RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

sábado, 21 de junio de 2025

PODRÍA CONTARTE

 

PODRÍA CONTARTE

 

Si tuviéramos que hablar podría contarte lo de la guerra, lo de la pérdida de los principios que habíamos establecido para ser medianamente felices además de subsistir con dignidad o podría contarte que la lección de pertenecer al mundo ha quedado desfasada y han caducado los esquemas considerados pilares de la sociedad que habíamos inventado y luego conseguido a través de todas aquellas manifestaciones en la calle, podría contarte que ahora los vicios se premian, lo perverso se eleva a grado de santidad y los jefecillos de los defensores del bien que dicen representar a un alguien llamado dios a quien nadie conoce, defienden las ideas que tratan de evitar los modos de evolución social; podría contarte mil veces más lo de la guerra porque la vida ha dejado de tener referencia de derecho para convertirse en algo temporal que pende del capricho de un majara que huele pólvora y se mistifica; podría contarte todo eso pero mejor dejarlo para otro día porque está amaneciendo y no quiero perderme los primeros rayos de la poesía del sol. Buen día, compañero.

 

                Ramón Llanes. 22.6.25

 


FUIMOS

 FUIMOS (XX)
 
 
Ni fuimos piedra angular
ni camión de la mudanza
ni causa de la alianza
que supimos alcanzar,
algunas veces venganza,
otras veces dejadez
por no saber ni querer
perseguir las esperanzas,
si algo nos queda por ser
seremos como la risa,
unas veces por placer
y otras veces por la prisa,
ninguna por añoranzas,
por nostalgia o por volver
al tiempo de las andanzas.
Por si yo me equivoqué
comprueba bien tu balanza.
 
 
Ramón Llanes

FANDANGO. UN ÁRBOL


 

viernes, 20 de junio de 2025

SUEÑOS DE LA EDAD TARDÍA

 SUEÑOS DE LA EDAD TARDÍA

Huellas en los cansancios, un simulacro de fortaleza y un saber esperar determinan la gestión madura de quienes han cristalizado en el deber un compromiso de orden tendente a un forjado bienestar, a veces no del todo logrado. ¡Y pensar que la felicidad era la meta!. Los geranios permanecían después de la primavera, las hojas caducaban en otoño, los pasos del agua tendían puentes de espumas y la compañía -sustentada por el amor- daba sentido a la obligatoria misión de vivir. Habrás vuelto la vista a millones de besos, a dolencias y a sobresaltos y habrás cortado a tijeretazos las greñas que desencantaron tu romanticismo, habrás olido a ella en las tardes de soledad y tendrás sus labios grabados en toda la capacidad de la memoria.
El tiempo te ha hecho más débil en la materia, más indeleble en el recuerdo, menos amante en la alcoba. Tus desafíos están en las almohadas celestes del delicado solaz no permitido donde se te hacía la vida con una intensidad amada; los olores, la pasión, la función del deseo y las insatisfacciones perduran en la piel como en la serenidad.
Estás ruborizado en el pensamiento, apenas has permanecido amable las últimas horas, te llamaban a rancho de sensibilidades esos ocasos que traían luna llena capaz de ensueños. No querrás hacerte a la idea de envejecer porque nunca has sido viejo y no sabes cómo es esto. Tu primera vez te exalta con el nerviosismo de un recién llegado, no conoces la compostura, las normas, las palabras, nunca habías estado en este trance. Es aquí, no te has perdido.
Sabes que tienes delante una vida y una experiencia detrás; sabes que no estás en la lista de los vencidos, sabes que reinas en muchos instantes, sabes que no renunciarás a esta locura de seguir arrugando ansiedades, sabes que tú decides en dónde se escriben los sentimientos y a cuántos deseos estás de la partida, sabes que tú eres el orden de tu existencia, tu timón, tu empuje, tu promotor, todo lo aprendiste y ese es tu mejor patrimonio. Ya perteneces al gremio elegido de los sabios. Es tu gloria.
Ramón Llanes.

CALCETINES

 CALCETINES

A la izquierda del cajón de la mesilla hay un oscuro placer de rebuscos silenciosos, todo parece muerto o perdido en una nada destructible; pasan minutos y días y años y la soledad no se inmuta ni el miedo le inquieta, el trajín está en otros lados de la casa y en otras partes de la alcoba. Cuando la mano solícita toma cuidadosamente la ración de calcetines para la jornada, el ambiente se muestra alegre, pierde su opacidad, se despereza; los bultos toman formas de luz y pierden el color a sombra sostenida. Los calcetines vuelven a la vida, a una vida de abajo, a restregarse por la piel despierta, a calentar las manos de los pies y a preservar de insolencias la humanidad más oportuna del amo.
La tarea requiere movimientos previstos y danza intensa; la calle impone lentitudes y prisas, pisadas y calmas, la calle tiene sus códigos que los calcetines conocen y se adaptan al tedio y a la armonía con toda dignidad. Antes de cerrados los ojos, la mordida del tiempo conspirará contra aquello entendido como perverso en tal relato, sin corresponder con la docilidad aparente de los ajenos calcetines a tanta treta. Ellos están en su mundo de complicidad: a no romperse en el trayecto, a permanecer en su altiva humildad y a callar las dudas de dolor durante la querencia.
Salir del cajón de la mesilla pudo ser un débito de la libertad que el amo concediera, merced a sus tratos tácitos y a sus atenciones. Luego se verán en el lavado con otras prendas para más amenidad y a la postre regresarán a su hábitat después de dejarse acariciar por la tierna paciencia de la madre y el deber habrá sido menos agónico, salvo que la picadura del uso haya deshilachado las puntas y deje herida y dolor hasta el próximo cosido. Los calcetines observan los modos de las personas con una perspectiva gigante, son ellos los reposaderos del camino y asueto imprescindible para esta supuesta manera de vivir. ¡Cuántos secretos habrán guardado los calcetines!.
Ramón Llanes
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miércoles, 18 de junio de 2025

HAGAMOS LA GUERRA

 HAGAMOS LA GUERRA

No son buenos tiempos para la paz, hagamos la guerra; pongamos grilletes en las esquinas, despropósitos en el afecto, veneno en los besos, insolencia en el trato, estupidez en las relaciones; pongamos aguarrás en el vino, intolerancia en los modos, bronca en las tertulias, gritos en los silencios, maldad en las miradas; pongamos odio en el aire, pongamos ineficacia en las tareas, pongamos sombras malditas en la luz, pongamos engaños en el negocio, pongamos tristeza en el amor. Pongamos envidias y sustos y bullas y zancadillas y desprecios, pongamos, en este mundo nuestro, todo aquello que conduzca a tributar honor a la guerra o pongamos políticos que estén enmarcados en el belicismo y démosles poder, más poder, mucho poder, para que puedan, a su antojo, declarar la guerra a los pobres, a los homosexuales, a los artistas, a los inmigrantes, a los enfermos, a los macarras, a los médicos, a los universitarios, a los cultos, a los filósofos; prestemos nuestra conciencia para que con ella fortifiquen los saldos, custodien los tanques, compren bombas y acechen de manera continua a otros seres, aunque no sean enemigos, aunque nunca fueran enemigos; vendámosles la libertad para que inventen naufragios, desapariciones y muertes; hagamos que sean exactamente nuestra pasión y entreguémosles nuestra verdad para que limpien el mundo de seres contrarios a sus pensamientos y para que nos consigan un cielo azul eterno para nosotros y una tierra espléndida, falaz y suntuosa para ellos. Hagamos la guerra que les interesa y miremos nosotros a todos los lados distintos de donde se deslizan las bombas; dejemos que lloren quienes no son de nuestra cuerda y que se destrocen de miseria y se mueran despiadados por esta civilización sensata donde no tienen cabida los sueños ni las utopías ni la paz.
Sigamos sin desmenuzar la lealtad aprendida y sin prestarles la palabra para que la usen y aspiren a estar en perfecta complicidad y consonancia con los seres que componemos esta linda huerta de frescas ideas de concordia donde no se crían ni crecen las venganzas ni los verdugos ni los odios ni los fusiles. Sigamos jugando a soldaditos entrando en sus campos de batalla y en sus aviones de combate, sigamos aplaudiendo los telediarios que anuncian embestidas, sigamos votando discordias y armas hasta que quede el suelo en un imperecedero dolor, sigamos ignorando las consecuencias pretendidas de la paz y estaremos haciendo la guerra.
Ramón Llanes

martes, 17 de junio de 2025

RECIÉN LLEGADO

 RECIÉN LLEGADO.

Son cosas sencillas, llegar, mirar el paisaje, sentarse, tomar el pulso al lugar, esperar a las gentes, empezar a disfrutar de algo nuevo que desconoces e iniciar el primer contacto humano para crear un sistema de entendimiento. Al recién llegado, a quien todos atienden, el mundo le parece más abierto, menos pequeño, comprueba que se ameniza la vida en colores de estampas, hasta que lo notorio no sea el fracaso. De donde vino, horadado en semblantes de siempre, hecho al monótono horizonte de todos los días, sin sobrepasar la somnolencia de la desidia, con los ojos ya cansados de tiempo y con ganas por estrenar, le somete el trajín a un estruendo de sones que jamás se callan. Es posible que sea la ciudad con sus servidumbres y sus contrastes, también con su amanecer lácteo y sus emisiones de esperanzas. A veces hay trabajo de figurines otras de paseantes y las más de observadores, posiblemente sea la ciudad.
Quienes no llegan se pierden las rutas y no la trastean y no la disfrutan. Por otras partes, que no sea la ciudad, a veces no se distingue donde empieza y termina el encanto porque es conformidad de a diario y otras veces se pierde el contacto con la altura, con la prisa, con el valor del tiempo. Pero basta con llegar y esperar que se te sucedan los principios e hierva el entusiasmo, entresacar luego la búsqueda del templete, el lugar de la oratoria, la calle abarrotada, los misterios de quien vende, de quien compra, de quien anda, de quien mendiga. Basta con estar y perderse para atesorar la delicadeza que guarda ir a la par de los acontecimientos y salirles al paso y entender que son las pequeñas pasiones que enciende la ciudad. Esta ciudad nuestra o la otra, todas las ciudades; basta con comprender que esto también es vida, aunque no se vea el campo ni se oigan palomas al amanecer. Es posible que sea la ciudad quien invita con este vademecum de ofertas a distinguir prisa de tranquilidad y empuje de desidia.
Ramón Llanes.
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