Acabo de ver la lista que la revista Forbes dedica a los diez hombres más ricos del mundo y se me ha quedado cara de tonto al comprobar que no estoy en ella, y no soy capaz de explicarme por qué me han olvidado. Razón primera: estoy de vacaciones y no me han localizado para solicitarme la autorización para hacerlo público; segunda razón: lo han hecho para despistar; tercera razón: no he asistido a las últimas asambleas del club, por exceso de confianza; cuarta razón: llevo años sin ser imputado en delitos de estado; quinta razón: las personas como yo dejan de ser importantes a medida que la edad les sobresalta; sexta razón: mi nombre está escondido en un lugar escondido y nadie lo sabe; última razón: no han podido contar bien todo mi dinero.
Dinero
Cierto y verdad es que se me ha puesto el cuerpo con un malestar monetario que me hace elucubrar más de la cuenta y se me han caído los humos que me adoraban. La vida es perra como ella sola y oculta, a veces, sorpresas que fingen la derrota para como un mal menor desembocar en un resurgimiento posterior del éxito con más fortaleza en el bolsillo; será eso.
Y como no estaba en la lista me hice humano hasta irrumpir medio borracho en una tasca de barrio, tomé el taxi de regreso, llegué a casa con un ramos de flores, me besé mil veces con quien amo, me dí cuenta que solo me quedaban cien euros para llegar al treinta y uno y me quedé dormido en el verano de mi casa, siendo tontamente feliz.
Ramón Llanes.
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