Pongo el dedo,
tú la llaga, el precipicio, la honda,
la fragua, el caldo, el libro....
Pongo el horizonte,
tú el grana y la acuarela,
el besamanos, la culpa, el recibo.
Yo anoto calderilla,
avivo el fuego, medito,
aprendo y me rompo
con el soportal de la tarde.
Tú, eres tú quien me anuncia
el timbal de los madroños
para olvidar la cuesta del estío.
Eres rémora del quicio,
anafe y pergamino.
Pongo cieno por impulso,
margaritas por celos,
helechos por costumbre,
sopas por hastío,
besos pongo por amor
en tu mesilla de noche
y un marcapasos de nácar
que te duerme.
Ramón Llanes
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