RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 30 de agosto de 2016

PASIÓN Y MECENAZGO

 

Recurriremos a la historia desde nuestra globalidad que es el “ser” para acercarnos a nuestras interioridades que son los méritos, puros o mezclados con emociones, que han sido capaces de proveernos la sonrisa, la palabra, el verso, la pasión, el deseo, la causa, el enfado o la soberbia. Desde el mismo sitio de estar, con el tiempo apegado a los recuerdos, con la luz influyendo los sentidos, con la miseria perdida por la perdida lucidez, desde ese mismo sitio, desde donde se concretan las locuras, apareció en la historia a la que recurrimos el detalle copioso del “mecenazgo”, ni cada vez más ido ni cada tiempo menos ausente; proclive, atento, fiel y versátil este detalle nunca nuevo siempre positivo y siempre esperado.
Representado históricamente como una forma importante del sostenimiento y patrocinio de la producción artística en general y literaria en particular, permitiendo así el desarrollo de obras que tal vez muchas de ellas jamás hubiesen podido orientarse en la circulación mercantil. Durante el Renacimiento fue una práctica extendida y familias como los Médici proporcionaron sustento a muchos de los artistas más destacados de su época.
Prolijo ha sido el trato dado al mecenas en la literatura y extensa la lista del anecdotario. Mantiene el autor germano-italiano Etore Chibellino que Johann Wolfgang Goethe mantuvo una relación amorosa que se denominó “amor prohibido”, con su mecenas la duquesa Ana Amalia. También se destaca el anonimato de estos mecenas en la mayoría de las ocasiones, figurando a veces solo las iniciales. Y ya más reciente la importante labor de mecenazgo llevaba a cabo por el catedrático de derecho Teodulfo Lagunero, quien fue llamado “el mecenas rojo” en referencia a su vinculación y patrocinio a poetas y escritores como Neruda, Gala, Alberti, Cela, Miguel Asturias, etc.

Figura esta inventada por Cayo Cilnio Mecenas, consejero de César Augusto en la Roma del Imperio, como fórmula para otorgar generosa protección a los artistas que formaban aquella ingente corte tan sutil a lo que fuere núcleo o parte de la cultura, convirtiendo desde entonces el arte en algo más que un adorno y elevando a nivel de público y universal cada manifestación artística. Nació así la institución del mecenazgo con rango de término lingüístico ocupando su lugar en el diccionario y alentándose como figura que venía a llenar un vacío y a resolver muchas incertidumbres.
Con el mecenazgo se alcanza una protección de la obra y un desarrollo general con capacidad para sobrevivir después a los distintos avatares, porque la obra se hace pública, se inserta en la sociedad y se sostiene a través de la copropiedad social y sobre todo de la admiración, hasta alcanzar ser patrimonio colectivo ya indestructible. De la primera cuita al último párrafo, al penúltimo sentimiento, a la más oculta de las verdades, todo tendría cabida en el libro y el libro tendría hueco en las manos y la memoria tendría sitio en el estante y, al fin, el estante tendría sabiduría en la historia. Es la evolución del pensamiento en un cauce más, propiciado por el sistema y extendido a los tiempos.
Este Mecenas romano quizá nunca tuviera merced, importancia o notoriedad y nos llegó, bondadoso y virtual al día de hoy que en un rincón de la vieja Onuba, flanqueado por la custodia verde del pinar y abiertos a las palabras, formamos el privilegiado mundo de los asistentes a la entrega del IV Premio Onuba de novela, a donde llegaron más de setenta obras a buscar mecenas para extender ese pensamiento íntimo del escritor por toda la marisma, por todo el humedal, por los líquenes, por las hojas del agua, por las inmensas solanas de este tiempo y por la seriedad de quienes beberemos una historia hasta hacerla tan nuestra que nadie alcance, siquiera mágicamente, a desprenderla de nuestro conocimiento. Nosotros somos los únicos seres privilegiados de este mundo de seis mil millones de almas. Solo nosotros. Y asistimos para que el mecenas renazca con pulso de la eterna Roma y se inculque en este mantel. Es el resultado; es la idea realizada, la configuración de un elemento diferenciador nacido desde la rebeldía, el valor, la lucha, el inconformismo y, sobre todo, la pasión.
En esa simbiosis que conforman mecenazgo y pasión nos encontramos en esta hora, con la protección hecha a la manija de la Editorial que se erige en protectora del pensamiento para convertirlo en letra escrita, en libro, en elemento de cultura y en patrimonio. El mecenazgo ha derivado en los últimos tiempos a instituciones y entidades pero esta editorial hace su raya en el agua, se salta la comodidad y le imprime el viejo carácter de personal, como hicieran los Médeci, significando en Manolo Ortega este prodigio de apuesta por los autores menos favorecidos.
Pero no solo mecenazgo identifica esta relación incendiaria de Ortega, no solo convocar, seleccionar, leer, distinguir y publicar. También, implicar, divulgar, acoger, comprometerse, emocionar y magnificar el resultado. Y esto es pasión. Entusiasmo adherido al esfuerzo, al desvelo, a la osadía, es pasión. Y pasión es el libro, con su papel impreso, con sus páginas inmaculadas, con sus pensamientos diversificados; y pasión es la máquina que imprime, el hombre que revisa, la hora que lo permite, la complicidad que se aumenta, el agobio que se atrasa, la pérdida del sueño. Pasión, mucha pasión es este momento en que se trae al autor, al jurado, a los medios, a los amigos, a los poetas, a este lugar insólito y cálido que es el Rancho Grande de nuestras cuitas literarias desde hace algunos años y la Editorial Onuba, que es cúmulo de miles de letras escrituradas en un solo nombre denominado pasionalmente Manolo Ortega, aquí en la noche del 31 de octubre para corroborar el más escogido y original de los mecenazgos y la más contundente idea de pasión. Todo en esta retahíla de descritas sensaciones, por bien nuestro, de la cultura, del patrimonio, de la idea, del pensamiento, de la voluntad y de la vida.



Ramón Llanes.
Huelva 31-10-08.

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