RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 9 de enero de 2011

DERIVACIONES DE UN SOLITARIO.

Me fijo en la tarde que lagrimea, un lastre más para esta soledad, me detengo en la calma, curiosa perdida calma, cuando se tributa tanto por la espera nada te parece premio, ni el final de la espera, ni el principio de una llegada. El pago no tiene retroceso, las lamentaciones son calima hasta en la memoria y el bulto es enorme, casi insoportable. Me fijo que hicimos imposible lo posible.
Atiendo el reloj porque me gustan los relojes y me gustan los relojes porque me han marcado siempre un tiempo de deseos, porque de los deseos hice suposiciones, de las suposiciones encantos, vida de los encantos, supervivencia hedónica para distraer a los murmullos. Pero ahora es todo silencio, he perdido un poco de voz, intento hablar más en la suerte de la compañía que solo es fruto matinal. Este silencio proviene de la soledad y tiene nombre de cementerio y no me gustan los cementerios con lenguajes de vivos, tampoco me gustan los vivos que mueren solitarios, ni los solitarios que viven con las voces, ni me gustan las voces que no llevan pensamientos. Me gustan los pensamientos, los pensamientos tuyos, los tuyos, tuyos, los que te distinguen en mi afecto y comparto y son rutas que corremos juntos. Y nos gustan las rutas, hablo también de ti, nos gustan las rutas evidentes, las claras, las ciénagas, hemos amado juntos todas las rutas pisadas. Con rutas hicimos tartas, lo recuerdo; tartas que masticábamos juntos, todo lo hacíamos juntos hasta que llegamos al precipicio y nos paramos y a ti te empujaron después y nos perdimos en el vacío y se nos hizo imposible lo que tanto habíamos soñado que era posible.
Ahora me fijo en la parte asegurada, esa intensidad compartida que fueron los enigmas de cada día, de los desafíos y los encantamientos que nutrieron nuestras capacidades para sobrevolar las cornisas altas, tomar tierra sin pisarla y mirar desde una cúpula vivida, con orden; nos gustaba mirar y mirarnos, nos gustaba gustar y gustarnos y eso no se perdió en la hondonada del precipicio. Y ni por qué ni cómo atrevemos a calcular que rompiéramos la jícara y olvidáramos que aún sobraban motivos y chocolate. Y por qué aprendimos a comunicarnos con risas, lo recuerdo; y por qué se acaba lo inacabable e hicimos posible lo imposible sin ayuda de dioses y ellos se distrajeron de nosotros y borraron lo posible (¡malditos!) con greñas que nunca fueron nuestras.
Con estupor me fijo en la tarde que lagrimea detrás de las paredes y mi alma emite lamentos en estas letras, porque sabes que me gustan las letras, sabes que te gustaban mucho mis letras, te gustaba más mi prosa poética, te gustaba que escribiera y aquí me tienes, escribiendo sin ton ni son, compungido, como la tarde, y mordiéndome la lengua para que no se me vaya el afinamiento de la soledad, que empieza a desafinar y a tener arritmia. Me estremezco, hace frío o será el silencio que enfría y lastima. Me fijo que siempre, todo, es silencio si no te oigo, campanilla de mi gusto, pajarilla cantarina y alegre como te bautizara acertadamente tu madre; perdido también el timbre me fijo ahora en lo tenido, como un jerarca que impone la ley de pensar en lo tenido, así, admito la norma o la someto a mi lente, me gusta tanto o más lo tenido que desposeo, más lo palpado y restregado, más aquello que me han robado los mil ladrones sin nombre que se estancan como virus en nosotros. Y nos aprendimos a cómo cada uno sabía caminar en la ensoñación y el enojo.
Y de sernos útiles a morirnos por despojarnos de lo amado fue la sombra de un cable sin tensión y sin chispas, fue un cable que también quería morirse quien nos obligó a firmar el calambre. Nunca firmamos contra nosotros, recuerdo; creímos que nadie nos fijaba la mirada y sí la mirada y luego la ira fijaron para nosotros como condenados a nunca entendernos y salieron a la búsqueda del brujo a que nos volviera tercos para desencontrarnos. Colaboraban llantos, miedos y acechos para conseguir que se nos estrecharan los labios y no pudieran besar amando, y están en la locura de separarnos hasta que se hizo real la impotencia y se nos pintó en todos los paisajes la cara del brujo. Ya ignoro si miento o me creo que nos persiguen y nos pueden y nos hunden; ellos siguen teniendo más miedo que nosotros.
Esta cara no se parece al abandono; ¿es de abandono?, ¿lo crees?; si fuere misión propuesta, como así acordamos, alcanzar el infinito, no desconfiemos de la verdad, aún no hemos acariciado el infinito.


Ramón Llanes. 25-3-07.

No hay comentarios:

Publicar un comentario