RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

miércoles, 20 de marzo de 2019

EL DENTISTA


 

                        EL  DENTISTA.

 

 

         Simulaba leer la revista del corazón de la mesilla de la sala de espera pero permanecía atento a cualquier desvelo del personal y controlaba las maniobras, -por otro lado naturales-, que se suceden en la consulta. Dos semanas antes se jugaba la vida en un sangriento safari en África trayéndose como recuerdo un rasguño de leona y no pocas heridas en manos y cuerpo, previo pago de una cantidad suculenta como precio de su puesto en la citada cacerí. Sus trofeos siempre se contaban en prensa por la importancia del personaje, jefe del departamento equis, del ministerio equis, en contacto directo con el equis ministro de turno. Y gozaba de su ganada fama de valiente con una pasmosa vanidad. Solo bastaba una simple pregunta por la cicatriz  del pómulo para soltar una rienda de historias con fusil y machete que dejaban sin aliento a la concurrencia. Larga y detallada, hasta el más mínimo matiz recobraba una grandiosidad en sus palabras.

         Aquel día, bien acompañado, doctor eminente, cita para las seis, puntual y miedoso asomó curiosidad a los devaneos amorosos de la Obregón para distraerse del suplicio que le esperaba y ni eso le pudo saciar las ansias de dolor que trajo a las seis menos veinte a la consulta del dentista. Repasar también su dilatada vida de fornido militar en el frente de Gandesa, sus misiones secretísimas en combate, su escondida amante desde los treinta y dos años, su imperturbable carácter en sus negociaciones con los sindicalistas. Un hombre hecho al valor, criado en las adversidades y proclive al rechazo de toda  amargura. Eso mismo le había llevado a ocupar el cargo.

         Ahora era distinto, no tenía razones para demostrar valores ni para ganarse merecimientos ante sus superiores. Eran solo él y un dentista bajito con bigote y cara de buena persona. La enfermera le invita amablemente a entrar y con la misma parsimonia de un condenado a muerte ocupa el sillón del martirio no sin antes atraer la atención del doctor fijándose en una lámina que en la pared representaba un acoso de perros a un jabalí en plena furia de ambos, quizá para dar a entender su aprecio a la violencia y su indiferencia ante el ritual que se estaba preparando. Se sentó y lo demás queda en un olvido de archivo.

         Su próxima aventura africana, cuatro días después del incidente del dentista, se desarrolló en las mismas condiciones de codicia y agresividad altamente conocidas en estos menesteres y volvieron a casa los trofeos conseguidos para poblar más las chimeneas del palacete, pero la muela dichosa ocupaba su lugar en la delicada dentadura doliendo constantemente hasta que al señor equis del ministerio equis se le ocurriera perder los tantos miedos frente al dentista.

 

 
                                            Ramón Llanes

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