Huellas en los cansancios, un simulacro de fortaleza y un saber esperar, determinan la gestión madura de quienes han cristalizado en el deber un compromiso de orden tendente a un forjado bienestar, a veces no del todo logrado. ¡Y pensar que la felicidad era la meta!. Los geranios permanecían después de la primavera, las hojas caducaban en otoño, los pasos del agua tendían puentes de espumas y la compañía -sustentada por el amor- daba sentido a la obligatoria misión de vivir. Habrás vuelto la vista a millones de besos, a dolencias y a sobresaltos; y habrás cortado a tijeretazos las greñas que desencantaron tu romanticismo, habrás olido a ella en las tardes de soledad y tendrás sus labios grabados en toda la capacidad de la memoria.
El tiempo te ha hecho más débil en la materia, más indeleble en el recuerdo, más amante en la alcoba. Tus desafíos están en las almohadas celestes del delicado solaz no permitido donde se te hacía la vida con una intensidad amada; los olores, la pasión, la función del deseo y las insatisfacciones perduran en la piel como en la serenidad.
Geranios
Estás ruborizado en el pensamiento, apenas has permanecido amable las últimas horas, te llamaban a rancho de sensibilidades esos ocasos que traían luna llena capaz de ensueños. No querrás hacerte a la idea de envejecer porque nunca has sido viejo y no sabes cómo es esto. Tu primera vez te exalta con el nerviosismo de un recién llegado, no conoces la compostura, las normas, las palabras, nunca habías estado en este trance. Es aquí, no te has perdido.
Sabes que tienes delante una vida y una experiencia detrás; sabes que no estás en la lista de los vencidos, sabes que reinas en muchos instantes, sabes que no renunciarás a esta locura de seguir arrugando ansiedades, sabes que tú decides en dónde se escriben los sentimientos y a cuántos deseos estás de la partida, sabes que tú eres el orden de tu existencia, tu timón, tu empuje, tu promotor, todo lo aprendiste y ese es tu mejor patrimonio. Ya perteneces al gremio elegido de los sabios. Es tu gloria.
Ramón Llanes.
Publicado en Huelvahoy