RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 18 de noviembre de 2019

SABER VIVIR

SABER VIVIR


            El eterno dilema del saber vivir con todas sus alegaciones, atenuantes y consecuencias, a pesar de la evolución, sigue centrándose en dos premisas que parecen las más identificativas con la cuestión. Aún no entendemos si vive mejor aquel que nada aprendió para nada hacer o aquel otro que mucho aprendió para hacerlo todo. La distancia exacta entre la virtud y la dejación o entre la frescura y la hiperactividad o entre la ocupación total del día y el más evidente rechazo por la tarea, el trabajo y la ocupación. Complicada elección
            La vida de los demás es un punto de encuentro en las conversaciones y cotilleos y suele salir como esa cuota de envidia que cada cual lleva dentro sin querer y que cada cual soporta con cierto ingenio. En un mundo de pícaros como el nuestro siempre fue aplaudida la imaginación utilizada para el engaño, -entiéndase como burla de norma convencional o ética-, y siempre se alimentó la figura del vago que a pesar de no conocérsele ocupación se codeaba con ambientes de cierto poderío social o económico y se le calificaba como buen artífice del buen vivir. Acostarse tarde o nunca y levantarse nunca o tarde, eran los requisitos necesarios para ocupar sillón de “joputa qué bien vive”.
            Este modelo de tipo fue motivo de estudio y de ejemplarización ante la sociedad y sobre todo ante los niños que se ocupaban de comprender a quién deberían imitar para alcanzar una vida mejor. El espejo tiene muchas caras, dependiendo de quien se mire, y contraria a esa tipología existía y existe otra que se asienta en una responsabilidad constante, preocupación general por el saber y el hacer y una disposición a alcanzar cotas importantes en la sociedad hasta obtener beneficios que le permitan ser más y tener mucho para desarrollar su vida acorde con un bienestar para los suyos logrado a base de esfuerzo. A este ciertamente se le admira y también a veces se le tacha de “agonía”, por su exceso de interés y su tanta pérdida de tiempo recaudando comodidad sin saber disfrutarla.
            Son dos caras distintas que pululan por nuestro panorama y sobre las cuales nos cuesta pronunciarnos con absoluta objetividad por miedo a desacertar. El trabajo quizá no dignifique al hombre como tanto se acuñó en el siglo pasado pero es verdad que colabora al bienestar; quizá una entrega sobrada a la tarea de alcanzar metas parezca incorrecta fórmula para vivir y quizá una pasmosa despreocupación por mejorarse y mejorar su entorno parezca también reprochable socialmente, así que la cuestión, ya expuesta, se deja en el aire libre de cada voluntad a fin de que cada una de ellas tome guarida donde sea mejor acogida sin olvidar que el afecto hacia una u otra posición determinará evolución para adelante o para atrás de la sociedad que formamos. ¿O no?.



            Ramón Llanes 

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