RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 12 de diciembre de 2018

EXPRESIONES EMOCIONALES DE EL ANDÉVALO


EXPRESIONES EMOCIONALES DE EL ANDÉVALO


 

Por Ramón Llanes Domínguez

Escritor y Poeta.

 

 

         INTRODUCCIÓN

         Lo nuestro es la emoción, desde todos sus aspectos, desde un ámbito general a otro particular e íntimo, desde su sentimiento y desde el entusiasmo que marca por pertenecer genéticamente a un lugar único donde se identifican valores que son distintos a los de otros entornos o que se resuelven de forma más magnificada. Es la savia que nos viene dada, que traemos en origen y de la que difícilmente nos podremos desprender en el largo transcurso de la existencia.

         No es necesario estrenar tiempo para reconocer los registros emocionales que ofrece El Andévalo en casi todas sus expresiones; los tiempos son una circunstancia más para la sorpresa, siempre está patente la posibilidad como buen refugio para internarse en los sabores, los olores, los colores, la sensualidad y las devociones  que esta tierra aparentemente ocre pone a disposición de interpretaciones y vivencias de sus habitantes y de sus adeptos. Todo es posible en su belleza, cualquier escorrentía, ladera, solana, jipío, llanto o cualquier manifestación de folclore se identifica con un extenso y singular promontorio de causas para concluir en admiración.

         Su definición podría encerrarse en su versatilidad en la belleza y su capacidad de afectación. Es una tierra muy amada, muy perseguida para los tantos ratos de placer que contiene para el disfrute de la festera forma de sobrevivir en buena complicidad con las excelencias del ámbito. El Andévalo es un enorme cofre de tesoros y verdades guardados y de los que sus habitantes se encargan de custodiar con ahínco para librarlos de contaminación y legarlos con perfecta identidad y facultades a los herederos de tan rico caudal. Estar en El Andévalo constituye una delicia inaudita, andarlo supone un deleite, conocerlo es más que una obligación, convivirlo inyecta espiritualidad y amarlo es una máxima vital.

         He de referir, no obstante, en honor a nuestra verdad varios guiños que a modo de premisas han configurado esta comunicación que hoy expongo con el mayor respeto hacia todo lo dicho y hecho porque de ello es mi fuente. Convengo en advertir que soy escritor y no historiador y que desde esa perspectiva romántica y poética hago mis propuestas.

 

         Otro guiño lo advierto en cuanto a la toponimia de nuestro simbólico nombre ANDÉVALO; sé que es tema ya tratado en otras jornadas pero permítaseme indicar que me asiento en convicción en alguna de las teorías que mantienen como origen del nombre al dios Endovélico o Ande-Baal, quizá emblemas devocionales en épocas remotas que nuestros muy lejanos antepasados tuvieron como referencia tal como para que se pusiera el nombre de Andévalo a un cabezo situado entre Cabezas Rubias y El Cerro y donde se encontraron vestigios de civilizaciones anteriores. Quede ahí.

         El tercer guiño reflexivo que propongo, -quizá para ampliación en un estudio posterior o para nuevos debates- se centra en la configuración actual de la Comarca El Andévalo, después de haber sido modificada en 2003 por un decreto de Presidencia de la Junta de Andalucía y que dividió a nuestra comarca en dos comarcas, El Andévalo y la Cuenca Minera. La primigenia razón tiene antecedentes ancestrales remontándose al siglo XVIII pero con una acentuada prominencia de criterios aún más antiguos, aunque en verdad existen referencias desde 1257 pero con menor número de pueblos los que constituían El Campo de Andévalo. Los pueblos que formaban El Andévalo en aquella histórica definición eran: Alosno, El Almendro, Cabezas Rubias, Calañas, El Cerro de Andévalo, Paymogo, Puebla de Guzmán, San Bartolomé de la Torre, Sanlúcar de Guadiana, Santa Bárbara de Casa, Villanueva de las Cruces, Villanueva de los Castillejos, Valverde del Camino, El Campillo, Berrocal, Nerva, Riotinto, La Granada, El Granado, Villablanca, Zalamea, San Silvestre de Guzmán,  y las entidades menores La Zarza-Perrunal, San Telmo, Valdelamusa, El Lomero, Cueva de la Mora, Tharsis, Las Herrerías, Mina de la Isabel, Puerto de la Laja, La Joya, El Pozuelo, El Villar, Montesorromero, El Buitrón, Marigenta, El Membrillo, Las Delgadas, Sotiel y  Montes de San Benito. La composición actual crea una nueva Comarca llamada Cuenca Minera –cuando en realidad todo el Andévalo es cuenca minera- e incluye a todos los pueblos desde Valverde hacia el norte. Las comarcas se constituyeron teniendo en cuenta aspectos de similitud como orografía, medios de vida, identidad económica, idiosincrasia, etc, considerando que estas formas no han cambiado y por tanto en nada fue procedente cambiar sus correspondientes componentes. Pero es asunto de otro estudio.

         Liberado ya de estas consideraciones previas me someto en cuerpo y alma a componer mi canto general sobre LA EMOCIÓN en El Andévalo. Algunos historiadores como el Dr. Francisco Núñez Roldán y otros al referirse a El Andévalo siempre recogen aquella leyenda de que fue el dios cansado por la creación del bello mundo de playas y costa quien al llegar a San Bartolomé –dicen unos- o a La Palma –dicen otros- ordenó al diablo que continuara en su creación y éste creó la tierra a su semejanza con pedregales, baldíos y tierra infecunda. Se trata de una leyenda que puede no tener más interpretación que la de la curiosidad o puede servir para entenderla adecuadamente. No sabemos si fue el diablo quien no atinara lo suficiente o arrepentido de su maldad quisiera concederle algún don a la tierra y la dotara de un subsuelo pleno de riquezas minerales, amén de otras exquisiteces que la han sustentado en el tiempo y forman parte de su mejor identidad.

         Estamos en la certeza de que el ser humano andevaleño no es muy distinto en su caracterización humana del ser humano de las otras comarcas de Huelva pero sí presta una atención distinta a los símbolos que ha querido que fueran sus emociones. Existe una adscripción necesaria de la emoción a la devoción, principalmente religiosa, pero también lúdica y festera que en ocasiones se mezclan y se convierten en componentes a tener en cuenta. A nuestro entender las facciones que muestra un andevaleño para determinar su emoción se expresan en los siguientes sentimientos:

A.-Devoción y emoción.

B.-Apego al arraigo.

C.-La influencia del fandango, la guitarra y la juerga.

D.-La emoción del paisaje.

E.-La emoción a través de folclore y gastronomía.

F.-La emoción desde el intimismo romántico.

G.-Influencia emocional del ámbito.

H.-Gestión emocional de la muerte.

 

        

 

Estos rasgos identitarios no se dan en los miembros de otras comunidades o al menos no se dan en forma conjunta. Con independencia del mucho honor que para los andevaleños suponga  la pertenencia genética a su ámbito –es una cualidad muy asentada y acentuada en todos los núcleos- cada cual de los próceres parece mantener en su sello original la misión de una defensa arcaica por su territorio, su costumbre y su carácter. Existe un corte emocional muy parecido entre un andevaleño de Paymogo y un andevaleño de Alosno o entre uno de Las Cruces y uno de Tharsis. Los parecidos son gérmenes naturales pero también son aprendizajes e intercambios conseguidos a través de convivencias habituales que tan frecuentes son en nuestra especial geografía. Cuando comienzan los primeros toques de tamboril anunciando las Pascuas de Castillejos y El Almendro todo El Andévalo se viste psicológicamente de cirocho y piedralbero, es la costumbre de compartir con los pueblos vecinos sus emociones. Por la Santa Cruz de Las Cruces acudimos a su Romería todos o casi todos y estamos en San Bartolomé haciendo fiesta de amistad y nos hacemos los tramos de la Traída y la Llevada de la Virgen de Coronada en Calañas y compartimos Romería con Tharsis y nos subimos al Peñón por la Peña de Puebla de Guzmán y cantamos fandangos en las calles de Alosno a primeros de mayo en su fiesta de la Cruz y nos admiramos juntos con las expresiones estéticas de las jamugueras en San Benito y estamos en La Zarza con la Patrona Santa Bárbara y en Riotinto con La esquila y en Zalamea con su Patrón San Vicente, en Nerva con su feria de San Bartolomé, en Valverde con los actos en honor a la Virgen del Reposo y en Villablanca con su importante Festival de Danza y en Sanlúcar de Guadiana para disfrutar de la belleza de su entorno, de su Romería de La Santa Cruz y en El Granado cuando es tiempo de Santa Catalina y en San Silvestre haciendo piña en torno a su Romería de la Virgen del Rosario y a sus cosas,  en Paymogo por la inolvidable Santa Cruz en tiempos de mayo y en Santa Bárbara con San Sebastián, en El Campillo en sus fiestas de verano o en su Romería de la Santa Cruz y compartimos devoción con Cabezas Rubias en su Romería a San Sebastián y con Berrocal un poco más lejano, con Los Sachos y con sus Cruces de Mayo y así hacemos un viaje emocional en la búsqueda por la comparecencia y el disfrute. No olvidemos que somos seres más colectivos que individuales.

 

 

A.- DEVOCIÓN Y EMOCIÓN.-

 

Es indudable que en esa colectividad prestamos un especial apasionamiento por las manifestaciones religiosas que componen la geografía de nuestros credos, el estímulo devocional  nos hace enfrascarnos de manera febril en cada rito. Nos embarga la emoción en los salmos, en las tonás romeras, en la liturgia de la preparación del caballo, en la danza que adorna desde mucho tiempo las procesiones, nos llegan a emocionar los cantes que sirven de causa en las celebraciones de las fiestas de la Cruz en todas sus extensiones, somos carne de emoción cuando suena La Esquila por las calles de Riotinto, adoramos las lágrimas que se resbalan por San Juan en Alosno, celebramos con inusitada emoción el baile del Pino o Pirulito, gustamos de calentarnos los recuerdos en las Jachas del ocho de diciembre, conocemos desde la devoción el valor de la piedad, del perdón, del sentimiento del abrazo. Emocionante es el toque pausado de un tamboril en una tarde primaveral, emocionante escuchar la música que en la Diana llama a celebrar el patronazgo, son emocionantes los efluvios en la piel cuando se subasta un banco procesional en Las Cruces, cuando se hace el camino de ida hacia el lugar de la ermita, cuando se grita con alegría a la Madre protectora que viene y va de Sotiel a Calañas, cuando en Berrocal se mitifica el valor de las mulas por la Cruz; es emoción la entrega de la Mayordomía a todos los actos en El Cerro, emociona su día de lucimiento, emociona la convivencia de una procesión a Santa Bárbara en La Zarza-Perrunal, en Santa Bárbara de Casa, en Tharsis, en Herrerías, en San Telmo y en todas las minas, emocionan las salvas de escopeta que los mineros ofrecen en señal de devoción a su patrona; es emocionante comprender la Danza de Los Palos con todos sus ancestrales modos y vivir una noche de Pregón en El Granado, emoción compaginar en Zalamea días de fervor y de asueto, llegar a la altura humana de lo más divino en todas las maneras supone para los seres que sostenemos esta espléndida alegoría de la felicidad una dotación de excelencia en el difícil arte de existir. En la devoción se encarnan gran parte de las emociones.

 

B.- APEGO AL  ARRAIGO.-

 

Somos emoción, le tenemos un amor incondicional al terruño –entendido este como el conjunto de sentimientos que lo circundan- y no somos capaces de ausentarnos de sus lados más que lo mínimo. Adoramos la calleja, el olor a humo de pueblo, el ruido del bar de la plaza, la sabiduría del labriego y la rebeldía del minero, somos de partículas de cada uno de los miembros de nuestra comunidad, somos seres creados de otros seres incluso ajenos a los lazos genéticos, pertenecemos a la tierra como fin y nuestra filosofía de vida es comunitaria, no individual, comunitaria y con afectaciones importantes de géneros. Esta no es una cualidad que se presente con frecuencia en otros pueblos. Nuestras tierras son nuestras esperanzas, nuestros vecinos son nuestros aliados, nuestro carácter es nuestro patrimonio y nuestra similitud vital es nuestro premio espiritual. El andevaleño quiere ser como son los suyos, andar como andan lo suyos, mirar como miran los suyos, reír como ellos ríen y llorar con ellos cuando haga falta.

El andevaleño no negocia con su origen ni admite imposiciones que le limiten su tiempo para estar en su pueblo; para los que viven en él les supone un gran trago moverse (alguien de El Cerro me contó en una ocasión que llevaba más de 5 años sin ir a Huelva, a pesar de ser joven) y para los que viven fuera son siempre deseosos con ansiedad de buscar huecos que le permitan pasar el máximo tiempo en sus lares. Es la grandeza del arraigo, como si el andevaleño se considerara protector de lo suyo y le fuera imprescindible su aire o como si se sintiera un poco responsable de su evolución y quisiera participar en ella de manera activa o solo con su presencia. Pero en realidad el andevaleño no es que sea parte del territorio, es territorio puro en su amplio contexto de paisaje, costumbre, ambición, miedo, alegría, vida en definitiva. Resumo esta afectación andevaleña con este manifiesto:

 

SECRETOS.

 

         A estas alturas, ya ves; a tanto tiempo de aquel resultado primero del encuentro feliz; más joven yo, tú madura, los dos tiernos como flanes, nerviosos y cárdenos; los dos enjaulados en un enamoramiento de románticos, tú agotada de la pasión mía que ha durado tanto como la vida, yo pendiente del calor, de tus estrenos, de tus venas frías, de tus manos; y ha de ser a estas alturas de la senectud de ambos cuando me arrime a contarte solo un secreto que son todos los míos de la existencia.

         ¡Y es que te tuve tanto en sueños, tanto en memorias vivas, tanto en ilusiones y tantas veces..! Hasta en la felicidad tardía y hasta en las hogueras de impaciencias, siempre te tuve. Ajena, lo sé, a mis estados de ánimo, he contado los años por minutos para llegar a hoy que me plazco en anunciarte, en este recodo de cielo, todos los compromisos rotos por tu culpa, las fuerzas perdidas, los viajes no realizados a otra parte y sí a tu infinito, las caricias no ganadas. Estabas en otra luna cuando era llena para mí, que de tus rasgos de hembra me quedarán polvos o cienos según la misión o la época.

         Creí haber nacido contigo y para tí y eras como de todos, como el pasamanos o el aire; eras de los de principio de siglo, de los del sorteo y de los muertos. Hoy son las cosas igual, no ha volado el tiempo tanto como mi deseo. De nada advertirán golpes de pecho de dolor o pecado, de mucho por consagrarme al hito de lograrte. Hoy no es tarde para recurrir a la memoria y traerte los secretos de mi miedo. Solo que hayas sido promiscua en la corta distancia de mi vida, me ruborizará. Sabrás que por tí son los únicos ojos nunca despegados, los pies acariciándote en las glosas y en los arrabales, con el tacto acudiendo a tu profundidad; en los oteros concubina mía, en la solana más consejera, más amada en el paisaje, más reina en el pozo.

         Ahora que solo tú me oyes al compás de un latido, prefiero reclinarme en el cansancio y por el deber de la secretería acogerme a tí, pronunciar tu nombre, ser de la carne y del espacio, hacer bulto en la fila, y con mi bajo grave de coro, a tí que me oyes referirte todo mi amor desde mi primer beso, amada y querida tierra.

C.- LA INFLUENCIA DEL FANDANGO, LA GUITARRA Y LA JUERGA.

No puede entenderse un Andévalo sin cante. El cante es la expresión que ha consolidado a la tierra con una fortaleza gratamente sutil hasta convertirse en una de sus referencias definitivas, desde tiempos antiguos. No precisamente se han dado estrellas gloriosas de esta disciplina porque ha sido el pueblo quien ha ido marcando las pautas de la interpretación. El fandango es el cante propio, aquí, en estos pagos, está la madre y aquí nacieron los estilos y los prohombres y mujeres que le han dado realce. El fandango prestigia indudablemente a esta comarca y también el fandango sale prestigiado por la genialidad interpretativa del pueblo. Raro será quien no se atreva a canturrear un fandango. He visto  muchas veces hombres dormíos en la mesa en días de juergas, bastante borrachos y despertar al sonido de una guitarra lanzando al aire un fandango perfectamente entonado, eso es Andévalo, ese es el misterio que aquí vive y que nadie ha sabido explicar. Un aficionado cualquiera de aquí sabe entonar un fandango mejor que el más genuino de los cantaores profesionales, nadie de fuera es capaz de captar el “dejillo” andevaleño. Alosno es un arsenal de sabiduría interpretativa y creacional, Paymogo le pone al fandango una manera diferente y preciosista, La Puebla tiene fandango en cada taberna, Castillejos también supo beber de la fuente madre y ha tenido siempre intérpretes de postín, Villablanca y San Silvestre se prodigan con bastante honor, El Granado y Sanlúcar materializan su expresión en muchos ratos de fiesta, San Bartolomé le cuida, Valverde le concede una melodía distinta y se engrandece, Calañas le pone un toque musical sacado del tiempo, Riotinto, Nerva, El Campillo y Berrocal le dan un uso menor pero le arriscan las entrañas, Santa Bárbara se atreve a crearlo, Cabezas Rubias le pone espuelas y lo canta desde arriba, Tharsis y La Zarza lo administraron desde lo más jondo, Las Cruces le pone su dulzura, en Sotiel se canta con Coronada, Herrerías mantiene su culto. El Andévalo y el fandango son memorias juntas, inseparables.

La guitarra, no como simple instrumento de acompañamiento del cante sino como elemento que siempre ha provocado un encuentro, una reunión, una convivencia. No se concibe en El Andévalo un rato sin sonanta, siempre aparece, siempre alegra, siempre impone el deber del silencio. La admiración de todas las generaciones por nuestra singular “cavaera” sigue viva en permanencia constante y en evolución emocional. Alosno suele celebrar en verano un encuentro de guitarras que recorren las calles tocando fandangos y sevillanas bíblicas y se reúnen más de cien cada año. Es increíble vivir esos momentos de predominio y protagonismo de la guitarra como un credo, como un elemento sentimental que abre puertas, anima juergas y arregla malentendidos.

Para hablar de la juerga en El Andévalo se precisaría un tratado de sociología, un tiempo largo para exponerlo y un conocimiento vivencial imprescindible. Por aquí no se concibe una juerga solo para beber y comer, eso no es juerga, el aliciente más importante de la juerga es el cante y el cante no se concibe sin guitarra, por aquí, digo, que por otros mundos se ven muchas cosas raras. La juerga tiene mucho de emoción. Se dan en ella una retahíla de valores que la hacen social, humana, filosófica, gremial, necesaria, culta, etc, y se advierten en ella motivos para la convivencia, para hacer nuevas amistades y reforzar las existentes, es un foro ideal en el cuidado del cante y de su aprendizaje, motiva el estímulo en los más tímidos, surgen amores, sentimientos, desengaños, y sobre todo siempre aparecen por una causa afectiva, alegre o festera. Al estar asentada en un origen positivo y entusiasta se presumen desarrollos amables y resultados inolvidables. No habrá ser humano andevaleño sin haber probado a trago largo la excelencia de una juerga y no habrá quien habiéndola probado la haya olvidado. Una juerga nunca pasa a la parte olvidada del cerebro, se mantiene viva como la necesidad de volver a vivirla. El Andévalo, bien lo sabéis, es proclive en organizar juergas y en hacer de ellas una simbología humana que produce no pocas situaciones emocionales que, como dijimos, se quedan valientes e intactas en el recuerdo. Ah, y nadie se despide si tiene que marcharse antes de tiempo, es la costumbre.

 

 

 

D.- LA EMOCIÓN DEL PAISAJE.

 

El paisaje de El Andévalo es versátil y diverso, se compone de serenidad y de prominencias, es fácil y abrupto, pedregoso y llano, limpio y complicado; es un paisaje muy original en la estética, que igual se encuentra un socavón que una solana, un barranco que unas greñas, baja y sube a su propio capricho y prescinde de la disciplina de la igualdad, en cada legua se transforma, en cada cabezo inhóspito tiene un secreto y en cada fondo un tesoro. El paisaje es también patrimonio de la emoción. A nadie que se atreva a contemplarlo le resultará indiferente porque es un todo en colores y en semblanzas, de perfecta consideración para quienes son admiradores de extravagancias y jonduras o de peñascos y laderas, un todo universal que compendia la libertad de flora y fauna a un antojo ordenado. El Andévalo tiene una tonalidad multicolor.

Sin embargo el paisaje no solo es fructífero para la contemplación poética, que de tiempos inmemoriales ha sustentado con dignidad las despensas humanas de cada cual individuo que lo habitó. Los núcleos actuales no han quedado desnaturalizados por la escasez de medios de vida, han permanecido casi inalterados en convulsión y evolución. Ciertamente ha existido un nivel de despoblación en algunos de los pueblos pero ha sido más bien como consecuencia de la inercia laboral, las modas migratorias o las cercanías de ciudades que pusieron su atractivo. También el ser humano ambiciona por naturaleza contemplar otros horizontes e iniciar otras singladuras.

Siempre en la vuelta a casa el primer paisaje te hace saltar el corazón, ¡mi tierra!, dice para adentro la emoción; luego, al llegar, el alma coge un tono sublime, la piel se empina, el sentimiento se salta las normas y un atisbo de lágrima aparece en la comisura de la vida. Así es, el paisaje de El Andévalo tiene una influencia importante en cada uno de sus habitantes. No ocurre igual en otras comunidades.

 

 

 

E.- LA EMOCIÓN A TRAVÉS DE FOLCLORE Y GASTRONOMÍA.

 

El fandango como principal insignia, las tonás de quintos, la esquila, las tonás festeras y los cantos devocionales de La Peña, las tonás de San Benito, las tonás de Piedras Albas, las coplas del pino, las coplas de Pascuas y Sandalio, las seguidillas bíblicas, las coplas navideñas, las coplas de los campanilleros, los cantes de trilla, las tonás del santo, los cantes de las jachas, los cantos del camino, las coplas a la Virgen, las coplas de la rama.

La danza de las espadas, Los cascabeleros, La folía, El Poleo, El baile del Pino, el baile del Sandalio, El cirocho, La Danza de Los Palos, Danza de Los Garrotes, Danza de la Virgen de la Rábida, Danza de San Antonio, El Fandango Parao.

La riqueza de la vestimenta: Las Jamugueras, Los Gabachos y Gabachas, El traje de Jueves de Comadre, El Traje de Cirocho, Traje de Los Danzaores o Lanzaores, El Traje de minera, El Traje de campesina.

Siendo imposible hacer un relato exhaustivo de todos los platos típicos que componen la gastronomía de El Andévalo nos limitaremos a apuntar algunos que pueden ser considerados como los más actuales o en uso: Caldereta de chivo, caldereta de cordero, Gurumelos revueltos o a la plancha, Turmas con arroz, Picadillo de culantro, Gazpacho con uvas, Gazpacho con Huevos, Gazpacho con conejo, Ensalada cerreña o ensalada de orégano, Potaje de matanza, Cachuelas, Asaduras aliñadas, Sangre con tomate, Lengua estofada, La exquisita pringá (que en Las Cruces se llama “el tumbo”), La olla de coles, El mítico puchero con sus avíos, Las diversas formas de cocinar la carne de caza, Guiso de carne con papas, Las papas aliñás,  tortilla de bacalao, El revoltillo, Las Habas enzapatá, Pimiento encurtío, Aceitunas majás, Toda la gama de embutidos, el preciado jamón de El Andévalo, Las migas, y un larguísimo etcétera.

Cuidan también nuestras emociones los riquísimos manjares de nuestra diversa repostería: Borrachos, Pestiños, Rosas de miel, Bolachas, Tejillos o Alfajores, Cagajones de puño, Gañotes, Tortas de pringue con o sin chicharrones, Los bollos de manteca, Dulce de membrillo artesanal, Dulce de toronja, Dulce de cidra o dulce de hilillo, Dulce de calabaza, Coscarán, Rosco de anís, Sesita (exclusivo de Calañas), La Poleá, La meloja y muchos, muchos más.

Conocida también la elaboración de los distintos tipos de Aguardientes y licores en Zalamea, Alosno, La Puebla, Valverde, etc.

Son elementos culinarios que determinan nuestra forma de vida, nuestra capacidad de creación y evidencian las similitudes en el carácter entre los habitantes de El Andévalo.

 

F.- LA EMOCIÓN DESDE EL INTIMISMO ROMÁNTICO.

Observado el andevaleño desde sus distintas perspectivas necesarias para ofrecer una definición nos atrevemos a considerarlo como un sujeto especialmente romántico. Por qué?. Porque le canta a la vida, porque degusta la vida, porque ama la vida. Y dentro de ella siempre responde con elementos singulares en el uso de sus expresiones: el cante, la poesía que el propio cante lleva, su gusto por la belleza, notablemente manifestado en la utilización de su vestimenta de gala colectiva, el culto por la estética del caballo que se ha convertido en una de las importantes emociones que destacan en esta tierra, la adoración por la guitarra, el saber escucharla, el saber entenderla, el darle protagonismo a su música, la enorme, cuidada y extensa aportación andevaleña a la poesía, a la pintura, a los efluvios que emanan de estas disciplinas, como coplas, tonás, cantes de pique en carnavales, todas las razones que se conservan intactas en las costumbres del respeto al mantenimiento de las tradiciones de sus ritos en fiestas. Todo eso es el romanticismo que en la intimidad de una ternura espiritual se magnifica poniendo al servicio de la vida una manera romántica de amar a esposa, padres, amigos, tierra. Es incalculable el valor que en el plano romántico tiene El Andévalo, es incalculable, podemos exponer mil detalles, el primero es la conspiración colectiva por lo nuestro, el segundo surge del momento en que te llega al estómago esa sensación de cosquilleo cuando viniendo de fuera observas el paisaje y se te pone el alma en vilo, pareciéndote  que llegas al paraíso. Ese es el romanticismo que nos produce infinitas emociones, algunas  imposibles de narrar pero todas de una vigencia indeleble. Quien lo haya comprobado que se mire y lo traiga a su memoria, será feliz.

 

G.- INFLUENCIA EMOCIONAL DEL ÁMBITO.

En todo lo tratado hasta ahora aparece el ámbito como centro de ubicación de cuantos pulsos emocionales configuran este núcleo llamado Andévalo pero nos parece interesante mostrar aquellas otras fibras que se surten de emociones en el contexto que hoy nos sirve de estudio y exposición. Partes que no podemos olvidar y que son obligatorias si queremos proponer desde la visión poética y social aquello que tiene genialidad, arrogancia y vitalidad como para merecer mención.

El humor. En estos rasgos ya consolidados en todo el engranaje de la historia la manera peculiar de entender el humor y de llevarlo a la práctica tiene la propia similitud con otras comunidades en algunos de ellos y se diferencia en otras. Incluso destacaría que cada pueblo posee una jerga propia y un sentido original. El humor transmite emociones, el rato de humor surge de la convivencia, no es preciso llamarlo o invocarlo, se pasea con gracia por todos los momentos y forma parte de las pautas de la felicidad como elemento idóneo de entendimiento y de conjugación de amistades y formación de grupos. El sentido del humor es consustancial con la vida aquí. Es genético, está muy repartido y convulsiona a la emotividad en ratos compartidos. No es solo necesario, es imprescindible. A veces solo con muecas, miradas y gestos el andevaleño se entiende a través del sentido del humor.

La hospitalidad. No podría retratarse El Andévalo sin tener en cuenta el sentimiento de la hospitalidad. Decimos sentimiento sin querer darle un rango mayor, lo consideramos sentimiento porque en él van implícitos detalles, indicios, posiciones e interrelaciones. La hospitalidad es cuidada en cada rincón, desde Los Montes a Riotinto o desde San Telmo a Villablanca, todos los humanos afectados por la genética del ámbito presumen de poner en práctica a diario este sentimiento hospitalario que hace que se muestren capacidades y cualidades como seres acogedores, amables, cooperativos, convivenciales, y sobre todo seres a quienes gusta de compartir con los demás las veleidades de tierra, casa, costumbres, fiestas y vida. No existe costumbre de guardar el abrazo sino de ofrecerlo, los modos más frecuentes se significan en poder y saber enseñar ese tesoro que cada pueblo guarda con esmero y que se enorgullece de tenerlo. La hospitalidad andevaleña está subrayada en su patrimonio espiritual.

La amistad. Departir con un amigo cualquier evento, lúdico o religioso, un rato de conversación, una tarde en el campo, una procesión o un rato de cante, supone uno de los más usuales y grandes placeres de la vida útil y cotidiana de El Andévalo. Parece un solo pueblo cuando de estar en uno de ellos se trata, siempre aparece el amigo de allá que viene a seguir gozando a sorbo largo las excelencias de la amistad. Tanto la mujer como el hombre se precian de conservar ese sentimiento con el mismo valor de siempre. En las fiestas nos visitamos, compartimos belleza y admiración, ponemos sentimientos a la risa y a las palabras, nos alegramos de la alegría de los otros, nos queremos, aunque pertenezcamos a lugares distintos. Si no hubiera amistad entre los pueblos nada se hubiera fortalecido igual. Es una de las claves para la evolución de estos pueblos no precisamente dotados de excesos de riqueza económica sobre todo en los tiempos actuales. La amistad también configura nuestra emoción.

La actividad. El Andévalo, quizá como el resto de las comunidades, se ha surtido para la formación de su carácter de sus principales actividades económicas de agricultura, ganadería, servicios y minería. Todas ellas constan como históricas en la zona; desde que se tienen datos estadísticos están confirmadas estas y han contribuido de manera determinante en los comportamientos de sus pobladores.

A excepción de los núcleos mineros –que tienen una afiliación censal más reciente-, los demás están cargados de siglos y derivaron en sus modos de expresión emocional tal como el ajetreo de vida les fue llevando. La actividad minera, que irrumpió como una tormenta en los lares andevaleños, propició una especie de éxodo hacia las minas hasta que se asentaron en aluviones por cada una de las tierras que comenzaban su explotación. Las  minas eran un atractivo y tuvo un claro efecto llamada al calor del progreso seductor; con las minas se inicia un proceso de industrialización que hace mover a las personas de un lugar para otro con muchos sueños por delante. Se forman los nuevos pueblos con advenedizos de todas las tierras y el tiempo hizo el resto. La visión actual presenta, como ya dijimos, un perfil de persona adscrita al ámbito tomado como suyo, hecho con artesanía humana por cada una de las familias que fueron los primeros asentadores significando ello que tuvieran una necesidad más predominante de arraigo y querencia con la prometida tierra a la que habían llegado quizá por inercia o quizá por imperiosa necesidad. Pero no solo se llenaron de habitantes los poblados mineros, los pueblos cercanos también sufrieron importantes incrementos en sus poblaciones con gentes venidas de Portugal, Extremadura y de otras provincias andaluzas.

Al mismo tiempo que se fueron haciendo los poblados se fue formando el carácter hasta configurarse como ahora podemos identificarlo y definirlo. Nosotros, los observadores de estas fluctuaciones, admitimos que “la forma de ser” parte de una mezcla del sentido antiguo con la fórmula de la nueva caracterización que conforma la nítida idiosincrasia actual, con todas sus connotaciones de sensibilidad, sentimentalidad, arraigo, creencias, pasión, etc.

 

H.- GESTIÓN EMOCIONAL DE LA MUERTE.-

Aquello luctuoso y todo lo relacionado con la muerte es de trato curioso en las laderas pedregosas de El Andévalo, presenta situaciones muy arraigadas y tienen una carga emocional indescriptible que suele manifestarse con sentimientos de dolor compartido. En todo acontecimiento doloroso aparece un sentimiento de solidaridad que se extiende tanto a lo individual como a lo colectivo. Siguiendo aquella regla de “la alegría compartida aumenta y el dolor compartido disminuye” se monta por costumbre un muy apreciable compendio de gestos que hacen del hecho una situación para que la emoción esté presente en su tratado más triste. La noticia de una muerte corre de boca en boca, las campanas anuncian, de repente se llena el pueblo de dolor, se acumula el vecindario en la casa doliente, se permanece en ella, se acompaña al lugar designado, se hace el duelo todo lo largo que requieran las circunstancias, se llora con la familia, se intensifica el luto a modo de muestras de cariño, la llevada del féretro hasta la iglesia, el traslado multitudinario al cementerio y la vuelta a casa con la familia. Ese día alguna vecina ha preparado almuerzo o cena para los familiares.

Son ritos donde se transmiten sentimientos de dolor, de angustia, de compañerismo, de afecto, de entrega, de ayuda; ritos extensos donde nadie acude con prisa. Es el pueblo entero quien cubre la misión de gestionar con dignidad y emoción la muerte de una persona que, más conocida o menos conocida, con más o menos trato de amistad, responde a la llamada siempre extemporánea de la muerte.

 

CONCLUSIONES.-

Desde la óptica tratada con esa perspectiva más poética que antropológica referimos y asentamos a modo de conclusión que este lugar pequeño en el mundo llamado Andévalo contiene una multitud de elementos productores de emociones que a la vez le configuran con esa versatilidad y distinción que hemos expuesto. Apuntamos que El Andévalo es una emoción o son a la vez un millón de emociones juntas.

Y aprovechando que estamos en Paymogo donde tanta raigambre tiene el fandango y donde tan sublime es el valor por la tierra con ese privilegio de ser emblema de interpretación y de creación, aprovechando de la excelencia de las personas que cuidan y enriquecen este ámbito, me permito traer, para terminar, unas dosis de poética autóctona, también motivo de significantes emociones. Recitaré retazos de poesías de algunos poetas de Paymogo que extraigo de una Antología que personalmente dirigí titulada HUELVA ES VERSO, editada por Editorial NIEBLA en 2017.

De Manuel María de Soto Vázquez, fallecido en 1917

 

PANORAMAS

            Allá hacia el Norte, como atalayas gigantescas, desvanecidas sus figuras por las brumas de la tarde, taladran el espacio los escorzos grises del Morante, de la Peña, del Andévalo, las Sierras de Tharsis, los Silos de Calañas, de cúpricas entrañas y duros lomos. Más lejos aún, como bocetos esfumados sobre el añil de un cielo crepuscular, los prietos crestones de la Sierra de Santa Bárbara y Ficalho, entre cuyas rápidas vertientes se desliza impetuoso el Chanza, de quebrado curso, separando dos pueblos hermanos, fertilizando con sus turbias aguas la discordia secular que allá en la noche de los tiempos tuvieran los hijos de los reyes, legando como herencia a entrambos pueblos sus odios fratricidas y malditos.

            De José María de Soto Morón, fallecido en 1992.

                                                 

EL ÚLTIMO CORTEJO (Extracto)

Quiero entrar en Alosno por la calle Real

entristecida, al paso del cortejo de lo que fue mi rango

que llevó en sus entrañas el noble y el leal

amor ferviente y recio, al singular fandango.

El eco fuerte y puro de “TORONJO” me servirá de cántico,

el recuerdo del “PINCHE” de solaz y ambrosía

y todo vibrará copando el ámbito...

con la pureza blanca del arte de “Juan Díaz”.

De allí, de nuevo, a los caminos duros,

a las jaras, tomillos y a las breñas

que quiero hacer mi posa de extramuros

suplicando a los pies de la Virgen de la Peña.

Y al final, que mi alma desde el Cielo

vea reposar mis restos, en feliz desahogo

con mis padres y abuelos...

en mi pueblo natal: ¡mi querido Paymogo!.

 

 

De José Santos Soto, fallecido en 2016.

 

ROMANCE DEL CONTRABANDO (Extracto)

 

Los dos compadres caminan

por las calles empedradas

a casa de Vallellano

¡como todas las mañanas!

Caminan muy relajados

¡con el miedo en las entrañas!

pero a todos simulando…

¡aquí no ha pasado nada!

* *

¡Ay compadre de mi vida

cómo la muerte nos llama!

entre los pagos de sierra

a lomos de nuestras jacas.

 

De José María Vaz de Soto.

PAYMOGO  (Extracto)

    (En el entierro de un amigo)

 La tarde está cayendo. Allá en la serranía

                                   se apaga en este instante el último arrebol.

                                   La hora se ha inundado de la melancolía

                                   que segrega el crepúsculo, tibio de tanto sol.

 En la hora de tu muerte, la madre patria tierra

te acoge en este pueblo de estirpe vieja y recia,

de corazones grandes como el Pago de Sierra

y almas humildes como la torre de su iglesia.

 

De Casto Márquez Ronchel.

VEN A DAR DE BEBER A TUS ALONDRAS.

(Extracto)

         En los últimos días de Abril se abrirán los cielos, tu pasearás con tu lazo azul y tus guirnaldas, las aguas correrán por los arroyos y el perfume de tu piel invadirá los campos de Paymogo. Cuando vengas, amor, tráete la canción que brota suave de tus labios, el pan moreno y el vino dulce.

         Pero, ven ya, deja quietos los papeles, la oficina, el hospital, el uniforme, deja tus pulseras, la carga de abalorios, deja la sombra de tu árbol, el arado, la leña, los tubos de acero, el alcohol, las herramientas, deja todo lo que tengas en las manos y ven al primer domingo de mayo, al primer domingo de mayo de Paymogo.

         Mira, amor, desde hoy mismo está creciendo el sol sobre la Ermita.

Y cómo no, os dejo mi poema .

                   A PAYMOGO (Extracto)

Siguen siendo los atardeceres

obedientes y salpican de sangre

las almenas del castillo,

rezan y se van.

Ya no muerde el !alto! en las espuelas

ni la miseria en los huesos,

muerde el tiempo a poco de nacer

por acobardarse de valentías.

Y siguen las voces fuertes soltando

gritos contenidos por el amor

y desgarrados de la verdad

del cante. Y siguen los vicios de arrear

caballos y los vicios del amanecer despierto

en estribos y aguardiente.

Para el recuerdo fueron los desalivios,

para la aurora los deseos,

para siempre la dulce pasión

por la tierra,

terrones y solanas de Paymogo.

 

Tuve el propósito de llegar hasta vuestra emoción, espero haberlo conseguido. Gracias.

 

Ramón Llanes Domínguez.

Paymogo 24 noviembre 2018.

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