RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 15 de octubre de 2018

ROMANCE DEL RÍO TINTO. Pedro Duque Pavón

 

 ROMANCE DEL RÍO TINTO. (Pedro Duque Pavón)
 
A cielo abierto naciste
en aguas de luna nueva
y antes del amanecer,
para que no te murieras,
te amamantaron con sangre
las ubres de las canteras
que ordeñaron sin escrúpulos
desde Roma hasta Inglaterra,
y por si no fue bastante,
en una cuna minera,
te mecieron golpe a golpe
los puños de las barrenas.
Quisieron que no lloraras,
que en silencio te durmieras,
pero respiraste azufre
de las malditas teleras
que en vez de quitarte el hambre
te envenenaba las venas.
Entonces te hiciste potro
y relinchaste en la sierra,
rojo de cólera, rojo
por dignidad y vergüenza.
Como castigo te hincaron
la peor de las espuelas
hechas con furia de tiros,
como están hechas las guerras.
Pero no te doblegaste,
ni humillaste la cabeza.
Por eso bajas soberbio,
orgulloso de tu cuenca,
y vas lamiendo los muslos
ácidos de tus riberas.
Sauces, álamos y zarzas
te saludan desde tierra;
todos se admiran al ver
con qué gracia serpentea,
cómo el hierro de tus cascos
piafa en tus yunques de piedras
igual que si solfeara
sobre una caja flamenca
con el mazo de martillos
dolorosas peteneras,
no porque no tengas peces,
sino porque tienes pena,
pena de verte marciano
siendo nativo de Nerva,
y a tus orillas se asoman
el Campillo y Zalamea
y Berrocal y Valverde
y los campos de Paterna
y La Palma y Villarrasa
y Bonares, pero en Niebla
hay un moro que, obsequioso,
te invita porque se acuerda
que en otros tiempos en ti
se bañaba su Zulema,
y tú, absorto, suspiraba
por tan noble sarracena,
tan morena como tú
pero como tú, tan bella,
mientras que el moro lloraba
de celos tras las almenas
de la muralla que un día
fue centro de grandes gestas.
Quizá te tiende una trampa
para que tú te detengas,
porque piensa que aún se baña
en tus aguas su doncella;
este moro, desde luego,
ha perdido la cabeza,
pero tú no le haces caso
y galopas con más fuerza.
Tus crines color de cobre
llevan el viento en sus trenzas
y destellos de oro viejo
sobre tu lomo navegan
cuando pasas muy cerquita
de Trigueros y Lucena,
pero en llegando a San Juan
amansado te serena
porque ya hueles a mar
y a Palos de la Frontera,
Palos que en el Nuevo Mundo
puso un día sus banderas,
y a vuelo de pajarillos
ya te está esperando Huelva,
Huelva, la Descubridora,
Huelva, Huelva marinera,
y por la Punta del Sebo
con el río Odiel te besas
en presencia de Colón,
que al veros juntos se alegra
porque hermanos sois los dos
y los dos fuisteis colegas
en la asombrosa aventura
de llevar los dos a cuesta,
como buenos costaleros,
aquellas tres carabelas
en las que Colón se fue
en busca de una quimera,
que resultó al final
ser la más grande empresa
que jamás los siglos vieron
desde que la Tierra es Tierra;
La Rábida puso el alma,
gracias al padre Marchena.
y vosotros, vuestras aguas
para que Colón saliera.
Río tinto, si te dio
gratis la Naturaleza
el don de cubrir tu cuerpo
con las homéricas prendas
de cobre, pirita e hierro,
en Huelva te pones vela
para irte al horizonte,
por ver cómo el sol se acuesta
donde el cielo se termina
y empieza la mar abierta.
Tú naces en Padre Caro,
pero cuando a Huelva llegas
eres mucho más que un río,
eres todo una leyenda.
¡Adios tu caudal cobrizo!
¡Adios tu roja carrera!,
que en Huelva, junto al Odiel,
a soñar con él te quedas
porque los atardeceres
de tu Huelva te embelesan
cuando te inunda la luz
de sus crepúsculos fresas.


Pedro Duque Pavón.

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