DE ARTESANOS
Un documental enseñó las cualidades que
tienen los artesanos, la doble forma de entender el desorden ordenado, la
pulcritud expresiva en un taller de cerámica, la importancia del fuego en un
herrero, las muecas imposibles para adornar una talla, todas las excelencias de
virtuosos de los oficios que desfiguran lo imposible y convierten una nada en
un mundo.
Quien hiciera el reportaje fijó
atención en el lutier y asomó su taller a la ventana, mostrando manos
infectadas de ternura y gubias con encanto, banco de trabajo golpeado por el
tesón y la prudencia, herramientas de molde y devociones en torno a los cultos
del arte. Las guitarras formaban el resultado preferencial del lutier, las
mandolinas, los laúdes, las bandurrias, todo componía un expositor de
complicidades entre el artesano y sus elementos de tarea.
El olor a madera cortada no traspasó la
influencia de la cámara, fue necesario imaginarlo pero llegó con su fuerte
apego a la voluntad del olfato; el ámbito sostenía una verdad de cuido y
esmero, los sentidos inyectados en cada formón y la disposición del hombre para
los estados de sosiego ocupando veintisiete días en crear un instrumento
musical de cuerda y darle vida con la máxima emoción, resultaban obras grandes
hechas con el más riguroso de los respetos.
La luz se fue disimulando un goce, la
estancia del artesano se hizo a la sombra dejando a cada personaje inerte a
punto de ejercer de impulsor de sensaciones y los ya creados se cubrían
tímidamente de su pequeña gloria ganada. Solo el aire se escapaba del tiempo y
solo la virtud permanecía inquebrantable.
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