RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 25 de mayo de 2011

LA TRAVESÍA DEL DESEO.

Todo aquello ya estaba imaginado y Calañas estaba supurando en el deseo. Noviembre se alzó cálido en la sabia estampa del Andévalo y casi ni se rompió una hoja cuando afilaron los vientecillos de otoño que vinieron a arropar un encuentro planificado más desde el homenaje que desde la convivencia. Y aparecimos, cincuenta y nueve almas solícitas al aire cumbre de nuestra estirpe, cincuenta y nueve miradas, millones de asientos en papel y voluntades que se anegaban en una solo ofrenda a la tierra de los nuestros. Nos recibió el Real con una llovizna mansa, de acogida, de bienvenida; el templete lo conoció mi madre por primera vez y los niños se sorprendieron de su belleza; los primos estaban con más brazos que nunca, con más sonrisas, con los besos muy abiertos, los primos son parte de nuestro enjambre de deseos.
Sin dejar la llovizna rezamos ante la imagen soñada de nuestros seres más queridos con flores de amor, con el entusiasmo de los más niños y la cara mojada de los más mayores. Era noviembre casi nuestro, era Calañas casi una mecedora que nos mimaba el espíritu, era el cementerio el mejor lugar sagrado que vieran nuestros ojos porque de cuanto allí moraba éramos la prolongación, el sueño, la realidad. Nos miramos con el agrado que persiste en los genes que nos identifican y, casi de la mano, con la llovizna a cuestas, devoramos, carretera abajo, los pasos que conducen hasta Coronada; y llegar fue travesía única. Todos juntos, ante Ella, soñadores que se agregaban en honor al linaje, para homenajear cada sentimiento de ellos, que de allí subieran a las glorias que tienen los calañeses en cualquier cielo. Y nos hablaron, oímos sus voces, hicimos con ellos un juego de niños, tocamos a la Madre, encendimos el velorio como quien enciende una vida; unos rogaron, otros dieron gracias, otros callaron y el tiempo nos dejó perecer en la solemnidad de este deseo.
Cincuenta y nueve Llanes invadieron de nuevo las calles de Calañas cuando era veintisiete entero de noviembre y pronunciaron los nombres eternos de los antepasados, tributando a la tierra madre el cántico de la nostalgia de quienes se fueron y la melodía de la gratitud de quienes se quedaron. Y aquel día nacieron cincuenta y nueve millones más de devotos calañeses.

Ramón Llanes. Noviembre 2010

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