BESTIARIO DE
LA AUSENCIA
La ausencia no calma,
la sangre no dignifica,
no maltrata más la piel
que la carencia de palabra,
los lobos aparecen tras la
ventana,
todas las noches, en todas las ventanas,
todos los días oscuros,
los círculos cerrados,
las paredes manchadas de
cieno,
perdido el rumbo,
la carga de desespero
pesando como una culpa.
Perdidas las ocasiones que
reclaman los ojos,
queda todo lo que no se
parece a la paz,
lo que se despreciaba, lo
inútil es ahora el mejor
plato. Es el bestiario de
la ausencia,
que duda si desconectar
manos cómplices
o desabrir las puertas de
cal y canto
propiedades del amor. Duda
si preguntar
o silenciar, atender o
borrar,
duda, todo el tiempo hecho
efímero,
sin edemas de eternidad
alentando.
Muere pálido en consuelo
que tanto uniera,
desfallecen elencos de
gozos, convertidos
en bestiarios de caprichos
que traen
los polizones sordos, las
agrestes carencias,
las indeseables miserias.
Mientras, vence el
bestiario
la luz huída a los sitios
sin premios.
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