DE LO HUMANO
Es arriesgarse
a escribir del temple en la calle treinta y dos de la manzana este del barrio
nostálgico de una ciudad vieja, con ojos en el puente que indica el paso del
río, los nubarrones en el sitio de siempre cortándose intencionadamente la luz
a la hora más fría del día más frío, costando una inmensidad poder calentarse
la única cacerola de la subsistencia, quedando helados los niños en el salón
sin cortinas y lleno de miedos. No hay luz en casa, vinieron a desarmarla, se
llevaron el calor y dejaron más miedo, se quemaron de indiferencias, cerraron
las puertas para que no entrara el frío que ya vivía allí y tropezaron también
con el hambre de enero en aquel almacén de cuerpos inanimados por la dureza de
la insolidaridad.
Es arriesgarse a escribir de la
falta de sangre de cero negativo en un hospital del barrio nuevo, aquel que se
divisa cuando se cruza la rotonda de la escultura de un militar condecorado, un
sitio donde se padece la multiplicidad del dolor que se quema y contagia de
dentro hacia fuera como una cascada de fuego, allí mismo, en ese hospital donde
tantos sueños se quedaron, donde no han cortado la luz porque falta sangre de
cero negativo y esperan que llegue un compromiso con urgencia.
Es arriesgarse a escribir que
avisan, mientras, en los plasmas, que la vida se pone cada día más fácil, que
es una realidad encontrar un hueco en cualquier hueco, que se acabó el deshonor
en el salario y se acabó la tristeza en los hogares. Y avisan que, pronto, por
esta condición de progreso, por este estado de gracia venido a más, por tanta
dulcificación en el entorno, por las penas pasadas, por la voluntad de los
gerifaltes, anuncian a capricho convocatoria de elecciones para sorprender al
enemigo -que es el ciudadano-, para concederse un nuevo baño de multitudes a los
victoriosos, para asegurar las ejecuciones, para que se pueda cortar la luz sin
riesgo jurídico, para que siga faltando sangre y medicamento de hepatitis, para
que la sociedad apruebe las conductas y para que todas las cosas tengan un
soporte de justificación suficiente como para evitar una manifestación, una
protesta, una demanda, una cárcel o la barbarie.
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