindan en cada instante por los libros.
 
Conversos libros,
serios, comprendidos, exigentes,
promiscuos, lindos,
extraños hombres
entre  grandes libros,
historias en letras,
los libros siempre se abren
por la página de la vida
de cada cual.
 
Y han de saber las paredes, las enredaderas y los viñedos que hoy no se cierra un sueño, se abre una página, porque el futuro tiene sangre nueva, pasión en uso y agallas crónicas
en sus rebeldías; que seguirán los pozos con su agua y los rapsodas con sus versos, que continuará el ensanche hasta la demolición de las maldiciones y las felonías. Han de saber los equinoccios que en las sombras luneras, a horas de templanza, llegaron.
 
 
Vinieron los burros,
se tragaron los libros, verso a verso,
fueron las páginas el hambre,
confundieron con carne las metáforas,
se comieron las hojas en cuadrículas,
los índices como postre,
acabaron el festín
rebuznando con orgullo en todas las farolas.
 
 
 
        Y entonces abrió el lector la primera inmortalidad del poeta, el verso inmortal que acechaba los gremios escondidos de la memoria, abrió el lector la página sensorial de la vida formada por búsquedas y encuentros ante la dolencia de ambas; las letras del poema tienen esa acepción íntima que se escribe con más parte de alma que de pluma y se sostiene en el reto más inmenso de saber entenderse con la tristeza. Y vio el lector el paisaje anclado en la querencia, la madre como primigenia razón, los juegos que valieron un tiempo de historias para poder contarlas al hilo de una corpulencia de pensamientos. Todo se ha hecho más grande al pintarlo en el blanco y vestirlo de verso, todo aquello que durmiera significa ahora la fracción más golosa del libro. Abrió el poeta su ductilidad, su armonía, todo su canapé de emociones para asentarlos en su horizonte de sueños.
En la generosidad de estos versos leyó el lector las manos del poeta, los ojos tan abiertos del poeta, la soledad tan asomada del poeta;  el renglón multilateral de un poema único que se descifra a través de los rasgos que caracterizan sus creencias en la libre disposición de su vida trasladada desde la génesis a la soberbia, a la osadía, a los pasos utópicos o desde aquella deleitosa amalgama de raíces que forjaran su propia solemnidad.  Se fue haciendo poeta en el poema, metáfora en el verso, comprendido en los atardeceres; fue el poeta quien vino fuerte para solventar las dudas,  el mismo poeta –con arrojo y coraje- el precursor de sus lances líricos para devolver a la gratitud su admirada bonhomía.
Están contados todos los versos en una lista útil para ser sabidos. Ha germinado esa facultad sana de escribir para uno mismo con la seguridad de saber relacionarse  con la multitud o con una parte aliada del mundo que le ocupa. Al leerle los silencios se le entienden los márgenes o dígase que todo son crepúsculos que vienen a hacerse en la prontitud de una tarde que nunca sabe comenzar. Y fue para el lector una algarabía de sensaciones distintas y nuevas perfilarse como buceador de las insinuaciones y premuras que el poemario había sugerido en su clase de melancolías.
Te propongo un lugar y tú me asignas unas palabras, organizamos un encuentro para vernos con otros rebeldes, caminamos con la prisa en los ojos y la calma en la razón, nos invitamos, habitamos la casa del mundo, la nuestra, hecha con vigas que son papel sin hacerse, escribimos en el techo, miramos las rendijas, partimos el pan y repartimos las migajas, avisamos a los pájaros, a los burros y a los chuchos perdidos, desistimos de ponerle nombre a las calles y brillo a los espejos, nos dedicamos a buscar libros en las cornisas, en los doblados y registramos toda las habitaciones.
 
 
Solo había libros en la casa,
el zaguán encuadernado con ribetes
de purpurina imitando lomos de oro,
el salón un inmenso libro blanco,
los otros libros conducían a las estancias de arriba,
un libro era una alcoba de amor cerrado,
los baños eran húmedos libros
con señas de perfumes.
 
 
La cocina olía a libros recién hechos,
hasta que entraron los hombres
y robaron los relojes,
se llevaron las cortinas, los estantes,
las mesas e incluso las hormigas,
dejaron intactos todos los libros
deshonrando a la inteligencia.
 
Y se hizo un vacío incomprensible. Habrá que llenarlo de nuevo con los alimentos y las pócimas ardientes para los visitantes a nuestra casa, habrá que pensar. Se nos ocurrió evocar a Góngora, a Cervantes, a Neruda, a Gabriela Mistral y a Juan Ramón y se asomaron al postigo de la casa que habíamos diseñado en el Moguer más cálido; se sentaron con nosotros y el resultado es el ahora que compartimos y nos colma de emoción y alegoría al bienestar. Se nos llenó el patio de caras conocidas que amaban las letras y querían estar con nuestros evocados personajes, hasta miles contamos; recuerdo que llegaron con vino Almanza, Cristóbal, Alfaro, Ropero, Guzmán, Drago, Zenobia, Orihuela, Guevara, Aquino, Inés; trajeron castañas Muñiz, Mario, Garzón, Felisa, Joaquín, Carmen, Vargas; con chacinas, Luna, Casto, Javier, Hipólito, Tristancho, Moya; con oro en las manos vinieron Wilkins, Durán, Mayorga, Simón, Toti, Isabel, Llanes, Almeida, Alfonso, Rosario, Izquierdo, Vanesa; sabor a marisma en la emoción traían Cózar, Alfonsa y Villa; del Portugal amado se apuntaron, Clara, Cabrita, Áurea, Estevao; Los enamorados Elizabet y Arellano, Bardallo, Gaby, Medel, Andivia, dejaron  Sevilla por unos momentos; de la mar, Manuela, Eladio, Azaustre, Clemen, Saldaña, Rúa, Thassio, Luis; de Huelva, Lara, Ávila, Pedrós, Adelaida, Cáliz, Pazos, Loli, Veiga, Deacracia, Jackie, Leblic, Zaíño, Romero, Emilio, Cristi, Esther, Raúl,  Bellido, Coronado, melocotones trajo Pepa. De todos rincones aparecieron libros con poetas en el alma, Marialuisa, Mairena, Piquero y comenzaron a reír en verso, a columpiarse con octosílabos y a cantar en sonetos con música del Capelo más tierno, de Matumena, de Llanes, de Alonso, Alabarrán, Bárbara,  se agitó más el fuego y el tiempo quedó hechizado con un apóstrofe en el semblante. Se acomodaron los editores, Versátiles, Niebla, Pábilo, Apuleyo, Alud, El Libro Feroz y para que nada faltara La taberna del Libro puso su credencial de acogimiento. Y aquello pareció un AHORA en Moguer con olor a crisantemos y endecasílabos soñados en homenaje a la vida y el poeta brindó por los suyos en plena conciencia de lírica y libertad.
Y antes de cerrarse el lluvioso día Miguela recitó el último poema:
 
 
Las flores del jardín son libros sembrados
que se nutren de la tierra,
gustan de ser olidos, acariciados,
es la primavera quien nace las hojas,
es el otoño quien las cierra,
es la vida quien las escribe.
 
 
Y de pronto estaba rebosando el lugar de tanta presencia, de tanto entusiasmo, como un bulevar en un paraíso con amor y sombras y versos y dignidades.
 
 
        Ramón Llanes
        Moguer 30 Octubre 2021.

 

 

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