LA CALLE
Una
melodía especial tiene la calle, el sonido huele, el olor es música, el color
se extiende a los pasos que damos, nos persigue, nos ilustra, nos embelesa; la
calle posee ese encanto de libertad que no conceden las paredes ni las
ventanas, la calle conduce a todos los caminos, está envuelta en tránsitos y
calmas, se hace cada mañana, se respira sola, se amedrenta de los que la
requieren sin respeto y se fuga del ámbito como una mariposa se esconde en su
nada efímero. Consumir la calle es crecer en sensualidades, es aprender a estar
despiertos el trecho largo de la convivencia, es pasear por los ojos de las
gentes y entretenerse en la jerarquía de una ansiedad dispuesta al impulso o la
espontaneidad; se fraguan en la calle los avisperos del negocio de entenderse y
se enfunda cada cual su delirio por haberla pertenecido y haberla obtenido
plena de sustancia en tan solo un reguero de andares por la placidez de estos
ígneos columpios de estancia que son por extensión la grandeza de la calle.
Acaso
pueda ser el soplo necesario para constituir la inspiración o la armonía que se
estaba buscando para no se sabe cuántos plenos de aciertos; a veces absorta, a
veces pendiente, el vestido de la calle aparece como la sombra del paseante y
está en la prisa y en la conversación, se desacelera o se hace bulla hasta
obtener esa escondida verdad que quizá se deslice por los zapatos o las prendas
y advierta a todos del vicio de
teatralidad que la define.
Puestos
a considerar el legado de tan versátil escenario, interesa pulirse en
soportales, adoquines y losetas para acostumbrase a no disimular el
desconocimiento de la calle como un parvulario que por primera vez la saborea.
La calle tiene también sus códigos éticos creados en su aire, escritos en su
compleja identidad y que a la vez sirven de soporte a la idiosincrasia de su
ciudad o pueblo. La calle hace que los vocablos, los gestos, las formas e
incluso los sentimientos de un núcleo concreto sean parecidos en gran parte de
su contexto. Los seres que habitan la frecuencia de la calle se parecen en el
habla y en las ilusiones, se corresponden en el trato y se estimulan por moldes
similares. Acaso la calle sea exclusivamente la vida.
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