RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 4 de noviembre de 2014

POEMA SINFÓNICO, DE ÁNGEL POLI


PRESENTACIÓN DE LA OBRA “POEMA SINFÓNICO” DE ÁNGEL POLI

 

            En esta ocasión nos propone Ángel una obra que concilia líricamente música y palabra. Y todo porque Beethoven escribiera: “El que ha comprendido mi música debe sentirse libre de todas las miserias en que los demás se debaten”. Eso es exactamente lo que Ángel pretende: librar de miserias a quienes lean este poemario. Utopía o realidad es lo de menos, lo importante es la actitud del poeta, su credo elevado al entenderse capaz de ofertar versos que liberen de miserias; no mejor cualidad, no poca convicción en sus pensamientos y en la armonía de ellos en forma de poesía abierta.

            Así, la obra comienza con invitaciones en opereta a la nada o al todo, “ven que soy el fin donde el azar vela calor de sombra”. Y luego hace sonar su música poética en todos los tonos, con allegretto, con violines, con estridencias, con minuetos, con sagacidad, con enamoramiento, con osadías. Y va recorriendo pentagramas a su ritmo. Aquí en tríos de piano, violín y violonchelo; allá en sinfonías, más en soto voce, luego en adagios y se va metiendo en la partitura y en el libro. Para resultar que cuanto indica en los versos no tiene relación aparente alguna con la capacidad musical de Beethoven y sí, se encuentra un parecido inusual. “No me preguntes más qué es la poesía”, y quiere decir: “indaga tú, busca tú, mójate tú, eso es o puede ser la poesía” o “ven y escucha estos versos en solfa y puedes saber qué es la poesía”. Como el poeta lo intenta en sus tres primeras sonatas: “que me busque el poema y que me halle”. Se suceden las sinfonías en una generación de ambientes que proporcionan la lealtad al suceso de la poesía que se encamina solo al sentimiento y a la estética, y lo fija así: “qué infinita belleza/la nota que en su linde,/quemada, se deshace” y deja cerrado un poema como si fuera una obertura. Porque Ángel escribe y siente a compás de tiempo, se expresa como si viviera entre 1775 y 1800 por ejemplo, y anda esos mundos y se imagina cómo pudo ser Claro de luna para Giuletta y se le ocurre que pudo ser así: “y hubo un beso caído que flotaba, distante de tan claro, que solo pude dárselo a la luna”. Si lees esto, te digo- amigo lector o escuchante- si esto lees, estarás alejándote de las miserias que anunciara el genio Beethoven, lo intuyo, lo admito.

            Existe, sin embrago, otra razón que arpegia estas dos formas del arte y que por ambos son conocidas. Viene en el libro que en el verano de 1812 escribió Beethoven a Bettina: “Un músico es también un poeta que puede, de improviso, sentirse transportado por dos bellos ojos a un hermoso mundo…”. Y ahora también un poeta puede sentirse transportado a ese mundo de ojos hermosos. Ángel lo hace pero entre líneas, nunca su desnudo es integral, se le sabe púdico, íntimo, ingenuo, y tales cualidades no le son propias para corromperse por una sola obra, siempre va guardando algo. Habrá que preguntarle al poeta si es por temor o por ignorancia mas nunca lo dirá, el poeta es como es y si algo no necesita cambio en esta vida es el poeta. Déjenlo en su mágico pudor y amen lo que enseña, que es un infinito de ternuras.

            Me gusta todo lo que escribe Ángel Poli, este poemario también. No he tenido con él enredos de discusiones en formas, he tenido más bien contagios de versos. Porque decir sencillez no es todo ni decir corrección es algo. Para estudiarlo baste ponerse con sus cuadernos de vida ante los ojos, infringirles atención sin mesura y corresponderse como cómplice a esta manera de despertar de ningún sueño y de debatirse en solicitud con la amalgama de los tiempos, que tan exquisitamente ha compaginado el poeta para su trama lírica.

            Por mi condición de prestador de voz a este acta notarial de nacimiento de esta obra, se me ha de permitir que mi advocación finalice con sus propios versos, así:

            ADAGIO DE LA 4ª. OP. 60 (1806)

                        Mira ese águila,

                        cómo rasga su pico el firmamento

                        y es su vuelo tu cumbre;

                        esa flor,

                        que pequeña y callada vocifera

                        la edad del infinito;

                        ese perro,

                        que luce en su mirada la conciencia

                        del hombre que la olvida;

                        ese árbol,

                        robusto en su doctrina de firmeza

                        que sirve a cada pájaro de hogar;

                        ese libro,

                        que aguanta siglo a siglo para ser

                        presente entre tus manos;

                        la música,

                        profunda emanación que sin esfuerzo

                        derriba baluartes;

                        ese cuadro,

                        que fija en un latido lo que dentro

                        aún sigue palpitando sin su horma…

                        Sí, míralos a todos como dádivas,

                        y celebra el milagro

                        de haber sido otro don para su aliento.

 

            Y no me insistas, te lo suplico, no vuelvas a preguntarme qué es la poesía.

 

 

            Ramón Llanes. Huelva 3 noviembre 2014.

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