APRENDIENDO A
GOBERNAR
Corría
el rumor de la incapacidad de algunos para tomar las riendas de la gobernanza.
Aquellos que eludían su cuota responsable y se limitaban a observar y cuidar
escrupulosamente su asiento, pronosticaron debacle en el foro; quienes
obtuvieron mayor apoyo electoral se mostraban perplejos ante tanta
insolidaridad para con los ciudadanos que fueron los votantes. Otros
especulaban con expectativas por conseguir bulas y gracias para otorgar su
preciado galardón de confianza a la candidata a gobernar. Todo parece un
galimatías sin regla que se enquista cada día más. Despropósitos superables que
nadie ha querido superar.
Duele
que, al fin y al cabo, no sean los ciudadanos el bien jurídico a proteger ni
la escasa renta de bienestar ni la geografía ni los premios literarios
ni las convocatorias a oposiciones ni los pagos a proveedores ni los informes
sobre las minas ni el trabajo parlamentario ni la inmediatez por iniciar el
proceso legislativo ni la vida en general. Es más sencillo, tan sencillo como
que todos los elegidos quieren tener más; más de poder, más de comodidad, más
de garantías, más de consideración, más de publicidad, más de todo. Ahora que
ellos gozan del privilegio de haber sido elegidos no pierden su postura egregia
y ocupan fila primera en la puerta de las exigencias, para eso fueron llamados,
no importa quién votó ni sus preocupaciones ni su urgencia, importa el señorío
del partido y la exuberancia en la dinastía vulgar. Entienden todos que existe
un enemigo a quien aniquilar y olvidan que apuntan constantemente a los
ciudadanos como enemigos principales de tanta displicencia y de tanto envite.
Cuando
la cruda maleza que cubre sus inteligencias quede despejada, los gusanos de
abajo del todo estarán buscando amparo en malvas silvestres, columpiándose unos
días en la inutilidad y otros en la tribulación. No llegará la paz elegida, no
se habrá conseguido el arrope necesario para continuar
viviendo. Y por sugerir: que aprendan a gobernarse y sean lógicos hasta unirse
en fuerzas y compromisos en una tarea común donde predomine el bien por la
comunidad y nunca el rédito del partido. Como mínimo.
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