RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 14 de noviembre de 2021

NUEVO DÍA

 

Nuevo día

 

         Al pisar la calle, aún con su regusto a noche, me agobia muchas veces la sensación de saber con seguridad si soy merecedor del nuevo día, de esa inmensa prominencia de luz que me está enriqueciendo la melodía de vivir; al sentir el primer hilo de frío en los mentones tengo la costumbre de aliarme con tal placer, olvidando de cuantos inconvenientes me van a deparar la crecida de los intereses, el discurso absurdo del político absurdo de turno, el malestar que veré en las miradas sin miradas de los seres desocupados, la falta de voluntad incluso en los voluntariosos, la felicidad que no germina en las personas de mi entorno y las miles de locuras que se suceden a cada paso, como si estas fueran la más natural manera de comportamiento; pero me olvido del tiempo que me falta para empezar a olvidar mi memoria y me pongo el traje de nuevo día como si me colocara el uniforme del paraíso y todo me empezara a girar a mis solas órdenes.

         Son las primeras horas, aún con la escotilla del pensamiento semicerrada, y se anuncian desencantos a modo humano; un desalivio por aquí, un malentendido al uso, un reproche inservible que daña, un sinadiós inesperado, nubes de desconsuelo que han bajado -sin permiso- hasta interioridades reservadas. Despropósitos que el nuevo día va sumando a la agenda mecánica del alma y ordena en los pardos colores del deber.

         Y así, hasta que la tarde se involucra en frescura y aparecen signos positivos- a costa de no ver el telediario del mediodía- y se convierte, por sí misma, en un tono menos ácido y más soportable. Los desniveles no acabaron de desequilibrar el contenido empírico que llevo tan adentro y a estas horas aún respiro sin cansancio, medito lo que falta por hacer y pongo los pasos prestos a continuar la jornada.

         Acaso me dé por dedicarme a fortalecerme en la intemperie de la selva que habito, donde curiosamente no existen enemigos concretos. Hay un significado científico o causal que me imprime una reflexión sobre la pérdida del adversario y no le encuentro razón ni fundamento. Me ocurre que todos me parecen mis enemigos y, en la distancia corta, todos son mis amigos. Y tampoco llego a la conclusión de saber si es mi obligación buscarme enemigos.

         De vuelta a casa, anocheciendo las fuerzas, intento descongelar el primer pensamiento del día y me quedo atónito al no tener conciencia exacta sobre si merecí el nuevo día que la inercia del universo me había ofrecido. Y me sofoco, solo a medias.


Ramón Llanes

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