RUIDO, MUCHO RUIDO
El Secretario General de la ONU,
Sr. Guterres, ha dejado para la historia una lapidaria frase que desde su óptica
privilegiada como mandatario del mundo debe ser un anuncio de la tragedia
definitiva que se acerca o un análisis muy meditado sobre la actualidad; la
humanidad ha abierto las puertas del infierno, ha dicho, y se han meneado
las editoriales de los medios para escribir de esta aseveración que viene de
alguien importante en el mercado de las ideas.
La posición poética -sin hablar
de infierno- había advertido desde hace décadas la decadencia del espíritu por culpa
del ruido, este ha aumentado considerablemente, ahora el ruido
político-económico se ha tragado corcheas, poemas, libros, bibliotecas, abrazos,
sentimientos, solidaridad, se ha comido el alimento del pueblo, ha apagado la
luz de las conciencias y se ha volcado en la admiración desenfrenada por Ápate.
Nadie sabrá qué hacer, cómo
limitar su crecimiento, cómo aniquilar sus resultados o cómo no llegar a sus
consecuencias; ahora el todo en cualquier aspiración humana es una apología de
la vileza. Queda de la utopía el mínimo rasgo, de la verdad apenas un gesto,
queda de la música una simple nota perdida en el fondo del antiguo oído de un
viejo violinista.
Fue un error - un imperdonable
error- confiar la dirección de las singladuras de esta vida a los políticos,
ellos no han sabido conducir el mundo, han virado la mayor de las veces hacia
aguas tenebrosas, han creado ruido, mucho ruido, todo el ruido alimentado de
fustas, batallas, hambruna, terror, nos han llevado al puerto de la perversidad
y ahora no saben cómo hacernos regresar a nuestros libros, al edén de las
quimeras y a nuestro primigenio estado de bondad. Quizá se hayan abierto las
puertas del infierno, si es que este existe como condena de una miserable
conducta.
Ramón
Llanes. 21.09.2023
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