RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 4 de junio de 2014








RAMÓN LLANES
MEMORIA DEL PRÓDIGO





Tanto si se le llama verso: “se abre este poema en mi herida”, como si se le llama prosa: “escribir en estío siempre ha de oler a sosiego”, lo que viene publicando Ramón Llanes en sus continuas entregas es todo pura poesía. Escribiré Poesía con mayúscula porque trae savia de lo salido del corazón, no de la barriga: “alumbra la verdad lo poco que precisa la noche”. Le pedía el cuerpo al poeta, o el alma -¿qué misterio, qué impulso es el que nos pide por dentro?-, reunir sus cuartillas de éste y de otros tiempos, de todos sus tiempos: “mediodía de primer curso / pantalones cortos / patio de recreo”, y ordenarlas para compartirlas con los demás en un libro que es un disfrute leer: Memoria del pródigo: “estoy hecho a la melancolía / de tanto cenar tristeza […] ¿A quién dedicaré mi ternura? ¿A quién mi turbulencia? / Acaso a la tierra. Sí, hincaré mi travesía en la tierra / con la rabia de un herido o la insatisfacción de un pródigo”, publicado por Editorial Onuba en su Colección Románticos. Hubiera salido en este sur o en el sur de Madagascar, lo cierto es que la obra ha cuajado en un goce para los sentidos, un muestrario de madurez lírica y, diría, después de conocer la andadura literaria del escritor, una tarja profunda en su expresión más íntima. Su aire, aunque suyo hasta las trancas (escucharlo es leerlo), no es ajeno a la brisa de Miguel Hernández: “hablaron los poetas para mi memoria”, ni al magisterio de Juan Ramón Jiménez, ese nombre de hombre de todos que tanto manosean los de siempre a ver si les cae un goterón de gloria mismo.“Hay un buzón para las cartas tristes”, dice Ramón Llanes en uno de sus poemas, y “un ciprés sin difuntos”, y “canciones serenas para tardes de estío”, y “un retrato en sepia en el desván del tiempo”, y “una búsqueda imposible por lugares sin caminos”, y “un recuerdo abierto al silencio”, y “el pregón poético de una lágrima”, y “todos los todos del Tharsis que de siempre me aferran”, y es que “llovía anoche mientras nos olvidábamos”, porque “es la página muerta el epílogo de las huídas desenamoradas” cuando “los ojos han quedado en la aduana de la tarde” y “cuesta la misma vida mandar lilas y memorias” y ya “no es tiempo, mujer, de perderse, de vagar con lo puesto”, porque “nos pertenecemos / desde aquel domingo de mayo”.De tener que hacer un retrato del poeta habría que emplear, más allá de biografías al uso para salir del paso, pasto de solapas, un tinte antiguo para representar a Ramón Llanes como una voz. Él lo confiesa en el papel: “Toda esta voz, hecha y escrita, es de presente, / pensada en pasado limpio, en futura paz, / voz con garras sin filo, brocal de rebeldía, / desconsuelo. Es la voz que me sale, me sienta / y me eleva, no tengo más trago en voz ni en compostura, / es la dolida voz de los sueños soberbios, / la voz que se inventa para contar el poemario / penoso con carencia de discordia, / es la doblez de la voz en caricatura, / un cestón de nubes en los pies, un loco en silencio, / es mi voz, mi voz que contiene brasas / y quemaduras. Mi voz traspasada, no requerida, / no deseada, no llamada; voz de durmiente / velatorio de calamidades en desuso, / ya no es invierno; voz que sangra y alivia. / Acaso voz que espera / la palmada de un beso, / sobre el ascua”.
Es lo propio que los libros hablen por sí mismos porque a fin de cuentas es la página abierta por el verso la que te dice, la que eleva la luz de una tarde, el eco de una palabra, el silencio elocuente a rango de categoría. Si pretendiera cerrar con uno de los mejores poemas de este libro pecaría de lo que no quiero, que es intentar hacer una selección personal. Prefiero que sea un poema cualquiera el que cierre esta nota que habla de Memoria del pródigo. Y puede ser así porque cada página destila la hondura expresiva de un claro poeta: “Las horas de mirarte se me acaban / y quisiera que las horas de mirarte / esta tarde de sosiego me empezaran / y se fuera al desdén de los desechos / todo el lastre de las horas sin mirada, / todo el limo de los párpados caídos / por la ausencia, en mi alma solitaria. / Las horas de tenerte se me cansan / en un reloj temblón, sin minutero, / que ha dejado de sonarse la campana / de los sueños que a nosotros nos traía / y a nosotros dulcemente nos tocaba, / para sonar ahora con tristeza / a eso que en amor se llama circunstancia”.

Manuel Garrido Palacios en su blog, referenciando Poetas del Sur de Europa.

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