RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 15 de diciembre de 2013

JABUGO, AROMA.

 
                                  JABUGO, AROMA.
 
 
Porque un fresco hálito de encina recorre el primer umbral y entra, es aroma, porque cala hasta la trigésima parte del sabor, es aroma; porque atraviesa pelvis y músculos, se encariña en la sangre, habita y conmociona, es sencillamente aroma. Y Jabugo inventa el aroma, lo resucita del recelo de la naturaleza, lo hace suyo, se lo apropia con los beneplácitos de todas las nacencias del terruño, hasta consagrarlo como señuelo definitorio. Aroma, es don para escogidos.
Y el aroma de casa, el que circunda los predios y los pagos, el vecino perpetuo del santuario vivo este, se agolpa en cualquier contorno. Todo puede ser aroma en Jabugo, todo huele al mismo lugar, todo se impregna del rosáceo placer a quien los sentidos dejan entrar sin pegas. Primero el aroma que ha hecho de las suyas en el crecer del manjar, después los paladares que disponen ambiente de gloria para enjugar el sabor en esa doméstica parsimonia de lo ritual como ceremonia de misa, no es para menos.
Ha nacido el jamón entre las cuerdas, los sacrificios, el clima, la realeza; ha nacido para colmar el placer, para glosar los mejores versos en halagos y honores pero también para compensar y gratificar los mimos del trabajo. Queda detrás el vicio de recrearse en la creación de sabores, de las preocupaciones mientras se atarea la crianza; delante queda Jabugo ganando satisfacción y sus gentes sustentando en lo posible el orgullo por la tarea hecha arte.
Ahora será ocasión de fiesta para que las caras tomen gestos de sonrisas y correteen los niños su parte compromiso con la intranquilidad. Para los mayores el deber del sosiego en la tarima inmensa de la convivencia, para los jóvenes el propósito largo de conseguir el amor. Y en el fondo el susurro inequívoco del aroma quemando las insolencias y los malos humores, el aroma como llovizna de gracia para subsanar los regulares presagios que pudieran aparecer.
Para, en fin, sondear los pasos de las querencias, desde la altura, cumbre nueva o vieja, el cerdo en la montanera, las costumbres en los ojos, el quehacer como de todos los días, la sabiduría de convertir las mejoranzas y el largo camino que necesitan las cosas para ser buenas. Todo es un Jabugo disciplinado hasta la perfección, por el hoy y por el siempre, que todo ha de contar.
Pensemos en aroma y tiempo, en sabor oculto y sincronía, pensemos en música de paladar y se nos vendrá Jabugo a la parte más sensible de la memoria a trastear los gustos, olfatos y sensaciones. Y a poco de pensar, la boca en guardia, tocar con los labios el manjar, besarlo con la confianza agasajada y lanzar el grito más puro implicando al aire de toda la aquiescencia , a la vida de la suerte y a Jabugo de su arte, como si fuera para agradecer una entera vida.
                Ramón Llanes.

 

 


                               

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