RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

viernes, 8 de marzo de 2019

LAURA


 

 

LAURA.

 

 

 

         Caídas todas las hojas del árbol, desnudo, propicio a que el viento le quite la savia de soñar y vivir, que el otoño le arranque las miserias, que no le quepa una mirada, un halago, un hastío; jalde su cuerpo intrépido a intemperies hambrientas. Los árboles no tienen ahora tiempo para la esperanza, se pierden en flemas de descuido, ni van ni vienen ni se acercan ni gritan ni estiman.

         Están los hombres como los árboles, los niños son su propio juguete hasta que la hora de sorpresas suba jardín arriba por el corredor de una luz despiadada. Al fondo suena el arpegio insomne de una guitarra llamando a melancolía y mana de las nubes una lluvia carnosa.

         - Laura, deja que te mime. Se te nublan  las lágrimas si te cansas esperando tras los cristales. Esta tarde es para el otoño, él  no vendrá; deja que te acaricie, deja, mi niña, que enjuague tu pelo en ternuras, no vendrá, no vendrá.

         Poco a poco un sobresalto y ¡la noche!, con Laura en la ventana de abajo contando árboles miedosos, viendo correr las hojas por el tejado y azuzar las ramas al cobertizo. Y Laura se miente, se esconde de los ruidos, se estremece del silencio, no se cansa de su deseo.

         - Él es como los árboles que ni van ni vienen; como los niños sin juguetes. Has de dormir, mi niña, el otoño te ha impedido los besos, pero el otoño trae sueños cuando lo anuncie en el jardín.

         Después, las criaturas del firmamento dejaron en nada la tarde mas no lograron apagar la esperanza de Laura.

 

 

 
R.Llanes

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