A la memoria de Benito Limón:
Él vive conmigo, con sus memorias en el hipocampo de mi azotea.
Estuve rebuscando en el canasto que tengo colgado en un garabato del soberao de mi casa y aún encontré unas cuantas neuronas que están a medio uso y con ellas me presto a enumerar algunas de las virtudes que embellecen el patrimonio y el acervo cultural de nuestro entorno.
Estimado amigo fandango:
Nos alegramos que al recibo de esta te encuentres bien de salud, nosotros por aquí vamos zafando; ya sabes, con los achaques propios de las edades que vamos cumpliendo -eso si- todavía con muchas ganas de acompañarte y agasajarte en este acto tan agradable, tan delicioso, tan exclusivo.
Hurgas en el alma y acaricias con sentencias acompasadas hechas a medida. Nos importa el origen enigmático de tus profundas raíces hundidas en los anales del flamenco con el imperecedero recuerdo de algunos de tus más brillantes intérpretes:
El Moreno de Paymogo, Paco y Pepe Toronjo, don Marco Jiménez, mi tío Rubén, Frasquito el de la Guadalupe, Juan de la Cruz, Cristóbal el Sacristán, Manolo Palma, Paco Jara y muchos más que te dieron brillo en el pasado y en el presente.
Un ángel, más de cuatro veces, sopló en la nuca de alguien, dejo caer en el espacio un montón de bolitas de colores y con una habilidad superlativa las fue convirtiendo en admirables quintetos octosílabos con el compás de los dioses.
Eres, fandango, aquellos que nos amarra, nos embelesa, nos acalora y nos apasiona. En definitiva, todo aquello que nos aporta riqueza y enjundia construyendo parte de nuestro capital espiritual.
Hemos venido a estar contigo, a sentirnos contigo, a recrearnos contigo.
Seguiremos cuidando tú buen estado de salud porque formamos parte de ti.
Este que te aprecia,
José Manuel Rodríguez Gómez
Tharsis, 31 de agosto de 2018
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