RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 13 de septiembre de 2016

JUEVES, MÁS ABRIL

 
JUEVES, MÁS ABRIL.



Parecía un sueño. Luís leyó su discurso con la maestría de un experto en letras, líricamente emocionado cada vez que las palabras le recordaban su trayectoria personal en aquel moderno centro universitario donde tuvo la suerte de conocer a sus amigos que, hoy con él, se graduaban en la Licenciatura de Derecho. En el Salón de Actos, rebosando de esa felicidad ingenua que conceden los pocos años, estaban premiándole por el mejor expediente del curso. El Rector le puso el halago a las lágrimas entusiasmadas de sus padres, a las miradas cómplices de sus diecinueve compañeros, e hizo templar el auditorio al concederle la distinción de una Beca especial para ampliar sus estudios en el extranjero. Para Luís parecía un sueño y era un sueño.
Se acercaba la hora de finalizar tan solemne ceremonia con el gaudeamus que simboliza el fin y el comienzo en todos los eventos importantes de la Universidad. Al día siguiente la madre colgaría el Diploma en su habitación, dormiría hasta el mediodía y volvería a echar cervezas por un tubo en el bar de su amigo, para continuar sobreviviendo.
Fue, sin embargo, una mañana distinta cuando las primeras luces del alba le cosquillearon los ojos y despertó sobresaltado. Miró la hora y buscó el título, lo acarició, lo enrolló con sumo cuidado, lo ató con la misma cinta roja y, sin apenas arreglarse, se metió en la frescura del día corriendo en el asfalto hacia ninguna parte o hacia todas las partes que habían configurado su triunfo. Brindó por sus amigos y por él mismo al pasar por la puerta del bar donde hacía de camarero todas las noches, luego el colegio de primaria donde recordó a quienes se quedaron cortos en esfuerzos, más tarde el instituto, aquel profesor de Literatura tan bohemio, la calle de sus paseos matinales, los bancos de sus escarceos amorosos, las palmeras, el rictus armónico de su ciudad envuelta en ruidos, la tienda del pan, la plaza de sus juegos.
Jueves, más abril, pensó mientras corría con desmesura hacia el agua, hacia el lugar inverosímil donde se juntan la realidad y los sueños, hacia su ría amada, puente y corazón de tantas inquietudes conseguidas. Llegó al tiempo que las gaviotas ponían una cadencia usual al paisaje, entró en la tibieza del agua pisando con mimo la balaustrada de fango que protege la bajamar, colocó sus rodillas en un suelo de tierra-mar acrisolado y tenue, bebió del cuenco de sus manos aquella pócima emblemática y enterró en la orilla su honorífica titulación tributando a su tierra-mar su mayor agradecimiento.
Era jueves ese día, un jueves de julio pero “los jueves son siempre más abril”, recordó haber escrito en su cuaderno de apuntes en la primera clase de su primer curso.




Ramón Llanes. 22-10-06.

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