QUÉ VOTAR
Un
acertado analista de la situación actual mundial se atrevió a decir hace poco
que “la democracia es incompatible con el capitalismo”; a partir de este aserto
cualquiera puede iniciar su lista de opciones para cumplir bien con la
necesidad de votar. Es tan importante esta aseveración que debería conducirnos
a rechazar aquellos programas que se asentaran en la propulsión del feroz
capitalismo que hemos vivido durante esta anterior reciente época de gobierno
tan apegado a las teorías capitalistas y a las prácticas que lo impulsaron.
Determinar
el pensamiento del voto olvidando las siglas evita el condicionante de la
servidumbre y abre un más amplio espectro de cualidades, acaso antes escondidas
o nunca sacadas a la luz, que ayudarán a construir una conciencia más lógica. Y
poner delante de cada opción el propio ombligo desvirtúa la elección. Con los
condicionantes que esta sociedad está desenvolviendo sus actitudes, la
preponderancia del pensamiento humanista, que está instaurado en el beneficio
común por encima del beneficio individual, se presenta como una alternativa
imprescindible para este momento concreto. El humanismo nunca tragó sapos
ajenos a sus principios, se ausentó de siglas dogmáticas e impregnó de voluntad
y orden colectivo cualquier mandato que pusieran en sus manos.
Lo
difícil ahora será buscar ese humanismo, dónde se esconde, qué formación lo
defiende, quién lo lleva en su programa; pueden ser verdades o falacias, pueden
venir viciadas de demagogia o descompuestas por manoseos anteriores; se
complica de nuevo la elección y siembra todas las dudas en cada uno de los
votantes. Si se encuentra un sistema que haga tabula rasa con los abusos de
cartera a los cuales estuvimos sometidos, que mire a todos y más al más
necesitado, que las leyes que se promulguen sean para beneficio general, si se
encuentra sistema así, provisto además de bondad y apasionado por hacer del
bien a todos una filosofía de estado, si esto está en el ambiente que proponen
no debe dársele más vueltas al voto. Si no es así recuérdese al menos que
“democracia y capitalismo son incompatibles”.
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