ESTAR EN EL ROCÍO
El Rocío nunca defrauda -dicen mis hijas- siempre ofrece una
distinción, un abrazo, algunas o muchas emociones, es una retahíla de vivencias
amables tan unidas entre sí que parece imposible que puedan darse en otros
ámbitos de similares características. El lunes nos correspondió asistir por
voluntad propia y con apasionamiento a estos lugares mágicos; cada casa en el
Rocío tiene sentimiento, evoca inspiración, acomodo, sociabilidad y
convivencia, allí se inventan unos códigos amables que todos respetan porque
están escritos y grabados en la actitud de cada miembro. La devoción y el rezo
son mundos enaltecidos y muy humanizados, las penas parecen disimularse, el
placer es tan infinito que hasta la arena lo posee.
Cada casa es un agasajo con hermandad y las expresiones son
nuevas, allá donde estaba mi hermano nos llevó el instinto, algunos amigos ya
conocidos y otros por conocer y al acabar el momento de estancia nos
preguntamos si éramos todos de la misma familia y llevábamos mil años juntos. Nos
fuimos con el encanto en el alma después de muchas buenas sevillanas, de
conversaciones, de risas y de abundantes detalles dignos de enmarcar.
Hacia otra casa nos empujó el deseo, allá por Ajolí un grupo de
jóvenes cruceños abrieron todos los resortes de la bondad para hacernos más
felices; compartimos cante -allí todos saben cantar y tocar la guitarra-recordamos
las más olvidadas sevillanas, hablamos del Andévalo, nos rozamos las entretelas
del afecto y no quisimos terminar hasta que uno de los componentes anunció su
marcha, solo una marcha temporal y solo hasta Huelva, y no supo soportar su
despedida rompiendo en lágrimas como si tuviera que ausentarse para siempre.
A todos esos momentos me refiero cuando os hablo de la mágica
sentimentalidad del Rocío. Es un poco tan sublime que se nos hace ¡tanto!.
Ramón Llanes.
11.06.2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario