TENER RAZÓN
No
solo en el debate sino en cualquier conversación, discusión o conflicto verbal,
aquello de tener razón se ha convertido en un símbolo de la verdad, algo así
como que la posesión de la razón acarrea la posesión de la verdad más inmensa,
algo así como que el razonamiento conlleva la más íntegra parte de verdad. Ahí
se conminan los humanos, a enfrascarse en palabrerías con la sola intención de
tener una pizca de razón, eso es importante; y quien pierde la razón parece que
embarga su criterio, que desiste de entablar la próxima conversación por miedo
a perder la razón.
No
deja de ser ambiente inculto y desprovisto de la mínima atención a los respetos
por todas las opciones y por todos los contertulios, aunque nunca hayan tenido
razón. La verdad es un bien jurídico muy repartido y la razón también, nadie
las posee en abundancia, ni siquiera las ideologías o los credos. La verdad
también es unipersonal, se hace en uno mismo y en tal modo vive, se reproduce y
muere, como los seres vivos. Y la verdad también es engaño, que se usa por
otros para producir un mal o para convencer.
En
esto de la razón y de la verdad no muestra el intelecto proyección de acierto,
sus materiales para la configuración de cada verdad están constreñidos a lo
científico, a lo empírico, y desde tales premisas se alcanzan los mayores
logros. Entonces la verdad evoluciona con el tiempo, aquello que fue verdad
hace cien años ya no lo es o viceversa. Han dejado de tener adeptos las
verdades absolutas y salvando a la muerte, se mueven en ambigüedades que no
tienen consistencia. Es verdad que vivimos, es verdad que somos parte de un
universo, es verdad que podemos amarnos, todo tiene su discusión y sus
contrariedades; cada cual emplea la parte de cerebro que mejor le viene en gana
o cada cual se ajusta a la norma que más le favorece.
Para
hablar de la verdad no es necesario entrar en razones.
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