RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 8 de septiembre de 2014

ENTENDIENDO AL OCASO





De esos atardeceres sometidos a un tiempo surgen los límpidos ocasos, de esos que remedian no se sabe cuántas locuras. Mirábamos el sol correr por las llanuras de la mar, aterido de cansancio, sin prisa ni ganas de llegada, sin agonía escrita ni parsimonia flemática; mirábamos las últimas tendencias de la tarde, eran miradas de culto que no emitían más que sorpresas de admiración por tanta belleza y mirábamos los minúsculos riscos de la playa defenderse de la primera oscuridad y hasta nos mirábamos nosotros desde el placer.
Acontece el ocaso diversificado en la teoría de la naturaleza, corresponde marcharse y poner un punto y seguido al ciclo, ha sido un día, han sido horas de tarea preciada calentando esferas húmedas, criptas barrocas de iglesias solitarias, ha dejado en el suelo los alimentos para el espíritu. El sol, que es la luz al por mayor, no simula tanta riqueza, la extiende y la regala.
Aún en el prodigar de la dormida, los reflejos mimarán las crestas altas de los árboles, de los edificios altos, de los altos pensamientos, hasta darles las cuantas perlas que son necesarias para la prolongación de los efectos de la luz a pesar del ocaso. Ni nosotros ni la tierra entendemos al ocaso.
Creeremos que cada pérdida de la luz habrá de ser un sufrimiento o que no debería tener fecha de caducidad esta vigencia. Mas la noche no entorpece la vida, que la hace a otro antojo, que la remansa y la descansa, que la divierte en tono negro y luces inventadas. Esta historia de emblemas de universo acapara una atención plácida, de plácidos humanos que se han puesto a mirar y mirarse en la emoción de un precioso ocaso.



Ramón Llanes 6.9.2014
Publicado en diariodehuelva.es

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