RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 22 de agosto de 2016

HABLANDO DE LA RÍA


                                   

                                       HABLANDO DE LA RÍA.


Un bombón de chocolate ambienta mi mesa por Navidad y no consigo despedir el ruido temeroso del teléfono, un papel en blanco, las fotos, la luz insidiosa por el cristal opaco, la somnolencia de la tarde, el ansia de ver siempre la ría. Con ellos vivo. También mis allegados se  preguntan miles de veces por el paladeo del agua, aquí que vivimos tan cerca; ninguna explicación me viene a la memoria, solo que la echo de menos.
En su cuenca, ella, formándose entre las concupiscencias de la marisma por no alterar la paz que habita en los costados, paz de duendes, de reyes tartésicos o de costumbres. Ella es la paz, el alimento, el agua, la cadencia, ella la trampa para seguir deseándola. Cuando la miro se me resbala un hilillo de sorpresa por el canuto limpio de mis ojos, una admiración doble por ser bella para mí, por anegarme de dulzor los neumotorax de mi cuerpo y por consentirme el don de entretenerla en mis curiosidades de poeta. No habrá lugar que más afecte  a quienes sentimos su cordón umbilical, que la modosa y fiel ría nuestra luciendo canal y traje, horizonte y sencillez, a pocos pasos de nuestra mirada, a pocas miradas de nuestros pasos diarios.
Dijimos hace tiempo que iríamos a ella y se nos perdió la esperanza en intentos de planos, pero aún permanece en la misma carne, pegada al hueso, sonando a rumbo y singladura, cuando no a danza y fandango, como nosotros, que rumiamos sal y nos ensalzamos. Será la mística del credo, la grandeza de la choquería, el sentir.
Es la ría, agrandada en el puerto, soporte de la luz de una salina de edredones blancos por la otra orilla y más acá, la adversidad convertida en lirismo, marineros de tierra, pescadores, patrón y proa, museos que rayan en el temporal una reliquia sorda y quieta. Iremos a ella al babor de los barcos y canoas como náufragos perdidos buscando un faro con plumas, volador, gaviota. Mi Huelva tiene un eterno flujo de plazos de ría, sin hipotecas ni préstamos, está en la rima de cualquier verso, en el canto, en la cómoda, en los chineros viejos, en la despensa, en el revés de la memoria.
Y para gloria no se desatará en un aliento de miedo porque reina el plenipotenciario espíritu de seres que ofrecen una pleitesía sana para asentarla con semblanza y robustez. Ella misma, que apela al afecto, araña músculos, se hace tropezar, aligera las venas, se afemina, consciente y pura.
Hablando de la ría, un evocador de sentimientos marinos, no trasnochado, trae al cuadro la viva imagen de un par de sueños de mediodía, solo por un deseo inmenso de acercársela algo más a su ventana y a sus ojos, esperando que no sea una vanidad insulsa.
 
 
 
 
                                          Ramón Llanes

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